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martes, 15 de marzo de 2022

El subconsciente y el arte de pensar

 




¿Qué pasó con Pepito Grillo?
Lo mató Pinocho; empuñó un martillo y le aplastó la cabeza contra un muro.
Pinocho

El subconsciente es un gran traidor bien intencionado, solo quiere que no suframos y por eso nos engaña.
Ibrahim S. Lerak (Cuaderno de notas)


El otro día, yendo en metro, oí a un chico decirle a su compañero de viaje -en un tono visiblemente molesto y algo subido- “no seas cenizo, no hagas de Pepito Grillo”. Me llamó la atención porque es infrecuente mezclar ambos conceptos y estaba claro que lo que le molestaba era que le llamaran la atención sobre algo que él mismo veía como un problema. 

Un cenizo es una aguafiestas, alguien a tiene mala suerte o la trae a los demás.  Imagino que la expresión escuchada iba por el camino de “no traigas la mala suerte, no seas agorero”, pero al combinarla con Pepito Grillo, la mala suerte era que el subconsciente tuviera razón. Pepito Grillo simboliza la consciencia moral, esa voz interior que nos obligaría a actuar de un modo determinado y que nos dice si son correctas nuestras acciones o no, lo que nos capacita para distinguir y vivir los valores humanos. Muchas veces, esa consciencia aparece como el subconsciente que nos habla y nos avisa o nos recuerda o nos previene ante nuestras acciones. 

El subconsciente es como el amigo prudente que no nos deja caminar por la montaña porque igual nos ataca una serpiente o nos pica un escorpión. Todos los temores y prudencia del mundo se unen en él para nuestra seguridad, claro que ese amigo solo ha leído libros y es un pesimista, prudente pero pesimista y fácilmente manipulable. Ahí es donde tenemos un problema, porque mezcla conceptos morales con otros de vida segura y de vida cómoda. El resultado es que es extremadamente sensible a los mensajes externos no procesados, no filtrados por la mente. 

Se ha escrito mucho como influir sobre la gente de modo que casi no se note. Hay miles de estudios que analizan las causas de nuestros pensamientos y qué se puede hacer para modificar nuestra reacción o nuestra percepción de un hecho. Los casos obvios son los escaparates cuidadosamente estudiados para captar la atención; entramos en una de las tiendas y notamos una temperatura concreta, flota un perfume muy específico y oímos una música determinada cuya única misión es despertar nuestras emociones con el fin de seducirnos y reducir el saldo de la cuenta bancaria. O cuando vamos al supermercado y hay que recorrer toda su superficie para encontrar lo que buscamos; los productos cambian de lugar como por arte de magia cada poco, aunque lo primero que siempre está nada más entrar son grandes ofertas, con sus rótulos gigantes y llamativos, y lo último, ya en la línea de cajas, los chicles, caramelos, pilas y objetos de último momento o de capricho.

Estás buscando realizar un curso online y te encuentras con páginas de lanzamiento de supuestos expertos con titulares llamativos y colores contagiosos que te dicen que tienen lo que necesitas, que si haces su curso conseguirás aquello que te propongas, con testimonios perfectos de gente que ha triunfado gracias al curso, con el refuerzo de apariciones en conocidos medios de comunicación que le dan relevancia, y que por supuesto la casualidad ha querido que hayas llegado en el momento perfecto porque tienes a tu disposición un descuento espectacular con fecha de caducidad que no debes dejar pasar.

Escuchas o miras una tertulia política y te das cuenta de que las opiniones, los resultados y las estadísticas bailen al son de la ideología que las examina, y en función de si el partido está gobernando o en la oposición; ves un programa matinal de estilo de vida en televisión y te llueven recomendaciones avaladas por médicos que misteriosamente no siguen sus propios consejos; en los telediarios las noticias catastróficas o de desgracias asoman por doquier y piensas sin saberlo que tienes mucha suerte porque todo está muy mal y que en este planeta nada bueno sucede. ¡Qué suerte tenemos de vivir tan bien!, a pesar de nuestras deudas y de nuestros males. 

Mil y una trampas de ejemplos cotidianos de condicionamiento y manipulación subliminal hasta provocar dolor de cabeza si nos parásemos a enumerarlas, pero creo que ya ha sido suficiente para que os deis cuenta de quienes son los que mejor conocen el poder del subconsciente, y de cuales son algunas de las estrategias que usan para que, pensando que tomamos decisiones racionales y libres, acabamos haciendo y viendo el mundo como a ellos mejor les conviene. Márquetin o mercadotecnia, llamadlo como querías, el efecto es el mismo: yo manipulo, y tú libremente te echas en mis brazos. 

Nuestro subconsciente no solo dirige y controla sin descanso miles de funciones biológicas esenciales para la vida que suceden en todo momento en nuestro organismo, sino que también tiene una enorme responsabilidad en lo que respecta a nuestra conducta y opiniones porque la evolución ha querido que la mayoría de procesos de percepción, memoria, atención, aprendizaje y juicio queden fuera del alcance de nuestra consciencia. Y resulta que, para nuestra desgracia, nuestra percepción es muy limitada y bastante fácil de engatusar, nuestra atención es fácil de dirigir y nuestra memoria más falsa que un duro sevillano.   

Todos nuestros recuerdos permanecen en un enorme almacén fuera de nuestro control consciente en el que se van distorsionando con el paso del tiempo (si no los introducimos ya deformes de origen), adecuándose a cómo somos e interpretamos la vida en el momento presente, y preparados para hacernos creer que lo que recordamos sucedió de esa manera, cuando la realidad es que ni tan siquiera los testimonios que se realizan bajo juramento en los juicios resultan fiables. No recordamos lo que fue, sino que reelaboramos y reconstruimos los hechos cada vez que los rescatamos de la memoria y los ponemos encima de la mesa, así que cuando escuches a alguien decir “lo recuerdo como si estuviera allí” ya puedes explicarle cuáles son los siete pecados de la memoria y buscar la realidad. 

Tenemos decenas de miles de pensamientos cada día, ni nos es posible llevar la cuenta. De ellos, solo una pequeña parte se hacen conscientes y con ello creemos que tomamos decisiones lógicas y racionales, cuando resulta que están basadas en condicionamientos, experiencias, aprendizaje, recuerdos y automatismos que se han ido almacenado en nuestro subconsciente sin que nuestra consciencia haya intervenido de manera relevante en el proceso. Si creemos que nuestras decisiones no están condicionadas y son libres, que podemos elegir lo que somos o podemos ser lo que queramos, es que estamos en un nivel de ignorancia muy alejado de la tan cacareada y ansiada libertad. 

El subconsciente recibe y procesa información a través de la percepción y los sentidos, mucha información, entiende e interpreta el lenguaje de las sensaciones y habla a través del de las emociones, las cuales están ahí por algo ya que evolucionaron para un propósito: mantenernos con vida. Y si nos han de engañar … nos engañan. 

Emociones como miedo, alegría, tristeza, ira, asco o insatisfacción son inherentes a la naturaleza humana porque son un mecanismo de supervivencia cuidadosamente preservado por medio de la selección natural. Por tanto, no es casualidad sino causalidad el que sea a través de los sentidos y de nuestras emociones que nos asaltan por doquier quienes quieren influir en nosotros con el fin de dirigir y condicionar nuestra conducta en pos de sus intereses. 

El 90% del control del comportamiento lo maneja el subconsciente y, por tanto, tenemos que aprender como rebajar ese porcentaje para ser más nosotros y menos el resultado delo que nos imponen. Para ello hay que desarrollar el hábito de reflexión, el pensamiento crítico y la higiene mental. 

