- Luego amor ¿no es inmortal?
- No, que al primer vendaval suele mudar de opinión
(Lope de Vega, El remedio de la disciplina, acto I)
El amor es eterno mientras dura.
(E. de Regnier, Lui ou les femmes et l'amour)
Mucha gente confunde ser preferido con ser amado.
(Ibrahim S. Lerak, Cuaderno de notas)
Julio es el tradicionalmente mes pre-vacacional y la reunión del círculo se celebra a mediados de mes si es posible. Luego, las vacaciones nos alejan y no es hasta final de septiembre que nos reunimos de nuevo. Como en vacaciones siempre se presume de haber ligado en un modo u otro el tema de esta reunión fue el amor con fecha de caducidad ya que los ligues veraniegos son eso, veraniegos y mueren al acabar las vacaciones. Esteban, el más joven de todos, nos dió su visión de estos amores efímeros.
Esteban relacionó el ligue veraniego con el amor con fecha de caducidad, algo que nos pareció normal y obvio a todos. Nos sorprendió cuando dijo que en realidad no existía el ligue veraniego, que eso era algo antiguo y casi propio de la juventud.
-- Ahora vivimos en una época en la que el ligue veraniego se extiende a un periodo más largo: toda la vida. Antes el matrimonio era para siempre en lo bueno y en lo malo si recordáis, cierto que matrimonio no implica amor necesariamente, pero el roce hace el cariño y por motivos sociales de la época se intentaba mantener la -a veces tenue- llama del amor lo más posible. Se era monógamo y si había algo eran aventuras generalmente pasajeras.
Hoy en día como consecuencia de los cambios sociales el matrimonio parece tener fecha de caducidad como cualquier otro objeto de consumo. Se ha convertido en ello, en un bien con obsolescencia programada como una lavadora o un aparato de aire acondicionado y señalo éstos por no hablar de lo ordenadores o teléfonos móviles. ¿Cuánto dura? Pues parece que no depende de nosotros y que es independiente de lo que nos esforcemos por mantenerlo. Hay científicos que lo han definido y nos han quitado un peso psicológico de encima. No somos seres pervertidos e insaciables que cambiamos de pareja por capricho, es la propia naturaleza quien nos marca nuestro sendero sentimental. Según ellos el amor eterno es una utopía. El enamoramiento dura entre año y medio y cuatro. Así, continuar con la pareja más allá de este tiempo es ir contra natura, rebelarse contra el instinto animal. La consecuencia es clara, nos volvemos monógamos sucesivos. Ser monógamo sucesivo es cambiar frecuentemente de pareja pero siendo fieles mientras dura la relación. Eso sí, a rey muerto, rey puesto y el gran dolor de la ruptura se mitiga con una nueva pareja que se encuentra a los dos meses como mucho y con la que nos embarcamos en la misma aventura que si fuera la del mes de agosto; solo que ésta la hacemos durar más aunque en el fondo tampoco creemos mucho en ella, es eso una aventura más en la que si tenemos suerte nos lo pasaremos bien juntos más tiempo. Porque de eso se trata de pasárselo bien. Aquello de en la adversidad... ya no es válido. Terminas tu relación, conoces a alguien te enamoras rápido, tras un tiempo te aburres, lo dejas y a por otra pareja. Como el sentimiento es menos intenso que al principio se deja y se busca otra. Se habla de rutina y de algo nuevo: de que "se acabó el amor", como si éste viniera en pastillas en un paquete que al acabarse hay que tirar y comprar uno nuevo. Dicho de otro modo, la monogamia sucesiva es cambiar de pareja cuando notamos que no nos aporta nada nuevo y simplemente porque no estamos dispuestos a ningún tipo de sacrificio. Hemos banalizado el amor y lo hemos situado al nivel de bien de consumo.
