miércoles, 27 de julio de 2016

Ars Moriendi: La buena muerte




La muerte es castigo para algunos, para otros un regalo y para muchos un favor.
Séneca


La muerte es una quimera: porque mientras yo existo, no existe la muerte y cuando existe la muerte, ya no existo yo.
Epicuro de Samos

Sabemos que nacimos y no tendremos más recuerdo que nuestra vida. Nunca recordaremos haber muerto.
Pablo Neruda, Plenos poderes. Los nacimientos.


Morir bein, como vivir bien son solo deseos si no se trabaja para ello y aún así ninguno depende realmente de nosotros.
Ibrahim S. Lerak, Cuaderno de notas.


La reunión de este mes del círculo cuadrado de la buena mesa fue diferente. No por quienes asistieron, ni por supuesto por la bondad del menú sino por el tema de esta reunión. En las cenas como en los buenos momentos, no se suele hablar de desgracias o muertes de no ser que sea una noticia o algo lejano. Sin embargo en esta ocasión nuestro provocador sacó a colación el tema de la buena muerte. Hablando de las vacaciones, de los accidentes y de sus a veces muy desagradables consecuencias nos llevó a la historia de la clínica cerrada bajo sospecha de inducir a enfermos y no enfermos a morir voluntariamente.

-- Recodaréis que hace unos días una noticia de apenas tres líneas me llamó la atención y os dije que investigaría el tema y os hablaría de él. Una denuncia anónima llevó al cierre de una clínica por inducir a la gente mayor (y a otros más jóvenes) a un suicidio asistido. 

Todos tenemos que morir, la Parca nos visitará a todos y si tenemos la desgracia de padecer una enfermedad terminal o tener un accidente grave es posible que acabemos en muy malas condiciones vitales pero vivos. Cuando los médicos no saben como curarnos la medicina se convierte en paliativa en lugar de curativa. En muchos casos se intenta alargar una vida que ya habría llegado a su fin por medio de una cacotanasia (mala muerte) que no evita el sufrimiento ni la inutilidad de la vida, solo alivia el dolor hasta que éste ya es insoportable. Cuando el dolor es tremendo, inaguantable pero la persona conserva el juicio, a base de medicinas la sumimos en un estado de inconsciencia media o total. Hay consideraciones morales y religiosas que prefieren este estado al de una aplicación de la eutanasia (buena muerte) que no es más que el sueño inducido por barbitúricos seguido de una inyección letal. Sobre estos temas volveré más adelante, la vida es un proceso efímero aunque dure 100 años; pero es la única que hay y hay que intentar vivirla conscientes y felices incluyendo su final.
No es algo nuevo, el Ars Moriendi, el arte de morir, fue escrito entre 1415 y 1450 y es una recopilación de consejos sobre los protocolos y procedimientos para una buena muerte conforme a los preceptos cristianos de finales de la Edad Media. Fue tan popular que se tradujo a la mayoría de las lenguas europeas occidentales y creó escuela. Eso sí, existía la versión larga para quienes supieran leer y la corta de 11 grabados para entenderlo rápidamente y poderlo memorizar. La preocupación por el buen morir no es nueva, aunque ahora tiene menor contenido religioso.
La historia que me llamó la atención es que las autoridades han cerrado una clínica especializada en eutanasia por tener demasiado éxito. Parece que atraía a demasiada gente, no solo a enfermos terminales sino a gente disconforme con su vida o con su cuerpo. Es cierto que nada capta los efectos de una vida triste como el cuerpo humano y muchos de los clientes que acudieron a la clínica tenían miedo a morir pero más miedo a vivirLa clínica debía su éxito al modo de administrar la eutanasia. La mayoría lo hacen en una habitación amplia preparada con música y pantalla de cine en la que el paciente está (o no) rodeado de su gente querida, escuchando y viendo lo que le tranquiliza. Esta clínica hacía lo mismo pero con unos electrodos que estimulan el cerebro y llevan a recordar los mejores momentos de la vida. El paciente revivía realmente esos momentos de alegría y felicidad --escogidos por él o por los familiares si no podía-- y en el momento de su máxima gloria moría feliz, lleno de fuerza y con una gran sonrisa. Podía además verlo en la pantalla y oír lo que su cerebro guardaba como sonido del momento o momentos escogidos. Sin duda una buena muerte o al menos una muerte placentera. 