Obediencia ciega a credos y tradiciones, supersticiones, costumbres e ideas que no son propias, malos hábitos mentales, patrones de pensamiento tóxicos, y creencias limitantes e irracionales son actitudes que nos suelen provocar peores sufrimientos que cualquier dolor físico. También pueden dejarnos peores y más profundas cicatrices y por supuesto evitan que seamos felices, pues nunca tendremos todo aquellos que quieren los que nos manipulan. 

El ser humano no sabe vivir simplemente por el hecho de hacerlo; hemos evolucionado de tal manera que necesitamos encontrarle un sentido a todo lo que se nos presenta, si es que queremos avanzar y ser felices. Pero no basta con encontrar sentidos, tener de todo o experimentar mucho, pues la felicidad depende del modo de pensar, de sentir y de ser, de una actitud ante la vida donde aprender a pensar es la mejor herramienta que disponemos para alcanzarla. No podemos ser felices sin saber pensar correctamente, porque la felicidad es algo que se aprende.

¿Y cómo se aprende a pensar? Pues es un problema aparentemente difícil de explicar, porque el manual no existe, pero si hay unas cuantas herramientas útiles para ello y al alcance de todo el mundo “sin distinción de raza, sexo, orientación política y otras zarandajas.” Estas herramientas son: 

.- La CURIOSIDAD por todo, el preguntarse todo y querer saber y entender. Es inabarcable y hay material para toda la vida.

.- El ESCEPTICISMO y que por definición no juzguemos como negativo lo que no hemos probado y no conocemos.

.- La HIGIENE MENTAL, que consiste en la reducción de todo lo que no permita lograr un equilibrio emocional. Las actividades y acciones que cuidan de los pensamientos, ayudan a gestionar las emociones, previenen comportamientos negativos y favorecen una mejorar la calidad de vida.

.- El PENSAMIENTO CRÍTICO, que no es más que la capacidad de analizar y evaluar la consistencia de los razonamientos.

.- La CONSCIENCIA, el conocimiento responsable y personal que tenemos de lo que hacemos y las razones por las que lo hacemos y juzgamos nuestros actos.

.- El ATREVIMIENTO, quien no osa, quien se para ante la duda, está perdido. Lo dice el refranero: quien no arriesga no gana. 

Pero hay también un par de enemigos y no son débiles:

        .- El ¿qué dirán, juzgarán y como actuarán los demás?
        .- El si todos lo dicen ¿voy yo a saber más que ellos?
        .- El ¿y eso me ayuda a vivir mejor y más feliz?
        .- El yo no voy a cambiar el mundo

Precisamente casi todo esto puede relacionarse con un pensamiento desarrollado hace muchos años por Erich Fromm, simplemente el miedo a la libertad. Es mucho más cómodo y confortable. Pensar igual que un grupo, es decir, no pensar por ti mismo, sino tener todas las respuestas previamente dadas. ¡Qué descanso mental! 

Y, además, suele ser más conveniente, socialmente hablando, porque el grupo te apoya. Pensar por ti mismo y no ampararte en un dogma grupal te deja mucho más a merced del viento y de la inquina de los demás. 

La decisión, como siempre, es nuestra. ¿Queremos pensar y ser felices, o preferimes solo vivir y que el viento de la vida nos lleve por su camino?

domingo, 31 de marzo de 2019

De los valores personales




Puedo ser lo que quiera ser, pero una vez decidido o me atengo a las consecuencias o lo cambio. Llorar por mis equivocaciones está bien si reacciono; si no es el caso, mejor enloquezco y la gente tendrá razón al decir "perdónale porque no sabe lo que se hace".
(Ibrahim S. Lerak, Cuaderno de notas)

Procura ser hombre de valores y no hombre de éxito.
(Albert Einstein)

Mantén positivos tus valores, porque tus valores se convierten en tu destino.
(Mahatma Ghandi)



Un vulgar catarro retrasó la ponencia de la reunión del círculo, pero en la vida todo llega y también el orador con su provocación enmascarada tras la aparente disertación acerca de los valores. Como ya suele ser habitual, el conferenciante empezó con un par de afirmaciones para captar la atención y luego desarrollar el tema.

à Tener éxito en la vida es menos importante que definir lo que es el éxito
à No podemos hablar de mejora personal sin hablar de valores

Que el éxito depende de lo que hayamos definido como tal es evidente y ya fue objeto de una controvertida presentación anterior, por lo que no me extenderé ahora en ello, pero hemos de tenerlo en cuenta. (Se refiere el orador a la ponencia “Medir la felicidad” del 2 de octubre del 2018)

Que no podemos hablar de crecimiento personal sin definir anteriormente los valores parece evidente, aunque para muchos no lo es. No basta con ser mejor persona si no definimos antes lo que entendemos por ello. Tenemos que saber hacia dónde vamos antes que nada. Sin meta no hay camino. Si no sabemos qué es ser mejor, mal vamos. Parece lógico y sin embargo muchos creen que lo importante es simplemente ser feliz, encontrarse bien física y mentalmente todo el tiempo, sin darse cuenta de que el modo de llegar a ello o los valores que lo sustentan pueden ser dañinos. No importa más lo que buscamos que el en que se basa lo que buscamos y el cómo llegamos a ello. Si lo que quiero es estar en el nirvana y para ello me drogo, bueno… daño mi cuerpo y mi mente aunque lo consiga. No sirve el camino ni el valor que sustenta mi meta.

Hablando de valores hay que distinguir entre lo que son y el porqué son. ¿Cuál es la razón por la que algo es importante? ¿Qué consecuencias tiene para nosotros y para los demás? ¿Se pueden cambiar? ¿Cómo? Preguntas habituales pero no fáciles o de una sola respuesta.

¿Cuáles son nuestros valores personales? La vida consiste en la constante evaluación entre dos o más opciones y una continua toma de decisiones.  En todo momento decidimos algo, incluso inconscientemente: lo que hacemos, lo que es importante, en que focalizamos la energía y la acción. Por ejemplo, ahora estamos en un debate que es más importante que atender una llamada (espero que tengáis todos el teléfono apagado J) y nos comportamos conforme a la valoración realizada. Nuestros valores se reflejan en el comportamiento que elegimos. Esto es muy importante, porque todos tenemos algo que creemos y decimos que para nosotros tiene valor pero no lo refrendamos con nuestras acciones. No es algo nuevo ya consta en la Biblia (Mateo7:16) donde reza “por sus hechos los conoceréis”. Las acciones no mienten; por mucho que digamos que nos importa el tema de los refugiados, si nuestro interés se centra en ver las noticias por la televisión está claro que solo lo queremos creer. Es lo que nos pasa, declaramos valores que no tenemos para quedar bien con nosotros mismos y no ver la realidad de lo que nos interesa, que suele ser bastante prosaico. En otras palabras, nos mentimos a nosotros mismos y la discrepancia entre los que somos y lo que decimos ser nos suele crear problemas.

Los valores son una extensión nuestra, nos definen. Cando pasa algo bueno a alguien a quien apreciamos nos sentimos bien. Al revés también, cuando pasa algo malo a quien no apreciamos también nos sentimos bien. Hace muchos años cuando murió un dictador en España hubo quien lo celebró con cava, igual que si les hubiera tocado la lotería a ellos o a un familiar. Cuando hay una desconexión entre nuestros valores –hago una cosa y digo otra- nuestras creencias e ideas no conectan con nuestras acciones y emociones. Como no somos tontos, nos damos cuenta de ello y nos crea un estado de insatisfacción personal y social difícil de solucionar en la práctica. Del mismo modo que valoramos algo lo hacemos con nosotros mismos, podemos valorarnos en positivo o al contrario despreciarnos hasta llegar a destruirnos.

