jueves, 30 de mayo de 2024

Lucía

 




Querido diario,

Hoy he leído una parte de todo lo que llevo escrito, de estas confidencias que te hago y de lo que siento o lo que me pasa y estoy contenta, más que de costumbre. Ya sabes que soy de buen ánimo y que no me gusta ni refunfuñar ni enfadarme. ¡Bien aprendí que no sirve de nada! Leyendo lo que te he confiado me pregunto asombrada que diría de mí esa niña que fui hace tantísimos años. De algo sí estaría orgullosa, me sigue gustando la poesía, me sigue gustando leer y doy gracias a Dios de poder hacerlo. Aquí, en la residencia no todos pueden y algunos se cansan a las dos líneas. Aquí hablamos por los codos, desgranamos recuerdos o callamos perdidos en ellos. Algunos tan perdidos que no salen de su mundo interior.

Yo todavía guardo en la memoria el poema que Juan me pidió que pusiera en su lápida, ese de Ferreriro:

Dicen,
que la vida es
una estrella fugazzzzz
que cruza el cielo
en la noche.

Pero tú y yo
lo cruzamos
cogidos de la mano
como dos enamorados.

No fue
tan fugaz
nuestro paso
aunque fue muy oscura
la noche
que nos tocó en suerte.


Y recuerdo la vida que tuvimos, que te he ido contando a trozos. Fue en la fiesta del vino donde nos conocimos, ambos ya granados y cansados de un trabajo que apenas daba para vivir. A ambos nos gustaba leer y se nos ocurrió llevar un libro a la Verema, la primera, ya hace 50 años ¡Qué ocurrencia! Debimos pensar que iba a ser aburrida y que no iba a ir nadie. Eso nos unió, pasamos a hablar, a comentar los libros y fue la palabra la que nos unió. Nos creó una realidad conjunta y nos dio libertad, porque para ser libres debemos poder decir que creemos en la esperanza y nosotros creímos en ella y nos llevó de la mano a través de todas las dificultades que ahora no quiero volver a recordar.

Vine aquí, a la residencia por voluntad propia, sin hijos que me sobrevivieran sin familia directa que se acuerde de mí. Aquí he creado la familia y los amigos desde que se fue Juan y naciste tú, mi diario escondido.

Pero te decía que estoy contenta, hace días que pienso mucho sobre la muerte y la vida, quizás por lo años una se va dando cuenta de la importancia de eso que antes se llamaba el bien morir. Vuelve a mi cada vez más insistente lo aprendido en la juventud. ¿Será verdad que existe un Dios que castiga si no cumples su ley? ¿Será posible un Dios del Antiguo Testamento despiadado y cruel? ¿No será todo amor y, por tanto, perdón? Pero si no hay castigo ¿vale todo? ¿Cuál es entonces la diferencia entre ser bueno y procurar el bien de los demás o solo el propio? Si la hay, ¿cuándo se peca y, sobre todo, cuánto vale una buena obra? ¿Valen todas lo mismo? ¿Tiene el diablo un pacto con Dios en el que el infierno solo es una sala de transición antes de ir al cielo? Y si es así, ¿qué es el cielo? No puede ser una eterna contemplación de Dios.

¿Es que realmente existe un dios? Lo sé, la ciencia no precisa de un dios para explicar el mundo, eso lo he oído y lo he leído. Pero aún así, las preguntas me bombardean la cabeza. He buscado quien me lo explique porque cada vez me obsesiona más. Hablarlo aquí cuando estamos juntos en la sala es poco útil y además es descorazonador y triste. Es un tema que se evita, provoca llanto o ira. Podría ir al Mosen, pero ya me aleccionaron bien las monjas.

Y por eso estoy contenta, porque hace tiempo que pienso en Lucía. Esa amiga tan íntima a la que le contaba todo, éramos más que hermanas. Tantos años juntas y luego se casó y se fue con el marido. Me importó, pero estaba con Juan y dolió menos. Y ahora me ha dicho que viene a verme. Después de tantos años. Y sabe lo que me preocupa y lo que casi no me deja dormir. ¡Tantos años y sigue sabiendo lo que me pasa! Qué buena amiga es. Con ella nunca tuve miedo y ahora tampoco.

Querido diario, también tú me has hecho compañía todos estos años, y te debo dar las gracias. Gracias. No te ofendas si te dejo, tengo que prepararme para cuando mañana venga Lucía. ¡Qué contenta estoy! Tengo muchas cosas que hacer y preparar para cuando venga. Me ha dicho que me lo contará todo y que haremos juntas el viaje. Estoy excitada y calmada a la vez, que Lucia me lleve con ella es un sueño que acaba con mi soledad y mi ansiedad. 

Igual es su aniversario, ¿dónde apunté el día en que Lucía murió en el accidente?

sábado, 4 de marzo de 2023

Del perdón

 

 

 

perdonar 

Dicho de quien ha sido perjudicado por ello: Remitir la deuda, ofensa, falta, delito uotra cosa.


remitir 

Perdonar, alzar la pena, eximir o liberar de una obligación.

Dejar, diferir o suspender.

(RAE)

 

Hacía tiempo que el club del círculo cuadrado no se reunía, el cambio a ser un grupo abierto de algún modo afectó a los miembros. Quizá el volverse más tipo ateneo eliminó el apego a las reuniones yal interés de los temas. O quizás fue simplemente desazón por no encontrarse e gusto en lo que era el habitual círculo conocido. Tuvimos una sesión dedicada al perdón que, por aquellos motivos desconocidos pero existentes, volvió a reunir a la mayoría de los habituales.

Como siempre se había pedido a un ponente comentar un tema en particular. Esta vez fue sobre el perdón y si perdonar es posible o no. La discusión sobre lo que es el perdón y si se puede o debe perdonar, es una de las discusiones que aparecen habitualmente en los debates y llenan la boca de los pretendidos guías espirituales populares.  Nuestro orador nos hizo las siguientes reflexiones:

Si nos atenemos a lo que indica la RAE, parece que perdonar es liberar de una pena causada por la acción de alguien y que quien puede perdonar es la parte agraviada.

Es importante notar que quien perdona es el agraviado, pues él tiene la capacidad de ejercer ese perdón o no, por tanto le sitúa en una posición superior al causante de la ofensa. Ejerce un poder sobre él. No están en el mismo plano. El ofendido, por el hecho de serlo, se eleva sobre el ofensor y puede decide si accede o no al perdón.

