Cuando no hay normas hay gritos.
(Ibrahim, S. Lerak, Cuaderno de notas)
La familia es aquello que se reúne para comer y beber y que el resto del tiempo no existe.
(Realidad social general)
La
reunión del círculo trató esta vez sobre un aspecto que se lee pero se comenta
poco: la violencia de hijos hacia los padres. Se conocen casos, se ven en la TV
y se habla… efímeramente de ello. Nuestro ponente (jurista en ejercicio) nos
dio su provocadora visión del tema.
Violencia
filio-parental es la reiterada agresión física (golpes, empujones, arrojar
objetos), verbal (insultos repetidos, amenazas) o no verbal (gestos
amenazadores, ruptura de objetos) dirigida a los padres o a quienes ocupan su
lugar. En general cualquier tipo de violencia repetitiva ya sea física o
psicológica.
No
usaré explicaciones simplistas del tipo "la violencia se hereda",
"la violencia se aprende", "la violencia es reflejo de
los cambios en la sociedad", pero tampoco hace falta ser un experto en
la materia para saber que cuando un hijo pega a sus padres algo no anda bien en
la familia y que hay malestares familiares y sociales que no somos capaces de ver. Si incluimos la educación fallida en la
categoría de disfunciones podemos asociar cualquier violencia de este tipo a
una disfunción familiar de una forma más o menos directa.
Aunque
la violencia presenta su mayor gravedad en la adolescencia, se pueden detectar
con anterioridad pautas que pueden indicarla en el futuro. Entre otros factores
la sobre-exigencia hacia los hijos, la falta de límites y normas y, en general, una
incoherencia en la educación por parte de los padres. Muchos de estos
adolescentes, de pequeños fueron diagnosticados con "trastornos de
conducta" o "trastorno por déficit de atención e
hiperactividad". Sucede con mucha
frecuencia en familias monoparentales. Parece que no es la familia monoparental
en sí lo que eleva el riesgo de violencia, sino que lo es una familia monoparental
constituida tras un suceso reciente que altera la estructura familiar
(separación, divorcio, pérdida de custodia por uno de los progenitores, etc.).
Es una violencia ejercida por adolescentes de ambos sexos y más frecuente en
hijos únicos o primogénitos. Curiosamente la probabilidad de agresión desciende
conforme al número que ocupa el agresor en el número de la fratría.
La
sociedad actual vive un momento de mandato imperativo del goce,
independientemente de que se pueda alcanzar razonablemente o no. Lo que forma la
base del pensamiento es precisamente que todo es posible y que no debemos
renunciar a nada. Y esto alcanza a los hijos. Queremos tener hijos
pero sin hacer ningún esfuerzo laboral o personal. Niño no molestes es un dogma familiar
intocable y dedicación es una palabra desconocida en lo que se llama educación. Algo que no nos debe extrañar ya que hay una real
dejación de deberes educativos que se exige los tome la escuela como un deber
más aparte de la instrucción. Desde hace unas décadas se han ido modificando
profundamente las formas de todos los tipos de relación dando paso a una
precarización creciente de los vínculos que cada vez son más individualistas y
narcisistas. Se reclaman, en este nuevo discurso de la paternidad, a los
hijos como un derecho indiscutible y natural de los padres, haciendo una
peligrosa equivalencia deseo = derecho. De esta manera el hecho de tener hijos,
en nuestra sociedad se está convirtiendo
en un objeto más de consumo. Un derecho que no considera el deber de una educación
personal, familiar y por tanto propicia la pobreza relacional, si es que llega a
existir.
El
rápido cambio del autoritarismo educativo a la no educación y a una educación
demasiado permisiva o sobreprotectora donde se intenta compensar la falta de
contacto con los hijos con regalos o aceptando todas sus exigencias y caprichos
puede explicar, en parte, por qué los hijos se acaban convirtiendo con
frecuencia en tiranos de sus padres. Saben que a base de insistir un “no es no”
inicial acaba por ser un “toma, calla y promete” con una promesa que se puede
romper en cualquier momento.
Si
coincidimos en ello podemos preguntamos entonces si no se estará demonizando a los adolescentes conflictivos y agresivos,
convirtiéndoles en el paciente identificado en lugar de a lo que causa este
comportamiento. ¿No será la violencia ascendente una forma de
rebelión a este estado de cosas? ¿No será quizás una forma de reacción y
subversión agresiva a la lógica hedonista y falta de normas? ¿No será acaso que
los adolescentes, desde sus conflictos particulares, se erigen hoy como
portavoces que denuncian todo un sistema social fallido y enfermo? No hace
falta llegar a la violencia extrema, pero si pensamos en muchachas de 13 años
vestidas demasiado provocativamente y muchachos de 14 con aires de macho alfa
posiblemente veremos que no son ellos los culpables, sino la falta de valores,
normas y límites en la sociedad actual.