Hay dolores que dan placer, sin ser sádico ni masoquista. Por ejemplo una herida que pica. Rascamos  y nos da placer. Lo hacemos a sabiendas de que retrasa la cura de la herida y de que la puede hacer mayor o más grave y, aun así,  lo hacemos. Ocurre lo mismo con la insatisfacción personal, hay un oscuro punto de placer en autodestruirnos. Es como el castigo que nos merecemos por ser inferiores y que nos lleva a través de las drogas o de la violencia a redimirnos acabando en la autodestrucción. Solo que en realidad no somos plenamente conscientes de ello y acusamos a la sociedad más que a nosotros mismos. Esto se da en quienes se desprecian a sí mismos, aunque no todos lo hacen. Otros se quieren quizás porque se dan cuenta de los motivos del problema o simplemente porque quieren ser como los demás. Quererse está bien, pero no es suficiente, si lo fuera solo nos miraríamos inmersos en un narcisismo que haría invisibles a los demás y a todo lo demás. Cierto es que necesitamos valorarnos, pero también necesitamos algo “por encima de nosotros” (sea un Dios, la naturaleza, la ciencia, un tótem) para darle sentido a la vida. Porque si somos lo que más valemos la vida carecería de sentido y sería imposible ser feliz.

Cuando nos damos cuenta de que no somos lo que decimos y estamos hartos de ello, cuando la rutina se nos come porque no haya que nos incite a seguir, nada que valga la pena, es cuando llega el tiempo de los cambios. Tomamos un tiempo sabático para pensar y hacer un viaje al monasterio de…, visitar a los lamas, ir a un lugar remoto… y en definitiva redefinirnos y encontrar nuevos valores. Nuestra identidad (eso que entendemos como el “yo”) es la suma de todo lo que valoramos y de lo que depreciamos. Estar solos es un modo de escapar para revisar valores. No todos nos damos cuenta, los que no somos conscientes continuamos en el bando de los despotricadores de la sociedad y convencidos de ser el objeto de todas las injusticias del mundo. Darse cuenta de la presión exterior que nos lleva por un camino que no nos gusta o ser consciente del divorcio entre nuestras palabras y hechos y escapar del día a día nos permite ver en perspectiva y decidir si queremos continuar o no en la dirección trazada. Al ser los valores que tomamos los cuestionamos y priorizamos. Es como los deseos de cada fin de año para el siguiente, pero de verdad. Decidimos un cambio que luego implementamos, si es que tenemos la fuerza y la convicción para ello y volvemos con nuevos valores.

Los valores nos definen y por ello definen nuestras prioridades que se traducen en nuestros actos, palabras y decisiones. La pregunta que se plantea entonces es ¿hay valores mejores que otros y que nos convierten en mejores personas? De eso se trata ¿no?, de ser mejores y definir lo que es mejor.

Hay valores positivos / sanos y valores negativos / perniciosos, que son los contrapuestos. Los positivos son controlables, constructivos y basados en la evidencia, sus contrarios, los negativos son incontrolables, destructivos y basados en las emociones.

Si valoramos lo que está fuera de nuestro control lo que haremos es tirar la toalla y dejarnos llevar. Un buen ejemplo es el dinero. Podemos controlar una parte, pero no el ciclo económico que depende de la tecnología y de poderes fuera del acceso a nosotros los mortales. Por ejemplo, si lo que valoramos es tener dinero y hay una crisis mundial o una serie de accidentes  o enfermedades que nos llevan al hospital largo tiempo perderemos el sentido de la vida y estaremos abocados a considerar la autodestrucción tal como lo hemos visto antes. Lo que no podemos controlar es negativo, frente a una creatividad o una ética que son positivos precisamente porque podemos dominarlos y actuar en consecuencia con un plan de vida. Necesitamos valores controlables, no que nos controlen a nosotros o dejaremos de ser personas para ser marionetas o eternos insatisfechos.  Entonces, ¿qué tipo de valores son positivos? Lo son aquellos que incluyen la honestidad, creatividad, fraternidad, respeto, curiosidad, caridad, humildad… todo lo que implique a los demás y una autovaloración moderada. Análogamente serían negativos valores basados en la desconsideración frente a los demás, dominar por placer y no por liderazgo, ser centro de atención constante, provocar por provocar sin nada detrás.

Parece un axioma decir que los valores positivos son constructivos, es lógico que valoremos lo que no nos daña ni a nosotros ni a los demás, pero ¿nos acordamos del placer de rascar la herida? Mucho gimnasio daña por mucho que nos guste tener un cuerpo escultural; tomar éxtasis nos hace ser más emocionales, pero si lo tomamos cada día arruina la psique. Tener relaciones esporádicas puede revitalizar el ego, pero puede ser un modo de evitar la intimidad o la madurez emocional. No hablamos de cantidad o frecuencia, sino de valor centrado en ello. Querer ser un Casanova como valor es negativo. Pudiera verse como el reverso de la medalla y difuminarse el valor en sí mismo; por ello es menos importante el valor per se que el por qué lo valoramos. Valorar las artes marciales para defenderse uno mismo y a los demás es positivo; si es para atacar a los demás es negativo. Los valores cuentan solo en función de su intencionalidad.

Basarnos en nuestras emociones puede considerarse muy natural, muy auténtico pero no deja de ser algo altamente dependiente del momento y de la circunstancia y pude llegar a ser muy dañino por cuanto nos expone a una realidad que no queremos o no podemos ver cuando manda la emoción ya solo algo más de lo habitual. Parece demostrado que las decisiones las tomamos a bote pronto basadas en la emoción más que en la información y racionalidad. Uno de los problemas asociados es que la emoción lleva al placer / solución / bienestar inmediato más que al medio / largo plazo con lo que al final acabamos mal. Quien vive basado en la emoción acaba encontrándose en una rueda sin fin en la que cada vez se necesita más y más. La única manera de parar es decidir que hay algo más valioso que  nuestros sentimientos, sea objetivo, causa, persona, objeto por lo que valga la pena sufrir ocasionalmente.

Esa causa / objetivo es lo que puede resumirse en el sentido de la vida y encontrarlo es una de las tareas más difíciles que hay. Conocido, nuestra salud y bienestar aumentarán y por tanto la felicidad. Pero esta meta, este valor definitivo no puede ni debe escogerse en base a sentimientos solo. Necesita imperativamente de la razón y la ponderación, hay que encontrar las evidencias que lo soportan y basarse en ellas. De lo contrario nos pasaremos la vida en busca de un espejismo y seremos unos desgraciados que maldicen a la sociedad mientras se rascan la herida.


Quedaba una parte de la ponencia aún (“Cómo reinventarse a si mismo”) pero la audiencia quería intervenir y se decidió dejarlo para una segunda parte de la presentación. Fueros valiosas las aportaciones individuales y ver el abanico de valores individuales que siempre irisados de matices se basan en unos pocos derivados de la sociedad a la que pertenecemos, o que la crean y por eso coinciden; pero eso es tema de otro debate.





martes, 2 de octubre de 2018

Medir la felicidad



La sociedad que lo mide todo se olvida de sentirlo todo.
(Ibrahim S. Lerak, Cuaderno de notas)

Prefiero querer a poder, palpar a pisar, ganar a perder, besar a reñir, bailar a desfilar y disfrutar a medir. Prefiero volar a correr, hacer a pensar, amar a querer, tomar a pedir. Antes que nada soy partidario de vivir.
(Joan Manuel Serrat, cantautor)

No es lo que tienes, o lo que eres, o dónde estás, o lo que estás haciendo lo que te hace feliz o infeliz. Es sobre lo que piensas.
(Dale Carnegie)



Me llamó S.M. con tono preocupado. Un revés en su día le hizo infeliz y eso le llevó a pensar, una vez más, en la felicidad de su amado pueblo. Nada más llegar me lanzó su pregunta directa: -¿Cómo puedo medir la felicidad de mi pueblo, albardán?

Tengo por norma decirle a S.M. lo que pienso –privilegio de albardán- sin edulcorante alguno, así que le contesté directamente: -Majestad, la felicidad del pueblo no se mide. No existe la felicidad del pueblo. La sociedad, en sí no es feliz. Hay bienestar y paz social o no, pero no felicidad. La felicidad es estrictamente individual.