Estamos en el siglo XXI y el concepto de pareja ha cambiado. Ya no buscamos desesperadamente a alguien con el único fin de perpetuar la especie en familia y vivir eternamente juntos. Se fueron los fantasmas del ‘vestir santos’ y disfrutamos de nuestra individualidad. La pareja se convierte en un anexo a nuestras vidas, una manera de conseguir el bienestar íntimo. Esta visión hedonista nos hace huir como alma que lleva al diablo cuando las cosas no van bien y rompen el equilibrio emocional. Entonces volvemos a iniciar un nuevo ciclo de soltería hasta que otro objetivo se cruza en nuestro camino. Vamos elaborando un currículo sentimental que no es más que el fruto de nuestro amor por el amor o simplemente consecuencia de un gafe eterno que nos hace equivocarnos una y otra vez. Una lista de conquistas que refleja una más o menos agitada vida sentimental. El seguir o no con la relación dependerá de las bases humanas, sociales y sexuales sobre las que hayamos construido esta historia sentimental.
Pero no hay nada por lo que preocuparse tenemos un instinto de supervivencia que nos hace sobreponernos, una y otra vez, de los tropezones del vivir, sin perder la alegría de un nuevo amor. La pareja de nuestra vida se convierte en las parejas de nuestra vida. Una media naranja con diferentes rostros que van curtiendo un listado de romances para algunos escandaloso, para otros racional. El primero… aquel amor inocente de la niñez; el segundo… con el que descubrimos la palabra infidelidad; el tercero… un hombro en el que llorar; el cuarto… un ligue de discoteca con el cerebro más vacío que el de Homer Simpson; el quinto… el amor verdadero que no llegó a funcionar dios sabe por qué; el sexto… el séptimo… el octavo… el de ahora es el "amor definitivo” si todo va bien y tenemos suerte. Pero, en general, en una sociedad que ha evolucionado hacia la igualdad -al menos en términos nominales- el amor se vive de forma más libre, por ello se acepta que una persona con cierta edad haya tenido varios amantes a lo largo de su vida e incluso hijos de estas relaciones, lo que no les impide volver a enamorarse. Así, sin quererlo, asumimos de forma implícita que el amor no es eterno, que nace y se va transformando a lo largo del tiempo, y que, igual que vino, un día sin darnos cuenta ya no está allí.
¿Qué aprendemos al ir encadenando amores? Que estamos ante un problema de inmadurez afectiva, de falta de valores o, simplemente, tenemos un gafe que no podemos con él.
La sociedad nos individualiza tanto que crea en nosotros la necesidad continua de estar siempre con alguien, es decir, la necesidad de sentirnos queridos y acompañados. Esta situación puede llevarnos a plantearnos la vida en torno a la búsqueda obsesiva del amor, algo que puede aparecer de modo puntual en la vida de un individuo ante relaciones muy pasionales pero que puede acabar generando un síndrome de dependencia que determina un patrón de conducta emocional que deriva en fenómeno psicopatológico. Si no maduramos, la sociedad no hará nada para que lo hagamos.
¿Qué nos lleva a la monogamia sucesiva o, mejor dicho, a la banalización total del amor? Sin lugar a dudas lo primero es la igualdad de derechos y especialmente la independencia económica de las dos partes de una pareja. Esto hace mucho más fácil una separación, una vinculación temporal y el no tener que esforzarse en pensar en los demás. También ayuda a ello el reconocimiento social por parte del estado al reconocer parejas de hecho y crear el divorcio express; pero sobre todo la parte social del entorno que no solo ve con buenos ojos una separación sino que anima a ello viéndolo como el haber alcanzado una nueva meta. A la fase de emparejado le sigue la de nueva soltería, es un paso más hacia la evolución. Quién no sigue este patrón es raro, una excepción. Una separación no es un problema a resolver, no es un fracaso, es una ocasión para recomenzar, consumir y celebrar. Y por último ese "last but not least" que dicen los ingleses la falta de esfuerzo, la falta de convicciones y valores. El ¿para qué luchar? si en ausencia de valores éticos ya se ha banalizado todo y hasta el amor es de usar y tirar.