No es extraña la posición de quien se niega a perdonar, pero no por la ofensa o el agravio cometido que produce un rencor o un dolor, sino por no considerarlo justo y atribuir la capacidad del perdón al único que sabe y conoce todos los elementos que han llevado al ofensor a realizar el agravio. Para él solo Dios (o su equivalente) puede perdonar y la personas solo olvidar o pretender olvidar.

En la práctica perdonar es no dejar que los eventos negativos del pasado definan cómo te sientes acerca de alguien o algo en el presente. En otras palabras no guardar rencor y olvidar lo ocurrido.

Se dice que el perdón es beneficioso para la salud mental: aumenta el sentimiento de felicidad y disminuye la ira y el dolor. Punto importante: perdonar no significa necesariamente olvidar totalmente y puede también excluir o no la relación con el perdonado. Si alguien me rompe un jarrón chino de la dinastía Ming, el perdón no implica que más adelante le confíe otro o cualquier otra relación.  El perdón es un acto personal que no implica seguir con una relación y ni siquiera que el perdonado se entere. El perdón es un proceso puramente psicológico y personal. No necesariamente tiene repercusiones en el mundo real (a menos que así lo desees).

Cuando guardas el resentimiento y te aferras a la ira te pesa y drena tu energía; aumenta el estrés y hace que no seas lo feliz que puedes ser.  Por lo tanto, desarrollar la capacidad de dejar ir el resentimiento y perdonar es una herramienta importante en el camino a la felicidad.  Además es un lubricante social.

El problema del resentimiento es que obliga a vivir en el pasado. De la misma manera que el arrepentimiento hace que te quedes "atascado" en el momento en que sucedió algo terrible, la incapacidad de perdonarte a ti mismo o a los demás nos fija de forma recurrente a ese momento pasado. Ni evolucionamos nosotros, ni evoluciona el ofensor.  Mantenemos artificialmente la posición en el pasado.

Dicho esto, es mucho más fácil de decir “te perdono” que hacerlo. Y no es necesariamente una panacea. Podemos haber perdonado a algunas personas en el pasado, pero todavía podemos sentirnos incómodos y enfadados cuando tratamos con ellos y los evitamos. Pero con la gente que nos importa, la capacidad de perdonar y seguir adelante es fundamental para mantener una relación agradable. Así que ¿cómo se perdona? Nada fácil, pero quizá se puede proponer una guía:  

Separar la acción de la persona - Comprender su motivación – Empatizar y Dominar la emoción


SEPARAR LA ACCIÓN DE LA PERSONA

Hay un dicho llamado la navaja de Hanlon que reza: Nunca atribuyas a la maldad lo que se explica adecuadamente por la estupidez*. La realidad es que casi todos nosotros podemos parecer idiotas totalmente odiosos si estamos en el contexto equivocado con la información incorrecta. Muchas veces atribuimos a los gestos, comentarios o acciones de los demás una mala intención cuando en realidad no la hay, y lo que hay en la mayoría de las ocasiones es simplemente una falta de habilidad o un no saber hacer las cosas mejor. Todos tenemos comportamientos que no reflejan quiénes somos en realidad.

Esta separación de la acción de la persona es crucial para llegar a cualquier tipo perón con cualquier persona. Todo el mundo, absolutamente todo el mundo, hace cosas malas en su vida. Pero muy pocas personas en este mundo son malas personas. En la religión cristiana esta separación viene a ser el "Ama al pecador, odia el pecado". Otras religiones tienen su equivalente, pero en todas hay un principio central de perdón incondicional. Y ese perdón empieza por separar la acción de la persona.


COMPRENDER LA MOTIVACIÓN

Pocas personas en este mundo son realmente sádicas. La mayoría de las que parecen tener algún tipo de placer en lastimar a otros, probablemente están compensando el dolor que sienten. Muchas veces, la sociedad les ha arrinconado y se sienten como una combinación de asustados o inseguros para cuestionar esas creencias. Pero sea lo que sea que esta persona haya hecho, en general es que se siente mal. Por ejemplo, una  mujer que engaña a su marido lo hace porque se siente sola e ignorada y el engaño es simplemente un grito de atención para saber que a alguien le importa.

Si la razón es cierta o no, no viene al caso. El punto es que nadie piensa que está siendo malvado. Todo el mundo se siente justificado en lo que está haciendo, o de lo contrario no lo haría. Podríamos decir: “Está bien, pero sentirse solo e ignorado no da permiso para romper la confianza del matrimonio”. Cierto, no lo hace. Pero separamos la acción de la persona, Estas no son excusas. Son simplemente explicaciones. Y antes de que podamos perdonar a alguien, ayuda entender por qué hizo lo que hizo. Porque sin entender la motivación de alguien, es imposible empatizar. Y cuando se trata de eso, el perdón es, en última instancia, una forma de empatía.


EMPATIZAR

Es la parte difícil: empatizar con la persona que nos ha agraviado. La empatía es una habilidad en sí misma. Empatía significa tomar cualquier dolor que motivó a esa persona e imaginar y visualizar que tenemos ese mismo dolor. Es difícil de hacer y es una de las más importantes habilidades humanas. La empatía es una de las únicas cosas que nos separa de los animales. Es lo que nos da un punto de apoyo en la moralidad. Es lo que llena la vida con un sentido de fraternidad. La empatía es perdón y viceversa. Si el perdón es la capacidad de ver a la persona como un ser humano multifacético y complejo, empatizar con ella es lo que nos lleva allí. Cuando ya no vemos la acción incorrecta como la totalidad de su carácter y simplemente como una pequeña parte resultante de su carácter, hemos alcanzado un estado de perdón.


 DOMINAR LA EMOCIÓN

El paso final es no dejarse dominar por la emoción que desarrollamos al odiar a alguien. Hay que dejar que lo negativo se desvanezca y hay incluso que usar el razonamiento para ello. Las emociones negativas son, eso, negativas y corroen por dentro. No debemos dejar que nos dominen. Muy dentro tenemos esas dos tendencias, la del amor y la del miedo. Si gana el miedo estamos perdidos. Nada es fácil, perdonar de corazón tampoco. Se aprende y se practica y es cosa de ir paso a paso, uno detrás de otro y sin detenerse a mirar atrás para evitar caer en el no-perdón, que se enquistará.