La felicidad se ha vuelto un tema estrella en la sociedad actual, parece que lo único importante es ser feliz casi a cualquier precio. Mientras yo sea feliz… a los demás ¡que les den! Parece exagerado pero es el trasfondo de lo que está ocurriendo. Es cierto que se dice que la felicidad depende del entorno inmediato y en alguna manera del cercano, pero esto se diluye cuando se trata el medir esta felicidad. Precisamente éste es el quid, medir la felicidad ¿se puede? ¿Tiene sentido?  Los gobiernos han encontrado un sistema para alinear a pobres y ricos y eludir la diferencia económica y social. El dinero no da la felicidad se dice y con ello está todo resuelto: si no eres feliz es culpa tuya. ¿Es cierto? ¿Es medible? ¿Podemos medir la cantidad de felicidad que se siente en un momento o a lo largo de una vida?

La realidad es que por muchos índices de felicidad que se traten no hay que caer en trampas fáciles como confundir el bienestar y la felicidad. No son lo mismo ni equivalentes. La ONU publicó un índice de desarrollo humano que considera el PIB, el índice de alfabetización y la esperanza de vida. Medir el progreso social, la estabilidad, la comodidad, la ausencia de conflictos armados, la asistencia médica… es cuantificar el bienestar no la felicidad. En lo que sí interviene la sociedad es en la imposición de niveles de referencia que imbuyen al ciudadano que si tienes X serás feliz, si careces de Y serás infeliz. Estos baremos de medición se aceptan tácitamente pero se imponen por bombardeo y manipulación. Se nos machaca diciendo que si somos altruistas, saboreamos los buenos momentos por pequeños que sean (aunque sean escasos), tenemos empatía y nos cuidamos de los demás seremos felices. Piensa en todo lo que tienes, no desees más y serás feliz, es una de las grandes mentiras que nos trasladan los gobernantes y los medios de comunicación que enseñan, pero no informan.

La felicidad es algo personal, no social. Influye el medio pero no es determinante. La felicidad está relacionada con la percepción personal que tenemos de lo que hacemos para conseguir un objetivo y en su logro o no. Pero no depende solo de ello sino de la métrica que usamos cada uno de nosotros y esa métrica es exclusivamente individual, emocional y poco modificable.

Nuestra felicidad depende en parte de factores externos como la salud, familia, trabajo, integración social, reconocimiento... etc. No será el mismo estímulo el que hace igualmente feliz a un niño, a un adulto o a un anciano. Ni el mismo estímulo en una cultura social distinta logrará el mismo impacto en una persona similar. Se dice que lo que nos hace feliz cambia con los años y quizá no es el cambio sino la métrica lo que nos hace ver las cosas diferentes y por tanto sentirlas de modo distinto. La felicidad es una magnitud cualitativa y no cuantitativa. No la medimos, la sentimos. Pero sí tenemos una vara para medir lo que nos hace feliz o no: las expectativas de nuestros logros, lo que queremos hacer y hasta qué punto llegamos a ello. La felicidad no es tener buenos momentos, es ir logrando lo que hemos determinado que es lo que queremos y a donde queremos llegar. Saber lo que se quiere es clave para ser feliz y por ello la felicidad es una elección.

Hay un famoso caso que lo explicita bien. El de Dave Mustaine, guitarrista de Metallica. Fue apartado del grupo poco antes de que éste fuera famoso. Dave se resintió tanto que se juró crear un grupo que fuera mejor que Metálica. Creó Megadeth y este grupo fue un referente en la música, fue muy existoso y vendió 20 millones de discos… pero menos de los 100 que vendió Metallica, uno de los mejores grupos de Heavy Metal o quizá incluso el mejor. La métrica de la felicidad de Mustaine era ser mejor y más exitoso que Metallica. No lo consiguió a pesar de ser Megadeth uno de los grandes. Él se consideraba infeliz. Otro criterio personal (otro objetivo a lograr) le hubiera hecho feliz y es que la elección del objetivo, de lo que nos hará feliz, nos da una vara de medir y además puede tener consecuencias en nuestra vida cotidiana.

La elección de lo que nos hace feliz es desde luego personal y ha de ser meditada a fondo. Es como el pedir un deseo al demonio, se cumple pero hay siempre algo que lo fastidia. Si me hace feliz ver TV 12 horas al día… puedo hacerlo, pero posiblemente me volveré fofo, artrítico y perderé mi capacidad de relacionarme con los demás. Tendré éxito y seré feliz… hasta que las consecuencias me vuelvan infeliz. Muchos hombres consideran que el número de aventuras amorosas que tienen marcan su éxito y su felicidad, a cambio de una vida vacía y superficial. ¿No preferirán en realidad una sola pareja que les ponga e incite cada día a mil parejas de relaciones vacías? Hay muchos ejemplos y en muchos casos las consecuencias afectan muy seriamente a la salud. El resultado es que una mala elección nos volverá infelices seguro.

El objetivo es lo que marca la felicidad. Ser feliz nos vuelve exitosos y no al revés. Podemos tener un éxito apabullador (como Mustaine) y no ser felices porque nuestro objetivo no lo hemos logrado. No viene de fuera, viene de dentro y se elige. Cada uno decide cual es la escala para medir, pero la felicidad siempre estará en función de lo cerca que estemos de lograr nuestra meta.

Majestad, enseñad al pueblo a elegir bien, dentro de ellos, sin influencias externas del “debes hacer esto para tener poder”, “el poder da la felicidad” ni del “sé tú mismo, debes seguir tu pasión”. Eso, Majestad es pernicioso y os creará un estado de infelices y los infelices acaban siendo violentos. Nadie ha nacido con una pasión secreta que debe encontrar dentro de sí mismo y que al encontrarla le abre las puertas del éxito y por tanto la felicidad. Recordad que es al revés. La felicidad conduce al éxito. En la gran mayoría de los casos la pasión no es una causa sino una consecuencia.  Nos gusta lo que se nos da bien y por lo que nos alaban los demás. Es un círculo vicioso… a más placer mejor lo hacemos ya mejor factura más placer y más reconocimiento. A la sociedad le importa poco lo que es nuestra pasión. Hagamos lo que se nos da bien, tenga un impacto positivo en los demás, podamos controlar y medir dónde estamos en el camino a nuestro objetivo. Eso nos da la felicidad individual Majestad. Lo demás… son engañabobos de manipuladores sociales. Podemos medir la felicidad individual, pero debemos marcar la escala nosotros y no aceptar lo impuesto.

S.M. me dio permiso para retirarme, no sé si le gustó que le dijera que el gobernante engaña y que no es lo mismo bienestar que felicidad, pero en su interior debió verlo claro, él se sintió infeliz teniendo el máximo bienestar posible en nuestro reino. Sus expectativas, su objetivo, no está alineado con la realidad; intuyo que lo cambiará: es decisión personal.



martes, 16 de enero de 2018

De nuevo la felicidad



Si las sociedades tienen diferentes valores, el concepto de felicidad es diferente para cada una de ellas y si las personas son diferentes, tanto la felicidad como el camino para lograrla es diferente para cada una de ellas.
(Ibrahim S. Lerak, Cuaderno de Notas)

La felicidad es interior, no exterior; por lo tanto, no depende de lo que tenemos, sino de lo que somos.
(Henry Van Dyke) 

La mayoría de las personas son tan felices como ellas mismas deciden ser.
(Abraham Lincoln)

En la última reunión del Club de Narizones se abordó el tema de la felicidad, tema que había surgido anteriormente al expresar la mayoría de los miembros su felicidad por el apéndice nasal que la naturaleza nos ha dado. La idea de tratar sobre la felicidad en general fue adoptada por unanimidad y el ponente esta vez hizo más de gurú que de ponente provocador, pero con eso también fue una provocación al debate.

