sábado, 29 de febrero de 2020

Autoestima





Hay demasiadas personas que sobrevaloran lo que no son y subestiman lo que son.
--- Malcolm S. Forbes

La autoestima baja es como conducir por la vida con el freno de mano puesto.
--- Maxwell Maltz

En la peregrinación de la vida cuenta el hacerla. Nadie mira los pies ni las manos, solo cuenta el participar y hacer el camino lo mejor que se puede.
--- Ibrahim S. Lerak (Cuaderno de notas) 

En la reunión del club de narizones se había comentado muchas veces el gran complejo que tenían algunos de sus miembros por lo que precisamente les permitía ser miembro del club. Algunos declararon tener una autoestima baja debido al complejo. Era normal que el tema se tratara en una de las ponencias y así fue en la última.

El secretario, ya con más edad en lugar de tomar notas pidió al orador una copia de su presentación 😁, que reproduce a continuación: 

A veces nos arrepentimos de lo que hemos hecho. Si nuestros actos han causado algún mal no intencionado podemos lamentar haber hecho ese “algo” que ha causado daño directa o indirectamente; pero si la acción que ha resultado en algo negativo (nadie se arrepiente de haber hecho algo que sea positivo, al contrario, se vanagloria de ello aunque haya sido por casualidad) no ha sido ni intencionada ni por falta de ponderación ¿ha lugar el arrepentimiento?

Todo lo que hemos hecho en el pasado es la base sobre la que hemos construido lo que somos hoy. Si se deshace habrá que repararla con el esfuerzo que cueste, pero no mantenerla y arrepentirse por haberla puesto mal. Por lo tanto, a lo hecho pecho; más aprendizaje y menos lamentos. Suena a manual de autoayuda ¿verdad?, a eso de quiérete, ámate, perdónate, sé uno con el universo… pero no; esta charla no va de ello, al menos en este aspecto. Va de arrepentimientos que no deben existir y en beneficio de la autoestima. Imaginemos la escena siguiente: Mis yos cobran vida y hay una reunión en la que estamos, mi yo niño, mi yo adolescente, mi yo universitario, mi yo adulto y algunos otros yoes significativos. Cada uno en su momento y con sus características incluido mi yo actual, el que soy ahora.

Hablando con ellos podría animar al yo que estaba esperando un ascenso, consolar al yo al que la novia le dejó por otro, dar ánimos a todos porque mi yo actual conoce el pasado y ellos no conocen su futuro. Estaría bien. La mayoría de las conversaciones serían alegres y animosas; en realidad todas excepto una, la que tendría con el yo que hizo aquella atrocidad de la cual me arrepiento aún hoy. Posiblemente le recriminaría su acción, su falta de visión o de reflexión… lo que fuere y no de buenas maneras.  Todos los otros yos pararían las risas y la fiesta sería un desastre a partir de ese momento, pues en lugar de compartir con los yoes positivos me centraría en el negativo abandonando a los demás.

En la vida pasa lo mismo, hay que celebrar lo positivo y no centrarse en lo negativo. Arrepentirse si, sin hacer de ello un melodrama ni rebajar la autoestima. Entre otras cosas porque el arrepentimiento puede llevar a problemas psicológicos porque reniegas de una parte de ti mismo y lo conviertes en vergüenza y resentimiento. Si esto domina (y es fácil que domine porque lo negativo se pega como una lapa al alma) acabas siendo un amargado y acabas siendo rechazado por los demás.

La manera de superarlo no es ignorarlo, es aceptarlo, entender que es una parte nuestra y vivir con ello sin resentimiento. Es como ir a la cárcel por una falta y salir habiendo pagado la multa. Hecho está. Pagado también. No quiere decir esto que debamos estar orgullosos de ello, pero tampoco estar abatidos, la autoestima nos ayuda a creer en nosotros mismos. Y la autoestima se educa.

Suele decirse que la gente que tiene una alta autoestima triunfa. Se suele educar a la gente diciendo, persevera, cree en ti mismo y lo lograrás. La autoestima se ha tomado como la medida de cómo nos encontramos con nosotros mismos. ¿Crees en ti? Triunfas. ¿No crees en ti mismo? Fracasas. Por tanto manuales de autoayuda y a desconectar con lo que nos digan los demás. Eso era y sigue siendo en muchos casos la creencia y la práctica; si tu autoestima es baja posiblemente seas un delincuente, machista, violento y si es alta serás casi un santo y brillante. Lo malo es que no es así, más bien todo lo contrario: la autoestima sube cuando te salen bien las cosas.

Hay muy poca correlación estadística entre autoestima y bondad como se había sugerido en el pasado; de hecho, los criminales violentos son de los que tienen una mayor autoestima. La verdad es que la autoestima puede ser algo positivo o algo negativo en función de lo que  consideremos.  Tanto es así que en lugar de hablar de mayor o menor autoestima es más correcto hablar de lo que podemos llamar autoestima sana y autoestima tóxica. La autoestima sana se basa en cómo nos sentimos con relación a las cosas que podemos controlar. Quizás no podemos controlar el dinero que ganamos, pero si podemos controlar el esfuerzo que hacemos para aumentar nuestras posibilidades económicas. En lugar de deprimirnos por un sueldo bajo nos vamos arriba por lo que luchamos en contra y esto nos hace sentir bien. Tenemos, pues, una autoestima positiva.