Hay un perdón condicional, que consiste en ponerle límites al perdón: si vuelve a pasar, la reacción será otra… la pregunta es si eso es realmente perdonar o simplemente almacenar tras la puerta de” la venganza es un plato que se sirve frío.” Pero es que el perdón tiene un peligro: la repetición. Se atribuye a Shakespeare la cita: “El perdón es casi siempre, el padre de la reincidencia” o en boca de Alonso de Ercilla: “Quien perdona ligeramente da indicios de consentimiento.” 

En cualquier caso el perdón y el olvido van muy ligados y ambos necesitan práctica. 

Fue controvertida la discusión al final de la conferencia. Muchos casos expuestos dieron lugar a la discusión sobre si es posible perdonar o no. Y sobre las consecuencias del perdón  cuando solo es de boquilla.

A continuación unas variantes de la expresión que usó el conferenciante y que nos trasladó él.

 ……

 **hay varias citas similares.

 .- Robert A. Heinlein en la novela Logic of Empire (1941): "Has atribuido condiciones a la villanía que simplemente resultan de la estupidez".

.- Denis Diderot en Pensamientos Filosóficos (1746). En el pensamiento XXIX: “Condenar a un hombre por malos razonamientos es olvidar que es un imbécil para tratarle como a un malvado.”

.- Goethe en Las cuitas del joven Werther (1774): “Los malentendidos y la negligencia crean más confusión en el mundo que el engaño y la maldad.

En todo caso, estos dos últimos son mucho menos frecuentes.

.- Jane West (1812) en la novela The Loyalists: An Historical Novel: No atribuyamos a la malicia y la crueldad lo que se puede referir a motivos menos criminales.

.- Winston Churchill en la correspondencia con el rey Jorge VI en febrero de 1943 con respecto a los desacuerdos con Charles De Gaulle: "Su insolencia puede basarse en la estupidez más que en la malicia". (biografía de Winston Churchill, Andrew Roberts)

.- Marco Aurelio: Cuando alguno delinquiere en algo contra ti, luego procura discurrir que juicio habrá hecho del bien o del mal cuando pecó.

 

martes, 15 de marzo de 2022

El subconsciente y el arte de pensar

 




¿Qué pasó con Pepito Grillo?
Lo mató Pinocho; empuñó un martillo y le aplastó la cabeza contra un muro.
Pinocho

El subconsciente es un gran traidor bien intencionado, solo quiere que no suframos y por eso nos engaña.
Ibrahim S. Lerak (Cuaderno de notas)


El otro día, yendo en metro, oí a un chico decirle a su compañero de viaje -en un tono visiblemente molesto y algo subido- “no seas cenizo, no hagas de Pepito Grillo”. Me llamó la atención porque es infrecuente mezclar ambos conceptos y estaba claro que lo que le molestaba era que le llamaran la atención sobre algo que él mismo veía como un problema. 

Un cenizo es una aguafiestas, alguien a tiene mala suerte o la trae a los demás.  Imagino que la expresión escuchada iba por el camino de “no traigas la mala suerte, no seas agorero”, pero al combinarla con Pepito Grillo, la mala suerte era que el subconsciente tuviera razón. Pepito Grillo simboliza la consciencia moral, esa voz interior que nos obligaría a actuar de un modo determinado y que nos dice si son correctas nuestras acciones o no, lo que nos capacita para distinguir y vivir los valores humanos. Muchas veces, esa consciencia aparece como el subconsciente que nos habla y nos avisa o nos recuerda o nos previene ante nuestras acciones. 

El subconsciente es como el amigo prudente que no nos deja caminar por la montaña porque igual nos ataca una serpiente o nos pica un escorpión. Todos los temores y prudencia del mundo se unen en él para nuestra seguridad, claro que ese amigo solo ha leído libros y es un pesimista, prudente pero pesimista y fácilmente manipulable. Ahí es donde tenemos un problema, porque mezcla conceptos morales con otros de vida segura y de vida cómoda. El resultado es que es extremadamente sensible a los mensajes externos no procesados, no filtrados por la mente. 

Se ha escrito mucho como influir sobre la gente de modo que casi no se note. Hay miles de estudios que analizan las causas de nuestros pensamientos y qué se puede hacer para modificar nuestra reacción o nuestra percepción de un hecho. Los casos obvios son los escaparates cuidadosamente estudiados para captar la atención; entramos en una de las tiendas y notamos una temperatura concreta, flota un perfume muy específico y oímos una música determinada cuya única misión es despertar nuestras emociones con el fin de seducirnos y reducir el saldo de la cuenta bancaria. O cuando vamos al supermercado y hay que recorrer toda su superficie para encontrar lo que buscamos; los productos cambian de lugar como por arte de magia cada poco, aunque lo primero que siempre está nada más entrar son grandes ofertas, con sus rótulos gigantes y llamativos, y lo último, ya en la línea de cajas, los chicles, caramelos, pilas y objetos de último momento o de capricho.

Estás buscando realizar un curso online y te encuentras con páginas de lanzamiento de supuestos expertos con titulares llamativos y colores contagiosos que te dicen que tienen lo que necesitas, que si haces su curso conseguirás aquello que te propongas, con testimonios perfectos de gente que ha triunfado gracias al curso, con el refuerzo de apariciones en conocidos medios de comunicación que le dan relevancia, y que por supuesto la casualidad ha querido que hayas llegado en el momento perfecto porque tienes a tu disposición un descuento espectacular con fecha de caducidad que no debes dejar pasar.

Escuchas o miras una tertulia política y te das cuenta de que las opiniones, los resultados y las estadísticas bailen al son de la ideología que las examina, y en función de si el partido está gobernando o en la oposición; ves un programa matinal de estilo de vida en televisión y te llueven recomendaciones avaladas por médicos que misteriosamente no siguen sus propios consejos; en los telediarios las noticias catastróficas o de desgracias asoman por doquier y piensas sin saberlo que tienes mucha suerte porque todo está muy mal y que en este planeta nada bueno sucede. ¡Qué suerte tenemos de vivir tan bien!, a pesar de nuestras deudas y de nuestros males. 