El cierre se basaba en que el derecho a la eutanasia solo se concede a enfermos terminales que no tengan cura y cuya vida se prevé llena de padecimiento sin alternativa posible salvo la inconsciencia. El propietario, en su defensa, ha alegado que la eutanasia no deja de ser un suicidio asistido, a voluntad expresa manifestada por el propio paciente o por quien le representa. Pero que los motivos para el suicidio no son solo los de salud. Quien está disconforme con su vida y carece de los medios o la voluntad para cambiarla está condenado a sufrir, a ser un problema y a crear conflictos en su entorno. ¿Quién le niega el derecho a una persona a ser feliz un momento? ¿Quién determina lo que puede o no hacer una persona? ¿Un no creyente que no tiene sentimiento religioso carece del derecho a terminar con su vida? Quien crea en la intervención directa de un Dios que vela por cada uno de nosotros seguirá el dictamen de su conciencia, pero quien no encuentra ni esperanza ni consuelo ¿debe ser castigado por ello? 

El propietario acusaba a la sociedad de una doble moral de conveniencia por arrogarse el derecho a decidir quien puede morir y cuando. La sociedad, en si, ha de ser aconfesional, justa y respetar todas las creencias mientras éstas no atenten contra el bien social. Y aquí es donde está el problema. La población es un bien fundamental por ello no se puede disponer de la propia vida, porque altera la composición estructural básica del tejido social. La parte que puede ser productiva no debe desaparecer, no tiene derecho a ello, independientemente de si es feliz o no. La sociedad no mira por los elementos individuales, sino por el conjunto y legisla en beneficio de su supervivencia como ente. Es como si el cuerpo en lugar de eliminar la piel muerta dejara que  cualquier célula pudiera decidir si sigue o no funcionando. El desorden y problema causado impediría el crecimiento o desarrollo del cuerpo. Sin embargo, la piel muerta, la inservible a los fines del cuerpo puede perderse. La sociedad actúa igual, permite la muerte de quienes ya no son útiles bajo la excusa de una compasión basada en el sufrimiento y en la propia incapacidad de ofrecer soluciones eficaces. Se esconde el ahorro en gasto sanitario que supone el mantenimiento de quien desea no seguir con vida (y no ser productivo para la sociedad). Se promueven las discusiones acerca de la ética de la eutanasia sin considerar que quien está en contra es una parte de la población con un sentido religioso (o no) que cree que no se puede ni debe disponer de la vida. Por un lado se abole la pena de muerte bajo el principio de que no nos es dado matar a nadie y por el otro se consiente la muerte individual. Si un preso de por vida pidiera la muerte ¿se la concedería el gobierno? Probablemente no. ¿Y a un enfermo si? ¿No es el disfrute de la vida en buenas condiciones lo que debería determinar el si o el no? ¿Y no es la libertad el máximo disfrute de la vida aparte de la salud?

Dejar de vivir nunca es fácil, puede ser placentero, pero ¿fácil? Sin estímulo positivo que nos lleve a ello sea el confort dado por las religiones o por el momento de gloria revivida como en esta clínica, acercarse a la muerte solo con resignación es cuando menos triste y la pretendida eu-tanasia se convierte en caco-tanasia. Nadie puede disponer de la vida de los demás y uno mismo sabe medir su deseo vital y actuar en consecuencia. El disfrute de la libertad incluye la libertad individual de no querer seguir aunque vaya en contra del interés general.

Durante la cena se habló mucho del Gran Hermano que supone la sociedad, de intereses ocultos y de la doble moral del no matarás... pero si harás la guerra. Fue una discusión larga, interesante y que nos dejó pensativos sobre los límites de la compasión, la libertad y el derecho a la vida.

5 comentarios:

  1. Puedo quitarme la vida para jorobar o mostrar mi disconformidad a quien me la da. Lo malo es que no se quién es, ni si le importa.

    ResponderEliminar
  2. Por cierto ¿me/nos explicas la foto del encabezamiento?
    Gracias.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. La foto es real Herminio, no es una composición y me recordó a un volcán y a la muerte de Empédocles. No hay más. :)

      Eliminar
  3. Tres años después de este post, el debate sigue abierto por un nuevo caso de suicidio asistido de una enferma de esclerosis múltiple, por su marido. La detención y posterior puesta en libertad de éste en Madrid han reabierto el debate sobre la despenalización de la eutanasia, una cuestión que ha quedado paralizada en el Parlamento por el anticipo electoral.
    Nuestra sociedad mira como siempre hacia otro lado... Derecho a morir con dignidad y sin sufrimiento ya!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Es siempre un debate difícil. Posiblemente debería existir un tribunal médico y psicológico que determinara quien tiene derecho a ello porque hay libertades que no se pueden ejercer en una sociedad sin permiso de la misma.

      Gracias por el apunte Sombra:))

      Eliminar