La autoestima tóxica deriva de las cosas externas que no podemos controlar y que hacen nuestra vida más dura si medimos con una métrica que podríamos llamar estándar. Si por algún motivo tenemos la “piel fina” y nos molestan comentarios de otros que sentimos destinados a nosotros puede que no solo se vea afectada la autoestima, sino la vida misma incluso, pues la negatividad marcará nuestras acciones. Suele deberse a que miramos la autoestima como un fin (lo que se decía antes que era así) en lugar de un subproducto de una habilidad. La consecuencia es que queremos sentirnos bien haciendo algo en lugar de hacer algo bien que generará un bienestar y por tanto autoestima. El mundo no conspira contra nosotros, pero si no sabemos o no nos preocupamos de ver la parte positiva de lo que nos sucede, nos hundiremos en una visión tremendista contra la que no podremos luchar y lo que es peor, nos acomodaremos en ella.

Desgraciadamente la sociedad machaca al individuo con la necesidad de que se sienta bien, feliz y autorrealizado… para que consuma más de lo que sea. Gimnasio, viajes, objetos o antidepresivos, poco importa. La cuestión es consumir. Parece que solo por nacer ya somos especiales, únicos y muy fantásticos. Si no lo notamos… es que algo va mal. Y si nos lo creemos, la autoestima es tóxica y negativa para nuestra salud mental, porque tenderemos a la sobreactuación para cubrir la diferencia. La pregunta entonces es saber si se puede crear una autoestima sana, positiva y que dure.

Pensemos que la autoestima no es más que un indicador de como creemos que nos irá el futuro. Si la mayor parte de las veces resolvemos bien la incertitud de lo que pasará seremos felices y de autoestima alta. Si es lo contrario lo que pasa, tendremos una sensación de fracaso y baja o nula autoestima que nos machacará cada vez que queramos emprender algo. Además  para nosotros y frente a los demás seremos unos deshechos y nos lo creeremos. Pero se basa en el pasado y puede cambiar si se quiere cambiar. Una vez más es la actitud quien lo controla.

Para cambiar lo primero es pensar si de verdad tenemos la autoestima baja o en realidad es un subterfugio para ir más cómodamente por la vida. Muchas veces la emoción, que de por sí es temporal, la convertimos en eterna porque nos exime de ciertas responsabilidades. Si aceptamos que una emoción es temporal, podemos pasarla al cajón del pasado. Ya ha cumplido su objetivo, ya ha pasado… y si ya ha pasado, podemos recobrar la visión objetiva y trabajar en la solución. Como si de un tenista se tratara, curada la lesión, toca entrenar. Si realmente hay problemas con la zurda, entrenaremos para parar golpes y desarrollar la derecha; no entrenaremos para tener la mejor zurda del torneo. Hay que aceptar las limitaciones, pero trabajar sobre ellas con una visión realista.

Desde luego lo que no hay que hacer es machacarse con una visión negativa de nosotros mismo porque es pegajosa y no se va. Llamar la atención por la compasión solo trae soledad, igual que su contrario. Hay que mirar la escena de lo que ha sido negativo desde fuera. Solo así se aprende y solo así se puede decidir un cambio. Aconsejémonos como lo haríamos a nuestro mejor amigo, de hecho deberíamos ser nosotros nuestro mejor amigo ¿no?

La buena autoestima viene cuando se aceptan limitaciones, pero se lucha por superarlas, no solo si se superan. Es el esfuerzo lo que cuenta. El premio está en el intento, no en el resultado de la acción. No hay que ser el mejor, pero si intentarlo. Desde luego nada de focalizar en lo negativo salvo que queramos vivir en la depresión; pero entonces no tendremos problema ya que ni se nos ocurrirá pensar que hay solución.

La autoestima no es más que una valoración de una amistad. La de mi yo conmigo. Por lo que nos importa y concierne, mejor es llevarse bien; al fin y al cabo sabemos de qué pie cojea esa amistad y podemos hacer que sea larga y buena.

Acabada la ponencia surgieron muchos comentarios sobre las razones de la baja o alta autoestima y de si era posible aumentarla. Todos hablaron y participaron, seguros de que su intervención había sido buena... y salieron con mayor autoestima por haber estado acertados. 



2 comentarios:

  1. “Si aceptamos que una emoción es temporal, podemos pasarla al cajón del pasado. Ya ha cumplido su objetivo, ya ha pasado”
    “En la vida hay que celebrar lo positivo y no centrarse en lo negativo”. Me quedo con ambas ideas.... Aunque debo advertirle mi querido albardan, que ambas conllevan un largo proceso de aprendizaje y que no todos los mortales tenemos tal capacidad
    En momentos difíciles, a menudo tendemos a intentar no pararnos a analizar nuestras emociones, porque si lo hiciéramos, tememos que nuestras vidas se pongan patas arriba. Pero ¿es pura supervivencia o miedo?

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  2. Ambas requieren un aprendizaje porque ambas luchan contra lo que nos han enseñado. Se nos ha dicho que somos animales racionales y por tanto debería costar menos aplicar la razón que la emoción, pero quizás seamos seres emocionales que razonan y por ello cuesta tanto. Por otra parte no recordar lo negativo implica para el cerebro tener menor capacidad de reacción ante un peligro, algo para lo que no estamos programados. Cundo en momentos difíciles reaccionamos sin analizar ni situación ni emociones, es el instinto quien se apodera de nosotros; es una forma de inteligencia, si, pero muchas veces errónea. Lo conocido (aunque sea malo) se domina, lo desconocido ... da miedo.
    Gracias por el apunte anónimo :))

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