Mil y una trampas de ejemplos cotidianos de condicionamiento y manipulación subliminal hasta provocar dolor de cabeza si nos parásemos a enumerarlas, pero creo que ya ha sido suficiente para que os deis cuenta de quienes son los que mejor conocen el poder del subconsciente, y de cuales son algunas de las estrategias que usan para que, pensando que tomamos decisiones racionales y libres, acabamos haciendo y viendo el mundo como a ellos mejor les conviene. Márquetin o mercadotecnia, llamadlo como querías, el efecto es el mismo: yo manipulo, y tú libremente te echas en mis brazos. 

Nuestro subconsciente no solo dirige y controla sin descanso miles de funciones biológicas esenciales para la vida que suceden en todo momento en nuestro organismo, sino que también tiene una enorme responsabilidad en lo que respecta a nuestra conducta y opiniones porque la evolución ha querido que la mayoría de procesos de percepción, memoria, atención, aprendizaje y juicio queden fuera del alcance de nuestra consciencia. Y resulta que, para nuestra desgracia, nuestra percepción es muy limitada y bastante fácil de engatusar, nuestra atención es fácil de dirigir y nuestra memoria más falsa que un duro sevillano.   

Todos nuestros recuerdos permanecen en un enorme almacén fuera de nuestro control consciente en el que se van distorsionando con el paso del tiempo (si no los introducimos ya deformes de origen), adecuándose a cómo somos e interpretamos la vida en el momento presente, y preparados para hacernos creer que lo que recordamos sucedió de esa manera, cuando la realidad es que ni tan siquiera los testimonios que se realizan bajo juramento en los juicios resultan fiables. No recordamos lo que fue, sino que reelaboramos y reconstruimos los hechos cada vez que los rescatamos de la memoria y los ponemos encima de la mesa, así que cuando escuches a alguien decir “lo recuerdo como si estuviera allí” ya puedes explicarle cuáles son los siete pecados de la memoria y buscar la realidad. 

Tenemos decenas de miles de pensamientos cada día, ni nos es posible llevar la cuenta. De ellos, solo una pequeña parte se hacen conscientes y con ello creemos que tomamos decisiones lógicas y racionales, cuando resulta que están basadas en condicionamientos, experiencias, aprendizaje, recuerdos y automatismos que se han ido almacenado en nuestro subconsciente sin que nuestra consciencia haya intervenido de manera relevante en el proceso. Si creemos que nuestras decisiones no están condicionadas y son libres, que podemos elegir lo que somos o podemos ser lo que queramos, es que estamos en un nivel de ignorancia muy alejado de la tan cacareada y ansiada libertad. 

El subconsciente recibe y procesa información a través de la percepción y los sentidos, mucha información, entiende e interpreta el lenguaje de las sensaciones y habla a través del de las emociones, las cuales están ahí por algo ya que evolucionaron para un propósito: mantenernos con vida. Y si nos han de engañar … nos engañan. 

Emociones como miedo, alegría, tristeza, ira, asco o insatisfacción son inherentes a la naturaleza humana porque son un mecanismo de supervivencia cuidadosamente preservado por medio de la selección natural. Por tanto, no es casualidad sino causalidad el que sea a través de los sentidos y de nuestras emociones que nos asaltan por doquier quienes quieren influir en nosotros con el fin de dirigir y condicionar nuestra conducta en pos de sus intereses. 

El 90% del control del comportamiento lo maneja el subconsciente y, por tanto, tenemos que aprender como rebajar ese porcentaje para ser más nosotros y menos el resultado delo que nos imponen. Para ello hay que desarrollar el hábito de reflexión, el pensamiento crítico y la higiene mental. 

Obediencia ciega a credos y tradiciones, supersticiones, costumbres e ideas que no son propias, malos hábitos mentales, patrones de pensamiento tóxicos, y creencias limitantes e irracionales son actitudes que nos suelen provocar peores sufrimientos que cualquier dolor físico. También pueden dejarnos peores y más profundas cicatrices y por supuesto evitan que seamos felices, pues nunca tendremos todo aquellos que quieren los que nos manipulan. 

El ser humano no sabe vivir simplemente por el hecho de hacerlo; hemos evolucionado de tal manera que necesitamos encontrarle un sentido a todo lo que se nos presenta, si es que queremos avanzar y ser felices. Pero no basta con encontrar sentidos, tener de todo o experimentar mucho, pues la felicidad depende del modo de pensar, de sentir y de ser, de una actitud ante la vida donde aprender a pensar es la mejor herramienta que disponemos para alcanzarla. No podemos ser felices sin saber pensar correctamente, porque la felicidad es algo que se aprende.

¿Y cómo se aprende a pensar? Pues es un problema aparentemente difícil de explicar, porque el manual no existe, pero si hay unas cuantas herramientas útiles para ello y al alcance de todo el mundo “sin distinción de raza, sexo, orientación política y otras zarandajas.” Estas herramientas son: 

.- La CURIOSIDAD por todo, el preguntarse todo y querer saber y entender. Es inabarcable y hay material para toda la vida.

.- El ESCEPTICISMO y que por definición no juzguemos como negativo lo que no hemos probado y no conocemos.

.- La HIGIENE MENTAL, que consiste en la reducción de todo lo que no permita lograr un equilibrio emocional. Las actividades y acciones que cuidan de los pensamientos, ayudan a gestionar las emociones, previenen comportamientos negativos y favorecen una mejorar la calidad de vida.

.- El PENSAMIENTO CRÍTICO, que no es más que la capacidad de analizar y evaluar la consistencia de los razonamientos.

.- La CONSCIENCIA, el conocimiento responsable y personal que tenemos de lo que hacemos y las razones por las que lo hacemos y juzgamos nuestros actos.

.- El ATREVIMIENTO, quien no osa, quien se para ante la duda, está perdido. Lo dice el refranero: quien no arriesga no gana. 

Pero hay también un par de enemigos y no son débiles:

        .- El ¿qué dirán, juzgarán y como actuarán los demás?
        .- El si todos lo dicen ¿voy yo a saber más que ellos?
        .- El ¿y eso me ayuda a vivir mejor y más feliz?
        .- El yo no voy a cambiar el mundo

Precisamente casi todo esto puede relacionarse con un pensamiento desarrollado hace muchos años por Erich Fromm, simplemente el miedo a la libertad. Es mucho más cómodo y confortable. Pensar igual que un grupo, es decir, no pensar por ti mismo, sino tener todas las respuestas previamente dadas. ¡Qué descanso mental! 

Y, además, suele ser más conveniente, socialmente hablando, porque el grupo te apoya. Pensar por ti mismo y no ampararte en un dogma grupal te deja mucho más a merced del viento y de la inquina de los demás. 

