La sonrisa es la línea curva que lo endereza todo.
(Phyllis Diller)
Una sonrisa en el rostro o en los ojos no implica ausencia de problemas sino la habilidad de ser feliz independientemente de ellos.
(Ibrahim S. Lerak, Cuaderno de notas)
¿Quieres sentirte envidiado y especial? Sonríe en el metro.
(Realidad apabullante)
En
una de las reuniones del club de narizones se comentó que solemos tener una
tendencia a sonreír más que los pobres mortales de nariz normal. Se dijo que
podía ser debido a una cierta superioridad por nuestra parte, pero el ponente
nos lo aclaró en la última reunión… es que somos más felices que los demás.
Esta fue su intervención:
--La
sociedad en la que vivimos nos consume psicológicamente. El ruido, el ajetreo, la
tensión producida por los problemas cotidianos terminan minando nuestro
equilibrio mental. No es sorprendente pues que también desarrollemos muchas
enfermedades físicas diferentes. Luchamos en una sociedad que por un lado se basa en la
igualdad y por otro fomenta la diferenciación. Una contradicción que
pagamos con estrés y dudas, más o menos confesadas, sobre si actuamos bien o
no. Como la contradicción es importante la solución es negar las normas y valores anteriores pues
ya no sirven para mostrar “el recto camino”.
Hoy
todo es igual, los edificios son básicamente iguales entre sí y se reflejan
mutuamente, un sistema cerrado en sí mismo, imponiendo lo igual y excluyendo lo
distinto. La gente visualiza solo
aquello que le gusta y es popular. De nuevo, prolifera lo igual, nunca lo
distinto. La moda une y unifica la estética clonando las apariencias. En la
orwelliana 1984 la sociedad era consciente de que estaba siendo dominada; hoy no tenemos
consciencia de dominación sobre la constante
expulsión de la diferencia precisamente porque la aceptamos y creemos que
luchamos contra ella promoviendo la diferencia. Pero la verdad es
que la gente hoy se autoexplota y siente temor hacia el otro, el diferente. Vivimos
en el mundo de lo igual. La gente se
vende como auténtica porque todos quieren ser distintos de los demás, lo que
fuerza el reinventarse uno mismo. Y es imposible serlo hoy porque en esa
voluntad de ser distinto prosigue lo igual. Resultado: el sistema solo permite
que se den diferencias comercializables.
Esta
contradicción entre lo que somos y lo que queremos ser, me recuerda el momento
adolescente en el que les gritábamos a nuestros padres: Yo soy diferente y no estoy en ningún grupo y nos enfadaba que nos contestaran estás en el grupo de los que creen que no
están en ningún grupo. Hemos pasado del poder hacer algo a tener que hacer
algo para ocupar el tiempo y ser como los demás. La diferencia es mínima, ¿Paddle
o tenis? ¿Francés o chino? Se vive con la angustia de no hacer siempre todo lo
que se puede y si no se triunfa, es culpa nuestra. Ahora uno se explota a sí mismo creyendo
que se está realizando; es la pérfida lógica el síndrome de la
persona quemada. La consecuencia es que
ya no hay contra quien dirigir la revolución, no hay otros de donde provenga la
represión. Es
la alienación de uno mismo, que en lo físico se traduce en anorexias
o en sobreingestas de comida o de productos de consumo u ocio y en una rabia
mal contenida cuando algo nos incomoda. Explosiones de exabruptos y violencia… y
por supuesto desdén contra quien tiene el atrevimiento de sonreír, porque muestra
claramente no ya que es diferente, sino que está por encima de los demás. La sonrisa es
felicidad y la felicidad es un crimen contra la igualdad. La sonrisa
es símbolo de equilibrio emocional y espiritual.