Si esta situación es el camino a seguir depende de las creencias individuales y de la consideración inicial con la que se comienza una relación. Pero la falta de lucha por lo que uno cree o es una rendición avant la lettre ante un entorno hedonista o simplemente una muestra de falta de valores y madurez.
No le faltó razón a Esteban aunque muchos comentaron, entre plato y plato, que simplemente es una nueva forma de concebir las relaciones personales que acaba enriqueciendo individualmente a la larga en una sociedad que cada vez tiene menos en común con la de nuestros abuelos.
Esteban relacionó el ligue veraniego con el amor con fecha de caducidad, algo que nos pareció normal y obvio a todos. Nos sorprendió cuando dijo que en realidad no existía el ligue veraniego, que eso era algo antiguo y casi propio de la juventud.
-- Ahora vivimos en una época en la que el ligue veraniego se extiende a un periodo más largo: toda la vida. Antes el matrimonio era para siempre en lo bueno y en lo malo si recordáis, cierto que matrimonio no implica amor necesariamente, pero el roce hace el cariño y por motivos sociales de la época se intentaba mantener la -a veces tenue- llama del amor lo más posible. Se era monógamo y si había algo eran aventuras generalmente pasajeras.
Hoy en día como consecuencia de los cambios sociales el matrimonio parece tener fecha de caducidad como cualquier otro objeto de consumo. Se ha convertido en ello, en un bien con obsolescencia programada como una lavadora o un aparato de aire acondicionado y señalo éstos por no hablar de lo ordenadores o teléfonos móviles. ¿Cuánto dura? Pues parece que no depende de nosotros y que es independiente de lo que nos esforcemos por mantenerlo. Hay científicos que lo han definido y nos han quitado un peso psicológico de encima. No somos seres pervertidos e insaciables que cambiamos de pareja por capricho, es la propia naturaleza quien nos marca nuestro sendero sentimental. Según ellos el amor eterno es una utopía. El enamoramiento dura entre año y medio y cuatro. Así, continuar con la pareja más allá de este tiempo es ir contra natura, rebelarse contra el instinto animal. La consecuencia es clara, nos volvemos monógamos sucesivos. Ser monógamo sucesivo es cambiar frecuentemente de pareja pero siendo fieles mientras dura la relación. Eso sí, a rey muerto, rey puesto y el gran dolor de la ruptura se mitiga con una nueva pareja que se encuentra a los dos meses como mucho y con la que nos embarcamos en la misma aventura que si fuera la del mes de agosto; solo que ésta la hacemos durar más aunque en el fondo tampoco creemos mucho en ella, es eso una aventura más en la que si tenemos suerte nos lo pasaremos bien juntos más tiempo. Porque de eso se trata de pasárselo bien. Aquello de en la adversidad... ya no es válido. Terminas tu relación, conoces a alguien te enamoras rápido, tras un tiempo te aburres, lo dejas y a por otra pareja. Como el sentimiento es menos intenso que al principio se deja y se busca otra. Se habla de rutina y de algo nuevo: de que "se acabó el amor", como si éste viniera en pastillas en un paquete que al acabarse hay que tirar y comprar uno nuevo. Dicho de otro modo, la monogamia sucesiva es cambiar de pareja cuando notamos que no nos aporta nada nuevo y simplemente porque no estamos dispuestos a ningún tipo de sacrificio. Hemos banalizado el amor y lo hemos situado al nivel de bien de consumo.
Estamos en el siglo XXI y el concepto de pareja ha cambiado. Ya no buscamos desesperadamente a alguien con el único fin de perpetuar la especie en familia y vivir eternamente juntos. Se fueron los fantasmas del ‘vestir santos’ y disfrutamos de nuestra individualidad. La pareja se convierte en un anexo a nuestras vidas, una manera de conseguir el bienestar íntimo. Esta visión hedonista nos hace huir como alma que lleva al diablo cuando las cosas no van bien y rompen el equilibrio emocional. Entonces volvemos a iniciar un nuevo ciclo de soltería hasta que otro objetivo se cruza en nuestro camino. Vamos elaborando un currículo sentimental que no es más que el fruto de nuestro amor por el amor o simplemente consecuencia de un gafe eterno que nos hace equivocarnos una y otra vez. Una lista de conquistas que refleja una más o menos agitada vida sentimental. El seguir o no con la relación dependerá de las bases humanas, sociales y sexuales sobre las que hayamos construido esta historia sentimental.