La decisión, como siempre, es nuestra. ¿Queremos pensar y ser felices, o preferimes solo vivir y que el viento de la vida nos lleve por su camino?

domingo, 2 de mayo de 2021

COVID -19

 





 Je suis debout au bord de la plage.
Un voilier passe dans la brise du matin,
et part vers l'océan.
Il est la beauté, il est la vie.
Je le regarde jusqu'à ce qu'il disparaisse à l'horizon.
Quelqu'un à mon côté dit : « il est parti !»
Parti vers où ?
Parti de mon regard, c'est tout !
Son mât est toujours aussi haut,
sa coque a toujours la force de porter
sa charge humaine.
Sa disparition totale de ma vue est en moi,
pas en lui.
Et juste au moment où quelqu'un prés de moi
dit : «il est parti !»
il en est d'autres qui le voyant poindre à l'horizon
et venir vers eux s'exclament avec joie :
«Le voilà !»

C'est ça la mort !
Il n'y a pas de morts.
Il y a des vivants sur les deux rives.
--- William Blake


Al final del camí em diran: ‘Has viscut? Has estimat?’ I jo sense dir res, obriré el cor ple de noms
--- Pere Casaldáliga



Hola Antònia,

Fes-me lloc. Recordes? És el que t’he dit sempre quan has anat a dormir abans que jo. 60 anys llargs que, en realitat han passat com un sospir quan miro enrere. Ja no hi creu ningú en un matrimoni llarg que vol superar junt tots els problemes  que poden esdevenir en el curs de la vida. Una vida que hem imaginat junts, que hem desenvolupat junts, en la que hem criat els nostres fills el millor que hem pogut. No existia internet quan els vàrem tenir i no donaven manuals per ser bons pares. Teníem prou amb l’amor i les ganes, l’après i el que volíem per ells. Temps durs alguns, però sempre amb il·lusió i força.

Mai hem volgut ser una càrrega per ells i ràpidament vam decidir anar a la residència del nostre poble quan ja l’edat ens va deixar marcats pels molts esforços fets i la manca de temps pel descans. Que ells facin la seva vida, no volem que estiguin pendents de nosaltres i a casa seva serem una molèstia! Ho dèiem i ho sentíem així. Ho hem complert. Una vegada més d’acord i sempre junts. Junts fins a la mort ens van dir al casament. L’únic compromís que no hem pogut complir en tota la vida.

Un dia et vas posar malalta, tos, febre, cansament, mal de cap i dificultats per respirar. Una pneumònia estranya va dir el metge i et va medicar a l’inici, però aviat es va veure que no servia de res i et va enviar a l’hospital. Un petó  i un “ens veiem  després” com cada nit hem fet abans de dormir i cada mati abans d’anar a treballar.  Sols que ... aquesta vegada, aquesta vegada no ha estat com sempre. Quan vam arribar amb els fills a l’hospital no ens van deixar veure’t. Primer eres en observació, després a la UCI i no es podia veure al malalt “ordres del metge”.  20 dies de “ordres del metge”, 22 dies d’explicacions confuses, es parlava d’un virus vingut de la Xina... Si tu i jo mai hem anat més enllà de França i no ‘t’agraden el restaurants xinesos, com podies tenir un virus xinès? 23 dies de nervis i soledat. De patiment pel desconegut, per no saber més del que es deia al carrer i de veure com cada vegada la UCI tenia més gent.

Als 24 dies ens van dir que havies mort. Que ho sentien molt. Que no era convenient fer un enterrament amb gent, que no tenien lloc a la UCI, que no ens podíem acomiadar de tu ni veure’t perquè la malaltia era molt contagiosa. Van ser moments durs, molt durs, els més durs de la meva vida. Així creia jo en aquells moments. Anava errat, molt. Només ho he sabut ara. Ha passat un any. Un any llarg sense tu. Fes-me lloc, Antònia.

O, potser he de dir Antònia “pacient 583, covid-19, dona, 84 anys” com posa el teu expedient de l’hospital, qu’ara he vist després de reclamar que ens tornessin el que vas portar a l’hospital i es va extraviar, quan el vas deixar per la porta petita i amagada de la morgue, del dipòsit de cadàvers. Algú es va equivocar i va deixar l’informe mèdic amb la bossa que no van cremar amb les teves pertinences i que quasi miraculosament ha aparegut després de tant temps de haver-ho reclamat. Ningú no ho esperava ja.

Estimada meva, vas néixer amb un nom i vas morir amb un numero. Vas entrar a l’hospital sent una persona i vas sortir sent només un cos amb una etiqueta numerada. Vas entrar com ésser humà i vas sortir d’amagat com a estadística: pacient 583, covid-19, dona, 84 anys.

Hem plorat molt aquest any, hem pensat molt en tu i en el respirador que et van posar per ajudar-te a viure... els tres dies que te’l van deixar tenir. Ara sabem que vas morir per ser gran, no per que no et poguessis curar. Algú va decidir que la teva vida no valia tant com un altre. Algú va decidir sense saber res de tu, ni de mi, ni del fills, ni de si la teva manca ens trencaria, que no tenies dret a la vida. 84 anys. Algú va decidir que un altre pacient 20 anys mes jove tenia més dret a la vida que tu. Sense preguntar-se res, sense saber si el rescatat a la vida superaria la mateixa malaltia amb el teu respirador o no. No va ser el cas. Però no et van tornar el respirador, ja estaves catalogada com a vella, cas perdut. Pal·liatius, una mica de morfina i a esperar que el llit quedés buit.

Quina societat és aquesta que no cuida als grans i no dóna l’oportunitat a la família d’acollir al malalt i ni tant sols acomiadar-se? On queda allò de “no ets Déu per decidir sobre la vida dels demés”, allò de “una vida val tant com la d’un altre”, allò de “tots tenim dret  a una mort digne”, allò de poder donar la mà al moribund o donar-li suport encara que sigui a través d’un vidre?

Et van convertir en un número, en una peça d’estadística, en un moble vell que és pot llençar. He volgut creure durant tot aquest temps que havies mort en pau. Ara sé que no vas marxar tu, que et van donar una empenta per haver comès un delicte imperdonable: tenir 84 anys.

No vull ser part d’una societat deshumanitzada, no és la societat que volíem quan educàvem als nostres fills. Les màquines no tenen sentiments, les persones si.

