martes, 15 de marzo de 2022

El subconsciente y el arte de pensar

 




¿Qué pasó con Pepito Grillo?
Lo mató Pinocho; empuñó un martillo y le aplastó la cabeza contra un muro.
Pinocho

El subconsciente es un gran traidor bien intencionado, solo quiere que no suframos y por eso nos engaña.
Ibrahim S. Lerak (Cuaderno de notas)


El otro día, yendo en metro, oí a un chico decirle a su compañero de viaje -en un tono visiblemente molesto y algo subido- “no seas cenizo, no hagas de Pepito Grillo”. Me llamó la atención porque es infrecuente mezclar ambos conceptos y estaba claro que lo que le molestaba era que le llamaran la atención sobre algo que él mismo veía como un problema. 

Un cenizo es una aguafiestas, alguien a tiene mala suerte o la trae a los demás.  Imagino que la expresión escuchada iba por el camino de “no traigas la mala suerte, no seas agorero”, pero al combinarla con Pepito Grillo, la mala suerte era que el subconsciente tuviera razón. Pepito Grillo simboliza la consciencia moral, esa voz interior que nos obligaría a actuar de un modo determinado y que nos dice si son correctas nuestras acciones o no, lo que nos capacita para distinguir y vivir los valores humanos. Muchas veces, esa consciencia aparece como el subconsciente que nos habla y nos avisa o nos recuerda o nos previene ante nuestras acciones. 

El subconsciente es como el amigo prudente que no nos deja caminar por la montaña porque igual nos ataca una serpiente o nos pica un escorpión. Todos los temores y prudencia del mundo se unen en él para nuestra seguridad, claro que ese amigo solo ha leído libros y es un pesimista, prudente pero pesimista y fácilmente manipulable. Ahí es donde tenemos un problema, porque mezcla conceptos morales con otros de vida segura y de vida cómoda. El resultado es que es extremadamente sensible a los mensajes externos no procesados, no filtrados por la mente. 

Se ha escrito mucho como influir sobre la gente de modo que casi no se note. Hay miles de estudios que analizan las causas de nuestros pensamientos y qué se puede hacer para modificar nuestra reacción o nuestra percepción de un hecho. Los casos obvios son los escaparates cuidadosamente estudiados para captar la atención; entramos en una de las tiendas y notamos una temperatura concreta, flota un perfume muy específico y oímos una música determinada cuya única misión es despertar nuestras emociones con el fin de seducirnos y reducir el saldo de la cuenta bancaria. O cuando vamos al supermercado y hay que recorrer toda su superficie para encontrar lo que buscamos; los productos cambian de lugar como por arte de magia cada poco, aunque lo primero que siempre está nada más entrar son grandes ofertas, con sus rótulos gigantes y llamativos, y lo último, ya en la línea de cajas, los chicles, caramelos, pilas y objetos de último momento o de capricho.

Estás buscando realizar un curso online y te encuentras con páginas de lanzamiento de supuestos expertos con titulares llamativos y colores contagiosos que te dicen que tienen lo que necesitas, que si haces su curso conseguirás aquello que te propongas, con testimonios perfectos de gente que ha triunfado gracias al curso, con el refuerzo de apariciones en conocidos medios de comunicación que le dan relevancia, y que por supuesto la casualidad ha querido que hayas llegado en el momento perfecto porque tienes a tu disposición un descuento espectacular con fecha de caducidad que no debes dejar pasar.

Escuchas o miras una tertulia política y te das cuenta de que las opiniones, los resultados y las estadísticas bailen al son de la ideología que las examina, y en función de si el partido está gobernando o en la oposición; ves un programa matinal de estilo de vida en televisión y te llueven recomendaciones avaladas por médicos que misteriosamente no siguen sus propios consejos; en los telediarios las noticias catastróficas o de desgracias asoman por doquier y piensas sin saberlo que tienes mucha suerte porque todo está muy mal y que en este planeta nada bueno sucede. ¡Qué suerte tenemos de vivir tan bien!, a pesar de nuestras deudas y de nuestros males. 

Mil y una trampas de ejemplos cotidianos de condicionamiento y manipulación subliminal hasta provocar dolor de cabeza si nos parásemos a enumerarlas, pero creo que ya ha sido suficiente para que os deis cuenta de quienes son los que mejor conocen el poder del subconsciente, y de cuales son algunas de las estrategias que usan para que, pensando que tomamos decisiones racionales y libres, acabamos haciendo y viendo el mundo como a ellos mejor les conviene. Márquetin o mercadotecnia, llamadlo como querías, el efecto es el mismo: yo manipulo, y tú libremente te echas en mis brazos. 

Nuestro subconsciente no solo dirige y controla sin descanso miles de funciones biológicas esenciales para la vida que suceden en todo momento en nuestro organismo, sino que también tiene una enorme responsabilidad en lo que respecta a nuestra conducta y opiniones porque la evolución ha querido que la mayoría de procesos de percepción, memoria, atención, aprendizaje y juicio queden fuera del alcance de nuestra consciencia. Y resulta que, para nuestra desgracia, nuestra percepción es muy limitada y bastante fácil de engatusar, nuestra atención es fácil de dirigir y nuestra memoria más falsa que un duro sevillano.   

