-- De la realidad
Hay intenciones que matan.
La
covid-19, o si lo preferís el SARS-CoV-2 ha cambiado ya
la manera de reunirnos y comentar las cosas. Ahora es en gran parte todo
telemático. Le quita calor y naturalidad a los encuentros, pero en el círculo
después de mucho pensarlo se optó por no dejar las reuniones para un futuro
“cuando se pueda” y decidimos retomarlas vía telemática. La primera reunión se
basó en el trasfondo de malentendidos o malas decisiones que se toman creyendo
hacer algo bien; esas que acaban en un: lo siento, yo de verdad no quería … no
imaginaba... Algo que podría llamarse las consecuencias inintencionales o
impremeditadas de los actos o decisiones. El ponente nos habló de ellas y de como evitarlas en lo
posible:
Lo mismo ocurre en nuestra vida personal. Son aquellas decisiones en las que, por ejemplo, en un atasco de tráfico cansados de esperar tomamos una ruta alternativa que resulta que nos demora mucho más. O aquellas acciones que hacemos para solucionarle a alguien un problema y la realidad es que se lo complicamos sin querer. Con nuestra mejor intención, sí, pero acabamos metiendo la pata miserablemente. Tanto en lo personal como en lo social. Nos ha pasado y nos pasa a todos.
Nuestras peores decisiones nunca nos parecen malas en el momento en que las tomamos, por eso nos decidimos por ellas. Pero tienen algo en común: las tomamos en caliente, con poco tiempo de meditación. Son soluciones radicales a problemas emocionales y por ello actuamos reaccionando visceralmente, sin pensar lo suficiente. Creemos que lo que vemos y sentimos es la realidad y que la amenaza es inminente. Funciona el sistema límbico y la reacción es más animal que racional. Vemos, consideramos lo material e inmediato y no lo abstracto y a medio plazo.
No somos buenos a la hora de calcular el alcance de nuestros actos; no solemos pensar en más de un par de movimientos más allá de la primera acción. Cuando las emociones toman el mando solo vemos y atendemos a nuestra visión y excluimos lo que va en contra. Por eso nos vemos obligados muchas veces a entonar ese "lo siento, yo no quería" que no es más que un reconocimiento a nuestra incapacidad de detener al instinto animal que llevamos dentro; no hay puntos a favor ni en contra, solo cuenta la inmediatez de la decisión. Protegernos de lo que nos amenaza puede hacernos más vulnerables si no nos paramos a pensar.
La pregunta es si podemos evitar caer en ello y la
respuesta es que sí. No tendremos un 100% de aciertos, pero nos acercaremos
bastante si antes de actuar paramos un momento y nos planteamos algunas
preguntas como por ejemplo:
.- ¿Qué es lo peor que puede pasar?
.- ¿La decisión es irrevocable?
Por grande que sea la presión para actuar, hay que evitar hacerlo con demasiada prontitud. Para declarar a un santo como tal, se necesitan 50 años, no 5 (quizás algo menos también, pero nunca demasiado inmediato a la muerte del santificable). Mejor no hacer nada precipitado, leyes y acciones pueden no tener remedio y ser negativas por imprevisión.
Tenemos que controlar los impulsos emocionales antes de actuar. En algunas sociedades es la prueba de fuego para ser considerado adulto. Se somete al joven ante pruebas -que pueden ser consideradas de carácter iniciático- con tentaciones que debe superar y mostrar el dominio de las pasiones para ser considerado miembro de pleno derecho de la tribu.
Los efectos indeseados de nuestras decisiones quizás no puedan ser
eliminados totalmente, pero desde luego pueden ser minimizados en muchos casos
simplemente reflexionando y no actuando precipitadamente. La historia del mundo
y la personal lo muestran. Solo nos falta aprender para ser mejores.
Eta fue la reflexión del orador, la discusión fue corta en contenido, casi todos estaban de acuerdo en lo expuesto, pero fue larga en tiempo, ya que hubo muchas anécdotas e historias que contaron los contertulios.
Está claro que no hay que iniciar ninguna nueva aventura con un brindis al sol, sino siempre pararnos a pensar cuál es su coste real y cómo mantendremos un balance equilibrado.
ResponderEliminarCualquier decisión tomada en caliente puede salir el tiro por la culata. Yo añadiría que además es positivo saber escuchar.
El hecho de no pararse a pensar, si además va acompañado de desoír sabios consejos, puede ser un coctel explosivo. Enhorabuena por el post.