Un any massa llarg. Fes-me lloc, vinc a donar-te de nou el teu nom i treure’t l’etiqueta de "pacient 583, covid-19, dona, 84 anys."

Fes-me lloc Antònia, ja vinc.


viernes, 30 de abril de 2021

Personas humanas y personas no humanas

 


Cuanto más hablo con los hombres, más admiro a mi perro.
--- Blaise Pascal

Dos cosas me admiran: la inteligencia de las bestias y la bestialidad de los hombres.
--- Tristán Bernard

Todos los animales son prisioneros de su realidad, menos el hombre que la trasciende soñando.
--- Ibrahim S. Lerak, (Cuaderno de notas)


    La reunión de los narizones se había pospuesto a causa de la pandemia durante largos meses, ya que las reuniones virtuales no satisfacían a los integrantes del club, pues se perdía el calor humano. Una vez relajada la mano de la ley y con todas las protecciones correspondientes se propuso como tema de reflexión ¿En qué consiste ser humano? Si los asistentes pensaban encontrar una ponencia llena de moral, deontología y hospitales, se equivocaron. El orador supo darle la vuelta un tema sensible y aún así marcar la diferencia entre humanos y no humanos.

    Esta fue su reflexión:

    Cada vez más se oye eso de “personas humanas” como si de pronto nos hubiéramos dado cuenta de que persona no es solo un individuo de la especie humana, como indica la RAE en su primera acepción. De hecho, solo la 5ª definición indica que en filosofía es un supuesto inteligente, signifique eso lo que signifique.  La realidad es que la palabra persona deriva del latín persōna 'máscara de actor', 'personaje teatral', 'personalidad', 'persona', que viene del etrusco φersu, y este del griego πρσωπον prósōpon. No se conoce hasta hoy otro tipo de persona que no sea humana. 

    Se habla de “personas no humanas” cuando se alude a la propuesta de creación de una figura jurídica postulada para ser concedida a ciertas especies de animales. Algunos humanos (que por supuesto son personas) dicen que el criterio para conceder dicho estatus jurídico es que se demuestre que poseen elevadas capacidades cognitivas y notable inteligencia, en comparación con el resto de las especies. Está diseñada para intentar proteger los derechos de los chimpancés, orangutanes y otros grandes simios. En varios países se han abierto causas judiciales basándose en este concepto. Sin embargo, otros defensores de esta figura jurídica argumentan que el criterio para otorgar personalidad jurídica es simplemente poseer una conciencia, es decir, tener capacidad para sentir lo que abriría la posibilidad a que las plantas también fueran personas no humanas.

    Entonces, ¿qué es lo que en realidad nos hace personas humanas? Si nos vamos a los pensadores vemos que en palabras de Aristóteles “somos animales racionales que buscamos el conocimiento por el hecho mismo de conocer”. Una característica que nos permitió desarrollar el lenguaje -oral y escrito-, el pensamiento abstracto y la ciencia. Sin embargo, la biología nos hace ser humildes. Somos parientes de todos los seres vivos del planeta. Como en todas las familias, hay parentescos próximos —fundamentalmente con los otros primates: gorilas, chimpancés, bonobos y orangutanes— mientras que somos parientes más lejanos, y por tanto con menos parecido, de las lechugas, los champiñones o el microbio que fabrica la penicilina, pero somos todos una misma familia.  

    Nuestro ADN coincide un 60% con una mosca y un 95% con un macaco, pero con un chimpancé el grado de identidad ronda el 99%. Si fuésemos libros, diríamos que las especies próximas somos plagios unos de otros. De los 3.000 millones de letras de ese ADN solo 15 millones son distintos entre un chimpancé y un humano. Se ha demostrado que habilidades y respuestas sociales que se creían exclusivas de los seres humanos como construir herramientas, experimentar duelo ante la muerte de un familiar, cuidar a los enfermos, ser altruista o ser solidario, no lo son. Los chimpancés pueden modificar un palo para capturar termitas y otros primates, los cetáceos y los paquidermos muestran también, en mayor o menor medida, algunos de esos comportamientos que se suponían eran solo nuestros. 

    ¿Son los homicidios y la cooperación características igualmente definitorias de lo humano o podemos considerar que el nivel de homicidios es bajísimo mientras que los comportamientos altruistas y cooperativos son extremadamente frecuentes y por tanto los homicidios son una anomalía y no son parte de nuestra definición como especie? De hecho, a esos comportamientos que cometemos, pero nos repugnan los denominamos “inhumanos”, como si fueran incomprensibles, extraños a nosotros, ajenos a nuestra verdadera naturaleza. 

    Veamos paso a paso lo que nos puede diferenciar de una persona no humana, básicamente lo que antes se conocía como un animal, porque con una planta es más fácil. 

    Capacidad cerebral:  No tenemos el mayor cerebro de tamaño. Nos superan las ballenas o los elefantes, pero sí lo es si lo relacionamos con las dimensiones. (Quien no se consuela es porque no quiere). El gran tamaño de nuestro cerebro se debe al crecimiento de la corteza, la región superior que vemos plegada, que es la parte más visible y conocida. Buena parte de la corteza está ocupada por zonas de asociación que se ocupan de integrar información externa, discriminar, comparar con experiencias previas, planificar, prever el futuro y tomar decisiones. Somos especialmente buenos para la integración de información y la decisión ejecutiva. Pero no somos únicos en ello. 

    Capacidad tecnológica: Somos capaces de volar y llegar a la Luna o a Marte; de movernos más rápido que cualquier otro ser, de alcanzar las profundidades abisales, de ver cosas diminutas o muy lejanas, de sobrevivir en ambientes imposibles, de trasplantar corazones. En poco tiempo hemos pasado de golpear cosas con una piedra a mover un robot en Marte. Sin embargo, las hormigas argentinas (Linepithema humile) tienen colonias extensas (6000 Km a lo largo de la costa mediterránea) y se comunican entre sí millones de insectos. ¡Espectacular!, sí, pero nosotros nos comunicamos con humanos de todos los continentes, sabemos cómo son y lo que hacen, “nada humano nos es ajeno”. No es una diferencia cualitativa, sino cuantitativa. 

