lunes, 11 de marzo de 2019

Li Fu (2)



(del cuaderno de notas de Ibrahim. S. Lerak)


Se sabe por la crónica de Wei Li (el Gran Redactor de la Enciclopedia del Saber que encargó el justo y sabio emperador del centro del mundo, Li Fu el Buscador) que a las palabras resumen del saber sobre el sentido de la vida que le comunicó en su lecho de muerte al emperador: “nacieron, sufrieron y murieron” éste le preguntó si todas las vidas eran iguales y si había gobernado para todos por igual.

Cuenta Wei Li que tuvo tiempo de explicar al Emperador de Arriba que en esencia todas las vidas son iguales, que todas tienen cuatro etapas y que es la persona quien individualmente decide recorrerlas o no. La crónica no aclara el sentido de la vida pero si las cuatro etapas que la conforman. Wei las denominó adoctrinamiento o educación, autodescubrimiento y autoafirmación, compromiso e implicación y herencia o legado.

Aparece la crónica entre documentos de la dinastía Han por lo que se cree que Li Fu es una corrupción de Liu Xun, más conocido por Han Xandi, pero no se ha contrastado la veracidad de esta afirmación. Bien pudiera ser que Wei Li inventara un nombre para no herir sensibilidades en su época o que incluso su crónica sea una falsificación.

La primera etapa es la educación o adoctrinamiento. Nacemos indefensos y carecemos de todo, lo que es una suerte para la sociedad que nos adoctrina en lo que es necesario para ella y por tanto bueno para nosotros. De ser como los animales y nacer con conocimientos básicos la sociedad no podría evolucionar. Cada época tiene unos valores que se han de enseñar desde el momento del nacimiento y que no son los mismos según el momento histórico ni el lugar de nacimiento. Es tan real que hasta el papel de los dioses cambia según el periodo considerado. En esta etapa se transmite lo que permite una estabilidad social y se recortan las divergencias. Se premia el mimetismo y se castiga la diferencia. Se habla de terribles castigos a quien no acepte el dogma establecido y grandes premios a quien lo abraza. Por ello en la infancia, copiamos, aceptamos y anulamos nuestra curiosidad. El fin esencial de esta etapa es integrarnos en lo que se supone es lo mejor para que todo siga medido y controlado; poder ser una buena oveja en el rebaño sin demasiada curiosidad y luego ser adultos conformistas que viven “dentro del orden social”. La idea es que los adultos de la comunidad nos animen y censuren al tomar decisiones propias… para mantener el bien social. Esta censura limita nuestra autonomía y nos convierte en muchos casos en meros camaleones sociales que buscan aprecio y reconocimiento imitando “lo que está bien”. Esta etapa dura hasta el final de la adolescencia y para algunos toda la vida o hasta que se dan de bruces con la realidad de una sociedad imperfecta y en evolución. Se castiga el pensamiento personal, individual discrepante y el que haya valores personales fuera de los admitidos socialmente. En la crónica de Wei Li se alude a esta etapa como la del eunuco.

La segunda etapa es el autodescubrimiento y la autoafirmación. Si en la primera etapa lo importante es la inclusión en la sociedad, en esta la esencia es aprender lo que nos hace diferentes del resto. Es cuando hemos de aprender para actuar a pesar del adoctrinamiento de la primera etapa si lo creemos necesario. Es el desarrollo de la personalidad propia a través del método de prueba y error y del empecinamiento. Es la era de la comunicación universal entendida como absorción de la información sin importar de donde venga. Es el autodescubrimiento de límites (que no se conocen) y la lucha por los ideales. Cada uno vive esta etapa de un modo diferente. No hay dos iguales en el mundo y no hay dos reacciones 100% iguales ante un suceso. La lucha con lo aprendido en la primera etapa es constante. La validación o no de los conceptos que nos han imbuido marca el rumbo de la vida posterior. Esta etapa dura hasta que topamos con nuestras limitaciones, que existen se diga lo que se diga y se anime a lo que se anime en la actualidad. No se es bueno en todo ni se debe ser. Hay que aceptar las limitaciones y sacarles partido. Lo que sí se debe es saber cuales son y reconocerlas. Cuanto antes, mejor o lucharemos contra un fantasma y perderemos nuestro potencial.

Identificar y reconocer las limitaciones es importante para no perder el tiempo en la vida. Hay que elegir lo que se hace y sueña y el como; pero no solo porque podamos hacer algo significa que tengamos que hacerlo. Hay que pensar en el coste de la oportunidad y definir prioridades. No podemos (ni debemos) tener todo o intentarlo todo. Pensar y actuar, pero pensar, por dura que sea la conclusión. Quienes creen que no tienen limitaciones o no las aceptan suelen quedarse en esta etapa. No evolucionan y no aportan a la sociedad lo que pueden y deben, pues es el conjunto de aportaciones lo que mueve a la sociedad y justifica al individuo.

Desgraciadamente quien se queda en esta etapa suele ser negativo, achacar al destino el que no avance y creen que los dioses les tienen manía a pesar de sus grandes esfuerzos; que son unos iluminados e incomprendidos, cuando en realidad lo que les falta es determinación. Son los eternos adolescentes que buscan y no encuentran. En general esta etapa empieza al final de la adolescencia y dura hasta el tiempo del pleno potencial (alrededor de los 30-35 años). En la crónica se alude también a eta etapa como el rugido de la fiera.