Todos nuestros recuerdos permanecen en un enorme almacén fuera de nuestro control consciente en el que se van distorsionando con el paso del tiempo (si no los introducimos ya deformes de origen), adecuándose a cómo somos e interpretamos la vida en el momento presente, y preparados para hacernos creer que lo que recordamos sucedió de esa manera, cuando la realidad es que ni tan siquiera los testimonios que se realizan bajo juramento en los juicios resultan fiables. No recordamos lo que fue, sino que reelaboramos y reconstruimos los hechos cada vez que los rescatamos de la memoria y los ponemos encima de la mesa, así que cuando escuches a alguien decir “lo recuerdo como si estuviera allí” ya puedes explicarle cuáles son los siete pecados de la memoria y buscar la realidad. 

Tenemos decenas de miles de pensamientos cada día, ni nos es posible llevar la cuenta. De ellos, solo una pequeña parte se hacen conscientes y con ello creemos que tomamos decisiones lógicas y racionales, cuando resulta que están basadas en condicionamientos, experiencias, aprendizaje, recuerdos y automatismos que se han ido almacenado en nuestro subconsciente sin que nuestra consciencia haya intervenido de manera relevante en el proceso. Si creemos que nuestras decisiones no están condicionadas y son libres, que podemos elegir lo que somos o podemos ser lo que queramos, es que estamos en un nivel de ignorancia muy alejado de la tan cacareada y ansiada libertad. 

El subconsciente recibe y procesa información a través de la percepción y los sentidos, mucha información, entiende e interpreta el lenguaje de las sensaciones y habla a través del de las emociones, las cuales están ahí por algo ya que evolucionaron para un propósito: mantenernos con vida. Y si nos han de engañar … nos engañan. 

Emociones como miedo, alegría, tristeza, ira, asco o insatisfacción son inherentes a la naturaleza humana porque son un mecanismo de supervivencia cuidadosamente preservado por medio de la selección natural. Por tanto, no es casualidad sino causalidad el que sea a través de los sentidos y de nuestras emociones que nos asaltan por doquier quienes quieren influir en nosotros con el fin de dirigir y condicionar nuestra conducta en pos de sus intereses. 

El 90% del control del comportamiento lo maneja el subconsciente y, por tanto, tenemos que aprender como rebajar ese porcentaje para ser más nosotros y menos el resultado delo que nos imponen. Para ello hay que desarrollar el hábito de reflexión, el pensamiento crítico y la higiene mental. 

Obediencia ciega a credos y tradiciones, supersticiones, costumbres e ideas que no son propias, malos hábitos mentales, patrones de pensamiento tóxicos, y creencias limitantes e irracionales son actitudes que nos suelen provocar peores sufrimientos que cualquier dolor físico. También pueden dejarnos peores y más profundas cicatrices y por supuesto evitan que seamos felices, pues nunca tendremos todo aquellos que quieren los que nos manipulan. 

El ser humano no sabe vivir simplemente por el hecho de hacerlo; hemos evolucionado de tal manera que necesitamos encontrarle un sentido a todo lo que se nos presenta, si es que queremos avanzar y ser felices. Pero no basta con encontrar sentidos, tener de todo o experimentar mucho, pues la felicidad depende del modo de pensar, de sentir y de ser, de una actitud ante la vida donde aprender a pensar es la mejor herramienta que disponemos para alcanzarla. No podemos ser felices sin saber pensar correctamente, porque la felicidad es algo que se aprende.

¿Y cómo se aprende a pensar? Pues es un problema aparentemente difícil de explicar, porque el manual no existe, pero si hay unas cuantas herramientas útiles para ello y al alcance de todo el mundo “sin distinción de raza, sexo, orientación política y otras zarandajas.” Estas herramientas son: 

.- La CURIOSIDAD por todo, el preguntarse todo y querer saber y entender. Es inabarcable y hay material para toda la vida.

.- El ESCEPTICISMO y que por definición no juzguemos como negativo lo que no hemos probado y no conocemos.

.- La HIGIENE MENTAL, que consiste en la reducción de todo lo que no permita lograr un equilibrio emocional. Las actividades y acciones que cuidan de los pensamientos, ayudan a gestionar las emociones, previenen comportamientos negativos y favorecen una mejorar la calidad de vida.

.- El PENSAMIENTO CRÍTICO, que no es más que la capacidad de analizar y evaluar la consistencia de los razonamientos.

.- La CONSCIENCIA, el conocimiento responsable y personal que tenemos de lo que hacemos y las razones por las que lo hacemos y juzgamos nuestros actos.

.- El ATREVIMIENTO, quien no osa, quien se para ante la duda, está perdido. Lo dice el refranero: quien no arriesga no gana. 

Pero hay también un par de enemigos y no son débiles:

        .- El ¿qué dirán, juzgarán y como actuarán los demás?
        .- El si todos lo dicen ¿voy yo a saber más que ellos?
        .- El ¿y eso me ayuda a vivir mejor y más feliz?
        .- El yo no voy a cambiar el mundo

Precisamente casi todo esto puede relacionarse con un pensamiento desarrollado hace muchos años por Erich Fromm, simplemente el miedo a la libertad. Es mucho más cómodo y confortable. Pensar igual que un grupo, es decir, no pensar por ti mismo, sino tener todas las respuestas previamente dadas. ¡Qué descanso mental! 

Y, además, suele ser más conveniente, socialmente hablando, porque el grupo te apoya. Pensar por ti mismo y no ampararte en un dogma grupal te deja mucho más a merced del viento y de la inquina de los demás. 

La decisión, como siempre, es nuestra. ¿Queremos pensar y ser felices, o preferimes solo vivir y que el viento de la vida nos lleve por su camino?

No hay comentarios:

Publicar un comentario