    Capacidad de lenguaje: Somos capaces de establecer y comprender relaciones entre números, ideas y palabras y transmitirlas a los demás. De nuestra inteligencia y creatividad surge una comunicación que parece una herramienta muy superior a otros lenguajes del mundo natural. Alguien diría que somos el mono que canta. Los demás primates tienen una capacidad vocal muy restringida, con un pequeño repertorio de llamadas fijas que se usan en contextos determinados. Nuestra habla es flexible, rica, altamente modificable; pero no somos los únicos que tenemos capacidad vocal y, además, hay animales que se comunican con su voz a mucha mayor distancia que nosotros. 

    Capacidad de pensamiento simbólico: Es la habilidad para crear mundos alternativos, para reflexionar sobre el pasado y el futuro, para imaginar cosas, seres y situaciones que no existen. Es lo que nos permite establecer objetivos y sueños por conseguir, desear una realidad que todavía no ha sucedido. Se cree que esta capacidad para lo simbólico es la que nos ha abierto la puerta a la espiritualidad y a la moralidad, imaginar buenos y malos desarrollos de nuestras acciones. No se conoce en animales, pero nadie ha estado en la mente de algunos animales grupales que pudieran tenerlo y es fácil llamarlo instinto. 

    Capacidad cultural: Es la capacidad para crear una explicación del mundo compartida por un grupo y transmitirla a la generación siguiente. En realidad, nuestra evolución actual es una mezcla de evolución biológica y evolución cultural, ambas íntimamente interrelacionadas y esta última, cada vez más rápida, cada vez más definitoria. No sabemos que capacidad tienen los animales para transmitir una idea del mundo, solo sabemos ver las reacciones, pero si hay transmisión de conocimiento añadido en cada generación. 

    Capacidad de cooperación y empatía: Muchas otras especies cooperan, pero ninguna en la medida de la nuestra y ninguna incluyendo un apartado altruista donde estamos dispuestos a ayudar a cambio de nada. Pero los sociólogos matizan esta idea y defienden que hace falta la culturización, la socialización, para superar el egoísmo innato de los niños. El sacrificio personal se da con las crías en muchas especies. Hay un punto diferente ya que en cierta medida somos capaces de “leer las mentes” de otros, de adivinar lo que sienten o lo que están meditando, de comprender sin que nos lo digan por lo que están pasando. Es decir, podemos conseguir ver las cosas desde la perspectiva de los otros. Pero esto también se observa en animales, aunque en menor grado. 

    Capacidad imitativa. Somos los únicos mamíferos terrestres que imitan sonidos y el único animal que reproduce las cosas que ve. Se cree que de ahí derivan pintura, lenguaje, baile y música. Nuestros hijos imitan desde que son bebés, los gestos, las expresiones faciales de sus padres. Pero hay otros animales que imitan sonidos y palabras (esos loros de repetición). 

    Capacidad de impacto ecológico. Aunque nuestra mente antropocéntrica nos haga pensar que cambiamos el mundo, en realidad el mayor impacto lo producen otras especies, las plantas y animales que el hombre ha domesticado, nuestros cultivos y nuestros ganados, eso sí, con nuestra dirección ejecutiva. 

    Capacidad moral: Se tiende a decir que nuestro cerebro tiene “impreso” una serie de códigos de lo que está bien y lo que está mal, qué comportamiento es socialmente adecuado y cuál no. Tenemos “sentimientos morales”. Nos sentimos bien cuando hemos hecho algo por un desconocido y mal cuando hemos actuado injustamente. Y sin embargo la moral no es algo constante, no es un valor inamovible, depende de la cultura y es algo que se adquiere por necesidad de grupo. 

    Lo que parece claro es que nuestras peculiaridades más definitorias, nuestras características más “humanas” parecen ser más cuantitativas que cualitativas y que no hay una que señale la diferencia entre humano y no humano. No obstante, yo aventuraría que la diferencia está en un hecho derivado de la tecnología, que es la capacidad de transmitir información independiente de las generaciones. El conocimiento no se transmite necesariamente de padres a hijos, sino que existen almacenes externos de memoria a los que se puede acudir para depositar o retirar conocimiento independientemente del que individuo que lo use. Algo que ninguna otra especie ha desarrollado aún. Posiblemente el día que los robots se consideren personas no humanas perdamos esta característica que de momento nos hace únicos.


    Las intervenciones, como siempre, fueron animadas pero hubo unanimidad en una característica del hombre que el orador se había saltado: la capacidad de ¡fumar y sacar humo por la nariz!

     


    miércoles, 3 de marzo de 2021

    ¿Quién habla cuando me miro al espejo?


     Las opiniones -verdaderas o falsas- son los hábitos que se contraen desde la más tierna edad y se identificaron tanto con quien laas ha recibido que es imposible desarraigarlas.
    -- Baron Holbach

    No hay cosa más engañosa que nuestro juicio.
    -- Leonardo da Vinci

    No tienes porqué pensar como yo, si no quieres tener razón, estás en tu derecho.
    -- Argumento social


    No cabe duda que las plataformas digitales que se usan para resolver los seminarios y encuentros que antes eran físicos han tomado el relevo a los mismos. Tienen un problema y es la facilidad de palabra y de intervención, que en las sesiones presenciales no se dan. Por ello el tema de la reunión del círculo trató esta vez el tema de quien habla por nosotros. El ponente supo darle la vuelta y presentó el tema de quien habla por nosotros... cuando nos miramos al espejo. He aquí lo que dijo:

    Cuando hablamos solemos hacerlo sin pararnos a pensar antes. Parece lógico que lo que decimos sea algo que pensamos, que ya hemos evaluado anteriormente y que expresa nuestra opinión. Otras veces (pocas) es al revés, paramos, pensamos y hablamos; pero la verdad es que solemos usar palabras, expresiones, frases que no son del todo nuestras. Lo que hacemos es acomodarlas al momento. usamos frases leídas o de personas sabias a las que les concedemos el valor de saber más que nosotros... aunque a veces nos limitamos a hablar por boca de ganso.  La realidad es que quien no piensa o investiga por si mismo, el que se fía de las palabras de otros y se abstiene de investigar si lo que se ha enseñado o se le enseña es cierto o no, más que un ser humano es una máquina.    

    Así que es lícito que me pregunte ¿quién habla cuando yo hablo con los demás? ¿Soy yo la fuente real de mis propios pensamientos y palabras? ¿Quién es el que habla cuando me miro al espejo?