Hay
una persecución a quien demuestra ser diferente. Ser observado hoy es un
aspecto central de ser en el mundo. El problema reside en que hemos creado una
cultura narcisista y el narcisista es ciego a la hora de ver al otro y sin ese
otro no puede producir por sí mismo el sentimiento de autoestima. La técnica nos ha permitido cambiar el modo
de comunicarnos, ya no es necesario estar físicamente cerca. Sin la presencia
del otro la comunicación degenera en un intercambio de información.
Las relaciones se reemplazan por las conexiones y así solo se enlaza con lo
igual; la comunicación digital es solo vista, hemos perdido todos los sentidos;
estamos en una fase debilitada de la comunicación; la comunicación global y de
los me gusta solo consiente a los que
son más iguales a uno; lo igual no duele. Hemos abolido la realidad,
lo digital no pesa, no huele, no opone resistencia: pasas un dedo y cambia la
pantalla.
Pero las
emociones existen y algunas si persisten con el tiempo (como la ira, la
tristeza y el miedo) pueden bloquearnos y generar enfermedades. Se sabe que las personas con
problemas de hígado tienden a ser propensas a la ira y al mal humor, los
problemas del corazón están relacionados con la violencia y la crueldad, la
angustia y tristeza causan mal funcionamiento del páncreas y el miedo o la
incertidumbre generan problemas renales. Un modo de luchar contra ello es sonreír.
Puede parecer una tontería pero no lo es cuando sonreímos, el cerebro adquiere la sensación de
satisfacción y emite vibraciones positivas en todo el cuerpo. De
hecho, cuando estamos sonriendo se liberan neurotransmisores como la dopamina y
la serotonina, que ayudan a relajar el cuerpo y bajar la presión arterial. Además, la serotonina actúa como un
antidepresivo. No es coincidencia que muchos de los antidepresivos en el
mercado hoy en día no hacen más que actuar sobre los niveles de serotonina en
el cerebro. Tampoco podemos olvidar que la sonrisa está relacionada con la
glándula tiroides. El acto de sonreír aumenta la actividad de esta glándula,
aliviando el estrés. No es sorprendente que un estudio realizado por la
Universidad Estatal de Wayne haya encontrado que las personas que aparecen en
las fotografías sonrientes viven más tiempo. La sonrisa transmite energía positiva, que
tiene el poder de motivar, calmar, curar y generar bienestar. La sonrisa es un camino a la felicidad. Es
gratis, fácil y además, gratificante. Nos facilita la interacción diaria con
los demás y nos hace más empáticos con los que nos rodean. Y además es
contagiosa. Un estudio de la Universidad de Harvard demostró que cuando alguien
está contento, la gente de su alrededor tiene un 25% más de probabilidades de
ponerse contento también… aunque luego le critiquen por la espalda en cuando ha
desaparecido el efecto hipnótico de la sonrisa.
La sociedad
masifica para poder crecer a un ritmo elevado. Cuanto más iguales son las
personas, más aumenta la producción. El capital necesita que todos seamos
iguales. Vivimos en una época de conformismo radical hasta el punto de que la universidad
tiene clientes y solo crea trabajadores, no forma espiritualmente;
el mundo está al límite de su capacidad y no se coopera; se siente temor por
los refugiados porque son vistos como una carga y con resentimiento.
Nos
falta tiempo siempre y para todo. Necesitamos
un tiempo propio que el sistema productivo no nos deja; nos hace falta un tiempo de fiesta, que
significa estar parados, sin nada productivo que hacer, pero que no debe
confundirse con un tiempo de recuperación para seguir trabajando; el tiempo
trabajado es tiempo perdido, no es tiempo para nosotros y, curiosamente, ese
tiempo lo creamos cuando sonreímos. La sonrisa nos hace disfrutar del
momento, alarga el tiempo y lo convierte en productivo personalmente. ¿O no?
La
provocación era clara: ¿sabemos sonreír? ¿Lo hacemos? Al menos en el tiempo de
la discusión muchos notamos que si, que la sonrisa nos hacía disfrutar más del
rato que estamos juntos en las reuniones mensuales. El saber llevarse la
sonrisa a casa… es personal pero posible.