-- Se habla mucho de felicidad y hay varias supuestas recetas para ser feliz, una de ellas dice que la felicidad no es un todo y que consiste en tener momentos felices. Es como si dijéramos que disfrutar del sol por espacio de un minuto 5 veces al día es mejor que disfrutar del sol todo el día si luce y podemos. ¿Cómo va a ser la felicidad algo que reduce su esencia a momentos cuando puede ser un todo? Por eso otra teoría mantiene que la felicidad es un estado y una actitud, algo que parece impuesto desde fuera y poco natural; pero si lo pensamos es como ir al gimnasio y mantenernos en forma, puede resultar poco natural pero es efectivo. Quiero decir que hay que trabajarlo como el deporte. Es un entrenamiento anímico que como con la memoria o la inteligencia aumenta algo que existe ya. Si no lo hacemos queda anquilosado y atrofiado. Por eso, si de verdad queremos ser felices hemos de aprender a serlo y a desarrollarlo.

Hay tres alternativas para ser feliz y dos actitudes. Las alternativas son fáciles de describir: cambiar EL entorno, cambiar DE entorno, aislarse DEL entorno. Las actitudes también son fáciles: se puede ser feliz en modo cine (quieto y ver lo que pasa) o en modo viaje (participar en lo que nos rodea) y hay dos elementos a tener en cuenta, el tiempo y la vocación.

Dejad que os lo cuente en orden diverso y que empiece por lo fundamental: el tiempo. Fundamental es en realidad la voluntad, el deseo íntimo de ser feliz, pero esto es la premisa, así que consideremos que lo tenemos y que lo que necesitamos es tiempo. Sin tiempo no hay vida, porque la vida es movimiento y esto crea el tiempo. La vida es cambio y el cambio no se da en un tiempo cero.

Que el tiempo no es ni lineal ni absoluto lo sabemos todos, no se siente igual el mismo tiempo si ponemos un dedo en el fuego que si besamos a una persona amada. Por lo tanto habrá que usar el tiempo en placer y no en dolor, máxime si recordamos que nuestro tiempo es finito. Como escribió Heidegger en El ser y el tiempo somos invitados de la vida. Vivimos como si el tiempo fuera eterno hasta que una enfermedad grave o la muerte de alguien querido nos da una paliza de realidad. No cambiaremos el tiempo de Cronos, el físico, el del reloj, pero si podemos conformar el Kairós el tiempo de la vida, lo que Heidegger llama el tiempo mientras somos. Es el tiempo del proceso de la vida y Cronos solo la medida de ese tiempo. No voy a hablar de filosofía, pero es lo que en alemán es el Dasein, el estar-ahí. Si Cronos me lleva a la muerte, Kairós me lleva a vivir de un modo especial y en este caso feliz.

Por tanto, para ser feliz necesitamos dos cosas: quererlo íntimamente, no solo desearlo y aprovechar el tiempo para ello. Por esto, la felicidad es una actitud, porque no cae del cielo y sí depende de nosotros.

Ser feliz requiere voluntad, entrenamiento y constancia al principio, luego se vuelve un hábito y más adelante una característica del alma. La actitud en modo cine no permite esto porque deja pasar la vida sin usar el tiempo Kairós, por tanto la felicidad que se obtiene es mínima y depende del fotograma que se vea. Es la teoría de los momentos de felicidad. Un fotograma en sí mismo, fuera del contexto no es nada, por mucho que los juntemos.

La actitud aislamiento del entorno en realidad no proporciona felicidad, lo que da es seguridad puesto que no pasa nada y todo es igual y se domina. Esa seguridad produce aburrimiento que se confunde con felicidad porque se suele temer lo desconocido. Se considera que lo no dominado es inseguridad y que la inseguridad es incompatible con la felicidad, algo a discutir pero en otro momento.

Antes de hablar del modo viaje, el que yo creo que es el único efectivo y posible quiero comentar la vocación de la que he hablado antes. Hay una especie de tendencia que usa un mantra que dice que serás feliz si haces lo que te place y te llena. Viene a decir usa tu vocación que es tu pasión, haz lo que sientes de verdad en el trabajo y serás feliz. Lo mismo en la vida. Parece que todos hayamos nacido con una vocación clara, secreta, interior y que el descubrirla y realizarla nos hará inmensamente felices. Se ponen muchos ejemplos de gente que ha triunfado y es feliz por haber desarrollado su “pasión”. Steve Jobs es uno de ellos. Se le recuerda diciendo en la universidad de Stanford: “Tenéis que encontrar aquello que amáis, si no la habéis encontrado seguid buscando sin descanso.” Bonito, si. Cierto no. Pocos recuerdan que Jobs llegó a la informática de casualidad. Estudió danza e historia, dejó los estudios el primer año, seguía a los hare Krishna, era el friki de la universidad. Volvió a su casa y vio una oferta de trabajo que pedía a alguien para divertirse y ganar dinero. Era ATARI, la empresa de videojuegos, pero la dejó para hacer un viaje espiritual por la India. Al volver Stephen Wozniak le ofreció trabajar con él en lo que un año después fue Apple. En resumen Jobs no siguió su vocación, probó cosas, se hizo bueno en una de ellas y la convirtió en su vocación. También Julio Iglesias fue torero antes de cantar…

La pasión, la vocación no es una causa, es una consecuencia, cuanto mejor haces una cosa más te gusta. No es al revés. Te gusta más porque ves el resultado positivo, porque cada vez te esmeras más, porque los demás te lo reconocen y porque a todos nos gusta gustar. En definitiva eres feliz con y por ello. Vuelvo a la comparación con el deporte de antes: nadie practica aquello que cree que hace mal y si le animan, se esfuerza y ve progresos acaba siendo su deporte preferido. ¿Era vocación? NO, es consecuencia del esfuerzo y la constancia. Por tanto no hay que desperdiciar el tiempo en buscar la vocación, haz lo que se te de bien, sea positivo para los demás y puedas controlar. Es, sin duda un camino para ser feliz, aunque no es todo lo que hay que hacer. Recordemos que la felicidad necesita entrenamiento.

El modo viaje requiere un esfuerzo, sí, pero da sentido a cada fotograma de los que hablaba antes. Hay uno fácil e inmediato eso que los americanos llaman lessons learned. Aunque el mundo empresarial lo haya redescubierto hace poco tiempo ya lo decía Alicia en el país de las maravillas. Desde que Alicia cae en el agujero comienza la duda de si se trata de la auténtica Alicia. Como dice ella: “Me pregunto si habré cambiado durante la noche. Veamos: ¿Era la misma al levantarme esta mañana? Me parece que puedo recordar que me sentía un poco distinta.” Es decir ¿qué he aprendido ayer y qué puedo hacer para ser más feliz. Lavarse los dientes por la mañana les cuesta a los niños pero es un hábito saludable. Preguntarse lo que hemos aprendido cuesta, pero es un hábito saludable para el alma… y para la vida.
En el modo viaje hay que participar en la vida y en el proceso de vivir, hay que usar el Kairós. Lo que aprendemos nace del estar-ahí, de las conversaciones apasionadas, de discusiones acaloradas, de las reflexiones íntimas, de risas y llantos, de las emociones. Y acaba en transformación personal.