La tercera etapa es el compromiso o implicación. Conocidas las limitaciones solo queda lo que es importante para la persona y es el momento de actuar y cambiar el mundo. Sabiendo lo que se sabe y lo que no se puede saber o desarrollar. Es el momento del compromiso y la implicación real. El momento de vencer la pereza y la comodidad de no gastar energía amparándose en lo aprendido en la primera etapa y cerrando los ojos y los sentidos a lo vivido en la segunda. Sin duda la tercera etapa es la de la consolidación, la de liberarse de cadenas reconocidas y ansias irrealizables. Es el momento de aportar y dar, de asignarse una misión real y posible.

Esta etapa es la realización personal, libre y valiente. Es la construcción del edificio que se deja en herencia, edificio material o espiritual. Es lo que conforma la memoria que se deja y lo que se aporta al mundo. No hay edad establecida en la que acaba la etapa, pero siempre se debe a la combinación de dos hechos íntimamente ligados: la sensación de que ya no queda nada por hacer / aportar y la sensación de que se es demasiado viejo para entender al mundo y es mejor contar memorias a los nietos. Quienes quedan presos en esta etapa son aquellos que no pueden detener su ambición y su constante deseo de tener más. Suelen ser un impedimento para que la sociedad avance. En la crónica se alude a esta etapa también como caza y muerte.

La cuarta etapa es la herencia o legado. Se llega a esta etapa tras más de media vida considerando lo que es importante y tiene sentido. Cuando se mira atrás se ve lo realizado (y lo por hacer aún) pero ya no se tiene la fuerza ni el empuje para avanzar más. En esta etapa lo importante no es ni crear ni conseguir, es hacer lo necesario para que lo conseguido, lo construido, trascienda la propia muerte. Sea a través de familia, entorno, discípulos y amigos lo conseguido ha de ser incorporado a la vida de los demás, sean valores, creencias, bienes materiales o espirituales.

Esta etapa es importante porque en realidad justifica la vida y nos prepara para la muerte dándonos una respuesta final a la eterna pregunta sobre su sentido y, por tanto, la aceptación de la muerte con una sonrisa. No es de extrañar que en la crónica se aluda también a esta etapa como la del patriarca.

La crónica de Wei Li va más allá de establecer unas etapas en la vida. Wei establece que el desarrollo ordenado a través de las etapas nos proporciona una sensación de orden y felicidad que en sí misma es motora y nos hace avanzar. En realidad, la primera etapa es horrible pues somos totalmente dependientes de los demás y nunca estamos seguros de acertar con nuestra actuación. Huimos de ella hacia la segunda, en la que nos autoencontramos, pero en la que seguimos siendo dependientes de los factores externos que nos han sido marcados como factores de felicidad: dinero, victorias, conquistas, notoriedad… Algo más controlable que la aprobación de los demás, pero aún impredecible. En ella dependemos de menos gente, pero aún hay dependencia, por lo que avanzamos hacia la tercera etapa en la que es la persona quien (casi) decide en todo y lucha contra las propias limitaciones y la de los demás. Acabada la lucha empieza la cuarta etapa. En cada una  la felicidad pasa paulatinamente a basarse en aspectos propios más que en los externos, que siempre son inciertos y cambiantes.

Las etapas -dice la crónica- no son reemplazables ni aisladas, sino que fluyen la una a la otra. En cada una se reasignan prioridades y amistades ya que en cada etapa necesitamos un entorno afín a nuestras intereses y prioridades. Juzgamos y actuamos por proyección personal hacia nuestro entorno en consonancia con lo que para nosotros tiene valor en ese momento. Si no estamos alineados con los demás o no los entendemos o los consideramos retrógrados. Aunque Wei habla de un fluir entre etapas señala que no es necesariamente siempre suave. Muchas veces son aspectos negativos e incluso traumáticos los que nos fuerzan a pasar de una a otra. De no existir algo que nos fuerce al cambio, las etapas son más largas y mayor es el peligro de quedarse en una de ellas sin avanzar.

Lo inesperado, si no es positivo, nos obliga a replantearnos nuestra posición y la búsqueda de la felicidad que es lo que en definitiva queremos en la vida. Cuando estamos incómodos en una etapa nos movemos a la otra, Cuando nos cansamos de obedecer pasamos de la primera a la segunda. Cuando nos cansamos de buscar pasamos de la segunda a la tercera y cuando nos cansamos de intentar y realizar pasamos de la tercera a la cuarta. Cuando no vemos que más podemos legar de nuestra experiencia, abandonamos y desaparecemos.

Acaba la crónica Wei Li revelando que calmó a Li Fu diciéndole que era un buen emperador y que su legado le sobreviviría. No sabía Wei que aunque creyera en ello mintió al emperador. La sociedad avanza y se transforma con cada uno de los legados que recibe. De ahí la importancia de la primera etapa en cada sociedad. El punto de partida no determina el punto de llegada, pero si el como se llega y a costa de que.



2 comentarios:

  1. Y cuando la mayoría se estanca en una etapa... ¿qué pasa?

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  2. Entonces el raro eres tú y si triunfas eres un genio y si fracasas un retrasado o un monstruo.

    Gracias por el apunte:))

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