El
padre se ha ido convirtiendo en una figura más paritaria. Ya no es objeto de
respeto, solo es por la fuerza del dinero y del confort que puede dar que se le
hace caso. Todo es opinable y exigible en cualquier momento y de cualquier
modo. El concepto de obligación por parte de los hijos está muy difuminado, tanto
que ni se ve. No todo es negativo en esto, ahora ya no se es padre por derecho
sino que se ha de aprender el cómo serlo, bajo la atenta mirada de toda
la sociedad. Los
padres de las jóvenes generaciones tendrán que manejar tres tipos de relaciones
y ante todo construirlas: con una mujer madre, con los poderes públicos y con
los hijos que ya no son, e indudablemente no volverán a ser jamás, únicamente
suyos.
El uso del chantaje emocional por parte de hijos y
padres puede dar lugar a brotes de violencia porque tapan la vacuidad de los
argumentos usados. En unos casos porque no hay nada que ampare un deseo y en
otros porque no hay normas que expliquen el camino a seguir para lograrlo. Si a
esto le sumamos que la adolescencia es una etapa altamente conflictiva para el
infante porque ha de encontrar por él mismo sus normas, sus valores y su
camino, porque ha de organizar su vida y su psiquismo y que no hay estructura
familiar para soportar esto se entiende mejor la explosión emocional de “todo
es una mierda y se hace lo que yo digo”.
Hay una razón importante para ello, no la única claro, pero razón de
peso. En la ausencia de familia y de peña de
amigos, peña física, se buscan las opiniones en la familia virtual, la que se
construye para subsanar la falta del entorno arropador. Y esa
familia virtual apoya indefectiblemente al adolescente y le da seguridad en sí
mismo entonando un claro “tú lo vales, tú lo mereces, tú lo puedes”, “exígelo”.
Para los padres esto supone una ruptura del status
quo anterior que se resuelve normalmente con una mano de hierro cuando ya ha
fallado la educación y la compensación con regalos. Ante dos mundos
hedonísticos similares surge la lucha. Como en todas las guerras, nadie gana,
todos pierden; pero lo malo es que es evitable en una sociedad que puede hacer
una previsión de las necesidades y puede implantar valores mínimos.
Lamentablemente esto requiere una previsión a largo plazo y la misma estructura
de “aprovecha el ahora que la vida son dos días” impide una planificación que
puede exigir sacrificios a corto plazo.
Si no se busca la durabilidad en los objetos que se compran ¿puede buscarse en
algo más etéreo que es la educación y la pervivencia de la sociedad? El individualismo mata y el mensaje actual es “niño sé
diferente”. ¿No es incoherente quejarse de lo que provocamos nosotros mismos?
La sobreprotección es también un arma muy afilada,
lo vemos en los jóvenes que tienen baja autoestima, que sacan malas notas, que
tratan con poco (o nulo) respeto a los padres y que claramente no muestran
ilusión o iniciativa alguna que vaya más allá de las próximas 24 horas. Estos jóvenes suelen sentirse presionados por
todo, profesores, padres, ambiente e incluso hermanos. Suelen sentirse
infravalorados. Se les exige que elijan y actúen
pero cuando lo hacen los padres le enmiendan la plana y critican esa elección.
Se les da una responsabilidad y en el momento de la verdad bajo la excusa del “es
mejor para ti” se les sobreprotege y además se les anula su discernimiento y
elección. En general los padres actúan de buena fe pero sin
conocimiento y sin pararse a pensar en lo que realmente conviene. No renuncian
a sus vacaciones si el alumno suspende todo. No hay enseñanza de sacrificio
para lograr algo y las responsabilidades se trasladan fuera.
Ciertamente hay violencia en las familias y cuando
estalla lo que hace es mostrar el fracaso social, no la indocilidad de los
hijos; o al menos no siempre.
La discusión fue sin violencia pero muy larga,
salieron varios casos particulares a debate y al final, todos nos llevamos a
casa una parte de la responsabilidad para mejorar el entorno familiar, cada uno
a su modo, pero con el objetivo de eliminar tensiones.
"En la ausencia de familia y de peña de amigos, peña física, se buscan las opiniones en la familia virtual, la que se construye para subsanar la falta del entorno arropador."
ResponderEliminarNo debemos quejarmos de los hijos, sino de nuestra dejadez al educarles.
... y preparar un gran pacto por la educación de padres además de los hijos.
ResponderEliminarGracias por el apunte Herminio :))