El modo viaje a la felicidad es un proceso de transformación activo. La felicidad no es un maná o un don infuso y hay algunos malos hábitos que si los eliminamos de nuestra rutina nos allanan el camino, como el beber moderadamente aumenta la salud. MI receta es simple pero no fácil y no necesariamente es aplicable a todos ni única, solo es la mía y ojalá os sirva para pensar en ello e iniciar vuestro viaje:

.- Renunciemos a tener siempre la razón y a la necesidad de control.   
.- Renunciemos al sentido de culpa propia y externa y a quejarnos.
.- Renunciemos al diálogo interno de auto-derrota.
.- Renunciemos a las creencias que nos limitan sobre lo que es posible o no.
.- No subestimemos el poder del pensamiento positivo.
.- No critiquemos ni queramos impresionar a los demás. Seamos lo que somos (pero mejoremos, no nos estanquemos). No vivamos la vida en base a las expectativas de otras personas.
.- Abandonemos miedos, excusas y etiquetas, ¿Quién dice que el camino es fácil? Hasta Ronaldo tiene que practicar y entrenar cada día.
.- No dejemos que la resistencia al cambio nos inmovilice, no hemos de conservar una identidad (“yo soy como soy”) sino conservar la tendencia a mantenerla y para ello, a veces, hay que cambiar. Como escribió Joseph Campbell Sigue tu dicha y el universo te abrirá puertas donde solo había muros. No es el universo quien abre las puertas, somos nosotros sin darnos cuenta de ello.
.- Pero sobre todo, recordemos que la felicidad requiere que el futuro sea incierto.


La discusión fue viva y larga. Todos fueron felices al poder intervenir, pero quedó en el aire si era una felicidad efímera de un fotograma aislado o dentro de un marco general que le daba sentido.




lunes, 5 de diciembre de 2016

Ser ético hace feliz





ética
Conjunto de costumbres y normas que dirigen o valoran el comportamiento humano en una comunidad.

(DRAE)

moral
Perteneciente o relativo a las acciones de las personas, desde el punto devista de su obrar en relación con el bien o el mal y en función de su vida individual y, sobre todo, colectiva.

(DRAE)

Moral es el conjunto de comportamientos y normas que solemos aceptar como válidos; ética es la reflexión sobre por qué los consideramos válidos y la comparación con otras morales que tienen personas diferentes.
(Fernando Savater)



Me mandó llamar S.M. a media noche. Le preocupaba que su pueblo no supiera ser feliz. Quiso la casualidad que yo no durmiera aún y fui a verle.

-- Albardán, ¿qué puedo hacer para que mi pueblo sea feliz? 

-- Majestad, ardua y complicada pregunta. Permitidme, pues, una aproximación simple y quizás facilona pero operativa. Cuando a alguien le preguntan lo que espera de la vida, una de las respuestas más comunes es “ser feliz”. Para muchos la felicidad se basa claramente en algo material, en tener éxito que nos da comida, poder y riqueza. Somos todavía unos bárbaros, cuando celebramos algo; una fiesta, un cumpleaños lo celebramos con comida y bebida, mostrando nuestro poder y riqueza. Nadie lo celebra invitando a una sesión de teatro o a una conferencia de filosofía ni a una visita al museo. Lo celebramos mostrando que tenemos vida y riqueza. 

Sin embargo no todos los ricos y poderosos son felices; de hecho lo que vemos es lo contrario: viven en una especie de paranoia y nerviosismo por temor a perder ese estado de riqueza. Cuando además se ha ganado a base de codazos, ser listo y aprovechar oportunidades más que por haber creado algo suele haber enemigos que “nos la tienen jurada”. En este estado no parece que realmente se pueda ser feliz. Quizá enmascaramos la parte negativa y enseñamos la positiva, pero ¿es realmente esto una vida feliz? 

Una vida feliz suena más a tener amigos de verdad, no interesados, gente que apreciamos y nos aprecian de verdad. Dicho de otro modo lo que nos hace feliz es básicamente el apoyo emocional. El hombre es un ser social, primero por necesidad total dada la indefensión con la que nacemos, luego para poder avanzar en la vida material y emocionalmente, y cuando ya tenemos una cierta edad por necesidad emocional. La soledad y el ostracismo son dos de las peores condenas que podemos imaginar. Si, también la soledad ya que aunque muchas veces se pretenda querida, deseada, escogida, no deja de ser una protección, una coraza y vivir con armadura constantemente no es ser feliz. Nadie existe desconectado de todos los demás. Tampoco podemos ser pasotas, una actitud de “da igual” solo conduce a sentimientos de aislamiento, soledad y depresión. 

Si no es cierto que el dinero da la felicidad (aunque sea su mejor sustituto) es el sentirse querido, apreciado, aceptado y tenido en cuenta lo que de verdad nos hacer creer que somos, que existimos y por tanto nos da la base de la felicidad. La pregunta entonces es ¿qué tenemos que hacer para conseguir esto, ser queridos, aceptados, valorados? y aquí es donde aparece la ética. Si la meta de nuestra vida es la felicidad, entonces la ética, que es un sistema de valores morales que moldea nuestra conducta, nos dará una vida más feliz. Con la ética somos honestos y nunca tratamos de engañar a nadie. La honestidad produce confianza y la confianza es la base de la amistad y del ser querido y aceptado. Así pues, la ética es la llave de la felicidad

Ser éticos nos permite tener relaciones de afecto real con todos aquellos que conocemos. La ética nos ayuda a obtener felicidad y a evitar problemas. Si somos honestos con nosotros mismos y con los demás, si deseamos generar felicidad y no causar problemas o daño, los demás confiarán en que no les engañaremos, ni abusaremos de ellos, ni los usaremos para nuestros propios objetivos egoístas. La confianza es el cimiento del afecto y se sienten contentos de estar con nosotros, sabiendo que no tienen nada que temer. A su vez, nosotros nos sentimos más felices. ¿A quién le gustaría que los demás estén a la defensiva o temblorosos de miedo cuando nos acercamos? Una vida ética trae consigo afecto, apoyo emocional y felicidad.

-- ¿Como conseguiremos que la gente sea ética?

-- Majestad, hoy queréis ponerme a prueba. Tomamos decisiones inteligentes acerca de cómo comportarnos porque nos preocupamos por nosotros mismos y por lo que experimentamos en la vida, y porque nos importa el efecto que nuestra conducta tiene en los demás. Solo nos preocupamos por nosotros mismos cuando tenemos un sentido de autoestima. Queremos y merecemos ser felices. Una baja autoestima conduce a una actitud de “da igual” y de indiferencia moral, mientras que lo contrario nos lleva a la dignidad personal. Con dignidad podemos ser éticos. Si sentimos respeto por los demás, nos refrenamos de actuar en formas destructivas hacia ellos. Causamos un daño intencional a los demás cuando carecemos de respeto por su derecho a la felicidad. No nos importa lo que les suceda o lo que sientan. Y ni siquiera consideramos de qué manera nuestro comportamiento se refleja en aquellos que la gente asocia con nosotros (nuestra familia, nuestro grupo social, religioso o étnico). Pero las personas sí nos asocian con esos grupos a los que pertenecemos. Si podemos ayudar a otros tenemos que hacerlo; si no podemos, entonces al menos evitemos lastimarles. Esa es la esencia. Una vida ética contiene un sentido de responsabilidad global. El interés de nuestro vecino es nuestro propio interés. Tenemos la capacidad de prever consecuencias a largo plazo y si no tenemos una razón propia para actuar así, tenemos el temor de que actuar en contra de los demás puede tener consecuencias negativas e incluso legales. Hay que recordarnos que en realidad nuestra supervivencia y bienestar dependen de  toda la sociedad. Esto se ve hasta en los babuinos: el más viejo toma la responsabilidad completa del resto de la manada. Mientras los demás se están alimentando, uno de los machos viejos siempre está a un lado, haciendo guardia. El más fuerte ayuda a cuidar al resto del grupo por el bien de la sociedad. En términos de efectividad, pensar en los otros es más poderoso. La base primaria es pensar en nuestro propio interés y, por esta razón, evitamos causar daño. 