Pero no hay nada por lo que preocuparse tenemos un instinto de supervivencia que nos hace sobreponernos, una y otra vez, de los tropezones del vivir, sin perder la alegría de un nuevo amor. La pareja de nuestra vida se convierte en las parejas de nuestra vida. Una media naranja con diferentes rostros que van curtiendo un listado de romances para algunos escandaloso, para otros racional. El primero… aquel amor inocente de la niñez; el segundo… con el que descubrimos la palabra infidelidad; el tercero… un hombro en el que llorar; el cuarto… un ligue de discoteca con el cerebro más vacío que el de Homer Simpson; el quinto… el amor verdadero que no llegó a funcionar dios sabe por qué; el sexto… el séptimo… el octavo… el de ahora es el "amor definitivo” si todo va bien y tenemos suerte. Pero, en general, en una sociedad que ha evolucionado hacia la igualdad -al menos en términos nominales- el amor se vive de forma más libre, por ello se acepta que una persona con cierta edad haya tenido varios amantes a lo largo de su vida e incluso hijos de estas relaciones, lo que no les impide volver a enamorarse. Así, sin quererlo, asumimos de forma implícita que el amor no es eterno, que nace y se va transformando a lo largo del tiempo, y que, igual que vino, un día sin darnos cuenta ya no está allí.
¿Qué aprendemos al ir encadenando amores? Que estamos ante un problema de inmadurez afectiva, de falta de valores o, simplemente, tenemos un gafe que no podemos con él.
La sociedad nos individualiza tanto que crea en nosotros la necesidad continua de estar siempre con alguien, es decir, la necesidad de sentirnos queridos y acompañados. Esta situación puede llevarnos a plantearnos la vida en torno a la búsqueda obsesiva del amor, algo que puede aparecer de modo puntual en la vida de un individuo ante relaciones muy pasionales pero que puede acabar generando un síndrome de dependencia que determina un patrón de conducta emocional que deriva en fenómeno psicopatológico. Si no maduramos, la sociedad no hará nada para que lo hagamos.
¿Qué nos lleva a la monogamia sucesiva o, mejor dicho, a la banalización total del amor? Sin lugar a dudas lo primero es la igualdad de derechos y especialmente la independencia económica de las dos partes de una pareja. Esto hace mucho más fácil una separación, una vinculación temporal y el no tener que esforzarse en pensar en los demás. También ayuda a ello el reconocimiento social por parte del estado al reconocer parejas de hecho y crear el divorcio express; pero sobre todo la parte social del entorno que no solo ve con buenos ojos una separación sino que anima a ello viéndolo como el haber alcanzado una nueva meta. A la fase de emparejado le sigue la de nueva soltería, es un paso más hacia la evolución. Quién no sigue este patrón es raro, una excepción. Una separación no es un problema a resolver, no es un fracaso, es una ocasión para recomenzar, consumir y celebrar. Y por último ese "last but not least" que dicen los ingleses la falta de esfuerzo, la falta de convicciones y valores. El ¿para qué luchar? si en ausencia de valores éticos ya se ha banalizado todo y hasta el amor es de usar y tirar.
Si esta situación es el camino a seguir depende de las creencias individuales y de la consideración inicial con la que se comienza una relación. Pero la falta de lucha por lo que uno cree o es una rendición avant la lettre ante un entorno hedonista o simplemente una muestra de falta de valores y madurez.
No le faltó razón a Esteban aunque muchos comentaron, entre plato y plato, que simplemente es una nueva forma de concebir las relaciones personales que acaba enriqueciendo individualmente a la larga en una sociedad que cada vez tiene menos en común con la de nuestros abuelos.