En tiempos prehistóricos, los seres humanos no teníamos educación ni tecnología. La sociedad humana básica era muy simple: todos trabajaban juntos y compartían lo que tenían. Los comunistas dicen que esto era el comunismo original: todos trabajando y disfrutando juntos. Después, con el tiempo, se desarrolló la educación y la civilización. Esto trajo consigo envidia y odio. Hoy en día, en el siglo veintiuno, han cambiado las cosas. Las diferencias han evolucionado: diferencias en educación, tipo de trabajo y antecedentes sociales. Pero incluso, las diferencias en edad y raza son secundarias. Todos somos seres humanos y todos somos iguales. La actitud de los niños es así. A ellos no les importan los antecedentes sociales, la religión, la raza, el color, o la posición económica de otros niños. Todos juegan juntos; son auténticos compañeros de juego, en la medida en la que son capaces de ser amigables unos con otros. Se supone que los adultos somos más inteligentes y más desarrollados, pero juzgamos los antecedentes sociales de otros. Calculamos fríamente: “Si sonrío, obtendré lo que quiero. ¿Perderé algo si frunzo el ceño?” El sentido de responsabilidad global funciona a un nivel general. Nos tenemos que preocupar por los demás porque somos uno de ellos. Nuestro bienestar depende de ellos, sin importar las diferencias que existan. La nueva realidad necesita un sentido de responsabilidad global. Y para ello necesitamos desarrollar un sincero interés por los demás. 

-- ¿Cómo?

-- Educando, Majestad. Educando. En el bien común, en la unidad en la diversidad que es lo que nos acerca al fin buscado, la felicidad. El recto proceder incluye a los demás, el velar por ellos. Implicarnos y no dejar pasar. Actuar y no solo ver.

Debí cansar a S.M. porque ya no preguntó más y yo me retiré sin saber si había contestado a su pregunta o simplemente le canté una nana. El tiempo lo dirá.



sábado, 10 de octubre de 2015

El viaje





Hay tres enfermedades terminales: ingratitud, soberbia y envidia. Cuando te infectan acaban contigo.
(Del Cuaderno de Notas de Ibrahim S. Lerak)


En la última reunión del club de los narizones se habló, una vez más, de las expresiones coloquiales que aluden al único órgano que sirve para el olfato. Como todos somos de nariz prominente una de las primeras expresiones que se comentó fue la de asomar las narices, algo que alude a cuando se fisga. Meterse en la vida de los demás, observarles y criticar es algo común a todos y parece que nosotros tenemos más números para ello. 

Nos contó el ponente una historia relacionada con esto, con asomar la nariz en la vida de los demás y lo instructivo que fue para él cuando solía ir en autobús en los desplazamientos por la ciudad:

Tuve la suerte de que desde mi casa hasta la oficina había una línea que me llevaba de puerta a puerta. Con un horario bastante regular los que íbamos a la misma hora en el mismo autobús nos conocíamos de vista y nos saludábamos con un reconocimiento de ojos o inclinación de cabeza. Algunos leían, otros arovechaban para dormir un poco más y otros mirábamos curiosos como cambiaba la ciudad o cómo despertaba; a mi me llamó la atención una pareja mayor, cada día sentada en la parada del autobús siempre con la misma maleta desvencijada y de largo recorrido. Verles esperar diariamente el autobús con la maleta me llamó la atención. No podían ir de viaje cada día y llevar una maleta en lugar de una bolsa... no dejaba de ser curioso. Así que les observé e incluso inventé una razón banal para llegar tarde al trabajo algunos días. Primero miré que línea de autobús cogían. Mayor misterio, cada vez era una diferente. Luego me fijé en como iban vestidos, siempre sencillos pero elegantes. Me fijé en sus caras sonrientes, en sus manos juntas y en la mirada valiente de quien sabe que lo que hace está bien y lo encara aunque no le guste. 

No resistí mucho tiempo, llegué a obsesionarme con una cosa tan estúpida como era querer saber a dónde iban y que secreto guardaban; así que un par de veces subí al mismo autobús que ellos, cada vez una línea diferente y hasta el final del recorrido. Creo que fue en la cuarta o quinta o incluso quizás la sexta coincidencia que hablé con ellos y les pregunté abiertamente a dónde iban, por qué cada día un destino diferente y siempre con la maleta. Me miraron complacidos, sin sorprenderse y suavemente, amablemente, me contaron su historia. Omitiré mis preguntas y mis caras, lo entenderéis sin que os lo cuente:

"Mira hijo -- dijo ella-- con frecuencia, algunos buscan la felicidad como se buscan los lentes cuando se tienen sobre la nariz. Nosotros la llevamos en la maleta, es la que nos da vida y esperanza. Vivimos en casa de nuestro yerno y nuestra hija; no tenemos ya nada más que años. El resto lo dejamos por el camino para que ellos viviesen mejor que nosotros. Los dos trabajan y necesitan su espacio. La casa es pequeña y muchas veces molestamos. Así que cada día nos vamos de viaje. Juntos, porque la soledad es tan terrible que hasta Dios tuvo que tener un pueblo escogido para que le hicieran caso y no estar solo. Nos hacemos mayores, los dos soñábamos con vivir mucho tiempo juntos y la realidad es que envejecer es el único medio que se ha descubierto para vivir mucho tiempo, pero no te hagas ilusiones. Se paga, como todo. Solo que ésto se paga con achaques y visitas al matasanos.

Cada día cogemos la maleta que nos acompañó toda la vida, en todos los viajes, que se mojó con lágrimas de alegría y de dolor. Nos vamos con ella, contiene las esperanzas y las ilusiones. No, no es pequeña para ello lo que pasa es que la vida es tan corta que las esperanzas no pueden ser a largo plazo y menos a nuestra edad. Son pequeñas, sencillas, incluso banales. Deseos de felicidad para los demás y en un bolsillo queda siempre el ansia de haberlo hecho bien, de haber sabido amar; con tal de sentirnos amados, necesitados, reconocidos somos capaces de todo, incluso de vivir. Más a nuestra edad. Con nuestra maleta recorremos el mundo, el real y el imaginario. ¿Que más da a donde nos lleve el autobús? Nosotros vamos juntos al final del trayecto. Allí paseamos y miramos todo. Seguimos queriendo saber, conocer, entender y usamos los ojos para comprender. Los ojos no sirven de nada a un cerebro ciego. Hay que reflexionar  sin caer en la tentación de mirar atrás, de desgranar recuerdos, de sacar la sangre de Caín que todos tenemos. Los dos deseamos paz y tranquilidad. El deseo es la mitad de la vida, la ingratitud y la recriminación son la mitad de la muerte y nosotros aún no queremos morir. Hemos aprendido a cambiar de acera cuando hay un socavón, a no querer saltarlo cada vez. La vida solo se puede entender mirando hacia atrás, sí, pero es más cierto que solo podemos vivirla mirando hacia delante. Y si hace falta algo... está en la maleta, entre las esperanzas e ilusiones que aún no hemos convertido en realidades. ¿Entiendes ahora porqué cada día lo pasamos fuera?"

Desde entonces busco la otra acera, no medito pero reflexiono y sobre todo llevo conmigo también una pequeña maleta ....




martes, 2 de septiembre de 2014

Felicidad, carta inconclusa / Happiness, a view on it


Hoy no sabía que ponerme... y me puse feliz.
(actitud vital)

Carta inconclusa en el cuaderno de notas de Ibrahim.S. Lerak.


Carolus maximus,

Gracias por la carta del 14 que sólo ahora llego a contestar por aquello de que las cosas serias merecen un tiempo de reflexión y no una respuesta a vuelapluma.

Tienes razón cuando estableces que una parte importante de la felicidad a partir de cierta edad está en ver felices a los seres queridos. Quizá sea una forma egoísta de ser feliz por lo que conlleva de autosatisfacción, quizá sea una forma altruista si los demás, al menos ellos, lo son y al importarnos nos quitan un peso de encima. En cualquier caso, la felicidad de nuestros seres queridos como se les suele llamar nos es importante, grata y vital.

Claro que la pregunta ¿cuál es la felicidad de los seres queridos? parte de un supuesto de conocimiento común de lo que es la  felicidad. Y ahí tenemos un buen rato de discusión. Se puede opinar como Leopardi:  “La felicidad es la ignorancia de la verdad” o como Benavente que dice que “la felicidad no existe en la vida, sólo existen momentos felices” y un sinfín de otras definiciones siempre controvertidas. Pero si convenimos en que la felicidad  es un razonable “estar bien” con uno mismo y con su entorno nos será más fácil llegar a determinar cual es la felicidad de los seres queridos ya que la definición (admito que facilona, pero operativa) lleva parte de la respuesta en sí misma.

Sin duda el abuelón, como todos los mayores había destilado una sabiduría que solo dan los años. Un punto de vista situado en la experiencia vivida y resultado de una travesía de situaciones personales únicas e irrepetibles, pero en esencia comunes a la generación y a la edad. Las semillas que se plantan en otros si han sido bien plantadas germinarán; como en toda obra necesitarán retoques a medida que vayan creciendo y la crudeza con la que se hagan estos retoques puede determinar el resultado de lo que se hace. He ahí una de las dificultades del educador que precisa actuar con un equilibrio que debe improvisar.

Los seres queridos más difíciles de hacer felices son seguramente los hijos. No se les puede dar la felicidad ya que tienen que llegar a ella por si mismos. Lo material e incluso lo espiritual pueden quedar en medos remedos simples, de duración más o menos larga, pero incierta. Solo nos queda prepararles bien para que sean capaces de analizarse a sí mismos, sepan discernir entre el antojo, el capricho momentáneo y lo que tiene valor duradero. Hay que adelantarse 20 años a nuestra época e imaginar cómo será la sociedad que les tocará vivir para que la educación, los valores imbuidos y la forma del análisis sean aprovechables para ellos. No sirve forzar un camino, ni proyectar deseos o trazar planes. Hay que dejar la novela inconclusa con varios finales posibles que elegirán ellos, pero con la trama bien trazada y modelada de modo que sean pocas las variables. Como la vida no es precisamente un camino sobre pétalos de rosa y la experiencia no es transmisible sino que únicamente sirve como fuente de información, nuestros retoños necesitarán  llegar a una madurez y estabilidad para aprehender todo lo que está en ellos directa o indirectamente. Cuando llegan a ella es el momento en el que se ve el fruto y poco se puede hacer para corregir el tiro en ese momento. Que sean o no felices dependerá de lo acertados que hayamos estado en nuestros supuestos iniciales y de las veces que nos hayamos autoengañado al podar lo que florecía. Si son felices (dentro de un orden) bingo y si no lo son tendremos que actuar como verdaderos psicoanalistas y mudarles la escala de valores aunque no creamos en ellos. Sin duda una acción discutible pero eficaz cara a la felicidad aunque ésta sea solo la suma de los momentos felices como apuntaba Benavente.

La felicidad del resto del entorno, pareja, padres e incluso amigos es más fácil de conseguir; al menos en teoría. Se parte de un conocimiento de gente formada y de los que ya se sabe cuáles son sus escalas de valores. Conseguirla, o no, es más una determinación en la que influyen demasiados aspectos personales para hacer un supuesto único.

Tu amigo Sánchez Silva también acertaba al decir que lo importante es el ahora, quizá le faltó añadir que para ser verdaderamente importante al ahora hay que darle un sentido de continuidad, una intención. Así, el “lo importante en esta vida es lo que estás haciendo y no lo que vas a hacer” se carga de sentido cuando le añades que lo que estás haciendo está enmarcado en algo más general que tiene un sentido y una dirección determinada. La suma de momentos puntuales inconexos carece de rumbo y solo puede conducir a la felicidad artificial (sea cual sea, droga o ensoñación) o bien al nihilismo radical. Por ello coincido contigo cuando manifiestas que podemos hacer lo que nos rote en cualquier momento, pero que la posición está equivocada si se queda en eso, en hacer solo lo que nos sale de las narices por cuestión sexual, sin poder hilvanar una línea de acción.

Sobre el punto de que la lástima es sólo para los indigentes......... continuaré.


Un abrazo, primo

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The English version is a bit different but maintains the central idea of above text



Life consists in small glimpses of happiness that are connected because they belong to a frame that contains all of them giving sense to their existence. To make love, to see smiling someone we like, to caress our beloved partner one day under a tree, or to make a trip or even wait for someone under the rain can be moments of happiness. But disconnected, alone, they can also be meaningless and bring more confusion and sadness to life. When they are in a frame with a sense and a direction they form a continuity that justify and show that happiness is a state of mind and not merely a collection of moments as many yellow science doctors pretend. 

It is true that at certain age, an important part of happiness relays in seeing happy the people we love. May be this is an egoistic vision as it has a certain form of auto-satisfaction, could be also an altruist way of being happy  if the others (at least they) are happy and as we care about them it takes a stone of our heart. In any case the happiness of our beloved is important for us, makes us happy and we need it also to be at our time in good mood. 

By wanting the happiness of our loved people we imply a common knowledge and acceptance of what happiness really is, and for sure we can discuss long time about it. Many will agree with Leopardi when he defined happiness as the ignorance of the truth; or with Benavente when he stated that happiness does not exist in life, only happy moments exist, and many other definitions all of them controversial.  But if we accept that happiness is a reasonable “feeling well” with oneself and the immediate surrounding it will be easier to determine which is the happiness  of the beloved people as this definition (I admit is a very light definition, but operative) contains in herself part of the answer. 

The loved ones that are more difficult to make happy are probably our own children. We can’t give them the happiness as they have to arrive to it alone. The seed that we plant in others will germinate and give sprouts if they were well planted. As all jobs, it will take some retouching while they grow; and how rude or how delicate we do it will determine the result of what we do. The mentor has to act with an equilibrium he has to improvise. Material and spiritual items could just vanish in any moment; we can only prepare them well to be able to analyze themselves, to differentiate well between what is a whim, a momentary craving and what has abiding value. We have to foresee the society in 20 years time and visualize their time to give an education and analyzing pattern valuable for them. Our set of values won’t be useful; at least some of them. 

There is no sense in forcing a way, nor project (our) desires or make plans. It is necessary to let the novel unfinished with several possible endings that they will select, but with the plot well drawn and modeled to minimize the variables. As life is not precisely a path on rose petals and experience can’t be transmitted (only serving in the best case as an information source) our “offsprings” will need to reach to a certain maturity and stability to grasp all what is in them directly or indirectly. When they arrive to it is the moment when the result is seen and nothing or little can be done to correct the way in this moment. That they are happy or not will depend on how correct we have been in our initial assumptions and on the number of times that we have befooled ourselves when trimming what flourished. 

If they are happy (within an order) bingo! And if they are not ... we will have to act as good psychoanalysts and change them the scale of values even if we don’t believe on them; without any doubt a questionable but effective action, aiming to happiness even if it would be only the apposition of happy moments.

Happiness of the people surrounding us, partner, parents and even friends is easier to get; at least in theory. We have already certain knowledge: they are grown people and we know their scale of values. To get it or not is more a determination in our willingness in which too many personal aspects have an influence as to make a unique assumption. 

Many believe that the important is the moment, the now; true but maybe we should add that to become truly important, to the now we have to give a sense of continuity, an intention. Hence that the saying of "the important thing in life is what you're doing and not what you are going to you do" is charged with sense when we add that what we are doing is framed in something more general that has a meaning and a direction. The sum of disconnected specific moments lacking direction can only lead to artificial happiness (whatever, drug or daydreaming) or the radical nihilism. We can do whatever we want at any moment but the position is wrong if we stay on that and are unable to string a line of action.