    Pues… debería ser yo, mi esencia, quien habla, ya que siento, pienso (o al menos creo que pienso) y actúo. Sin embargo, mis pensamientos y palabras están determinados por una serie de factores inconscientes que limitan un pensamiento libre de ataduras. Reza un proverbio árabe que “uno se parece más a su tiempo que a su abuelo” y la ciencia actual viene a confirmarlo cuando nos dice que somos un 30% genotipo solo y el resto es ambiente y educación.

    Cuando hablo, hay factores, internos y externos que me condicionan.

    Entre los internos:

    .- hay necesidades fisiológicas: por ejemplo, si tengo hambre, esa idea estará en mi cerebro todo el rato y modificará mis acciones, impulsos y valoración del tiempo.

    .- hay predisposiciones genéticas: si soy de naturaleza ansiosa mi modo de hablar reflejará ansiedad; mi instinto, mis pulsiones se verán afectadas. Si mi instinto me lleva a poseer, mis pensamientos serán de dominación y si físicamente soy débil, mis acciones serán de protección o incluso de eliminación de mi personalidad.

    Entre los factores externos:

    .- hay reglas morales internalizadas (el “superyó” de Freud): si he aprendido que uno no debe desear mal a los demás, este pensamiento surgirá espontáneamente dependiendo de las circunstancias, o incluso inclinaciones psicológicas (el “yo” de Freud.

    .- hay influencias externas, como las condiciones de vida, experiencia e historia personal, la influencia cultural, hábitos de grupo, prohibiciones sociales, las relaciones con los demás y la influencia de quienes me rodean, etc.

    .- de estas influencias externas hay una que está semiescondida y que tiene que ver con el modo en el que expresamos las emociones. Son las metaemociones. La metaemoción es "un conjunto organizado y estructurado de emociones y cogniciones sobre las emociones, tanto las propias como las emociones de los demás". ¿Está claro?  Supongo que no, así que -con la benevolencia de los expertos presentes que ya me corregirán luego- usemos una definición facilona de andar por casa: La metaemoción se refiere a la idea de que cada vez que provocamos una determinada emoción, también nos ocupamos de las emociones posteriores con respecto a cómo experimentamos la emoción primaria. O aún más sencillo, si se muere un ser querido, lloramos. A cada emoción le corresponde que la exprese de un modo determinado… socialmente. Aquí lloramos, en otros lugares se baila, aquí los velamos y los enterramos, en otros lugares se les sienta para comer juntos una última vez. Esa expresión del sentimiento es un condicionante social. Lo sabemos, pero nos condiciona. ¿Alguien vería bien que en el tanatorio se organizara una comida con el muerto sentado a la mesa y que hubiera música y baile? Pues eso, hay condicionantes externos que no son fáciles de identificar o saltarse. En el coloquio os hablaré de mi cara cuando en Camerún me invitaron a conocer al abuelo de la familia … que estaba ¡enterrado debajo de la mesa!

    Pero sigamos, cuando expreso un sentimiento o una opinión de forma verbal, no soy yo al 100% quien habla, sino mi instinto, mis deseos, mis impulsos, mi educación, mi cultura o mis hábitos adquiridos. De hecho, las fuerzas que actúan, los determinantes que acabo de mencionar, son extremadamente poderosos. Es casi imposible domesticarlos. Resulta que en realidad soy un ser programado y condicionado y mis palabras son el resultado de una conjunción de factores que no controlo. Me hace vulnerable a las ilusiones y los prejuicios. ¿Significa esto que no hay forma de superar estos condicionamientos y poder pensar por mí mismo?  Os adelanto mi respuesta: no necesariamente. Pero antes de llegar a ello dejad que pare un momento en los prejuicios.

    Cuando preguntamos algo puede pasar que de verdad desconozcamos la respuesta, o no, que ya tengamos una idea sobre la misma. En el primer caso aceptaremos lo que nos dicen tal cual, pues no tenemos con que compararlo, lo único que puede pasar es que no nos convenza del todo, pero lo aceptamos. En el segundo caso estamos contentos si la respuesta coincide con lo que creemos que pensamos y la juzgamos errónea si no aporta nada que no hubiéramos considerado antes y no coincide.  Pero a veces la respuesta contiene una parte de cada y aceptamos y descartamos lo que nos parece. En el momento que hacemos nuestra adaptación de la respuesta estamos actuando como Procusto.

    Según la mitología griega, Procusto era propietario de un hostal en Ática. Loco y cruel, secuestraba a los viajeros, les invitaba a cenar y luego los llevaba a pasar la noche en un lecho muy especial.  Tenía una manía enfermiza: el viajero debía encajar a la perfección en una cama. Si el huésped era muy alto lo llevaba a una cama pequeña y entonces para que cupiera con exactitud le cortaba las piernas. Si por el contrario el desdichado era demasiado bajo, lo llevaba a una cama muy larga y estiraba sus extremidades hasta que alcanzara la altura adecuada. Procusto fue víctima de su propia manía y murió en las manos vengadoras de Teseo (el vencedor del Minotauro), que aplicando la Ley del Talión le hizo pagar con la misma moneda decapitándole.

    Básicamente el mensaje es: cuidado con lo que queremos ver. Para ser objetivos hemos de ser conscientes de que tenemos sentidos que deforman la realidad y prejuicios que deforman el razonamiento.  No queramos adaptar lo que "vemos" a lo que ya de antemano creemos o buscamos confirmar. Somos como Procusto, solo que en lugar de personas invitamos ideas.

    Para no alargar demasiado la charla -que ya es larga de por sí- os contaré luego como Procusto actuó para convertir a Napoleón en una alegoría al sol y negar su realidad.

    El mito no es más que una alegoría filosófica a nuestro propio pensamiento. Cuando llegamos al límite de nuestros conocimientos, sea de manera individual o en nuestra relación con los demás, buscamos resolver la confrontación a nuestros problemas haciendo un traje a medida con ideas, vocabulario, acciones y pensamiento, de manera independiente a la lógica cierta de la realidad. Es decir, alteramos el traje de la vida para que quede a la perfección de nuestra propia conveniencia. Y ése es un poderoso enemigo muy oculto y que quiere hablar por nosotros cuando nos miramos al espejo.

    ¿Podemos vencer a esas fuerzas que parecen incontrolables? ¿Quién habla cuando yo hablo? Esta pregunta es inseparable de la pregunta ¿quién soy? El esfuerzo del autoconocimiento es la clave para responder a la pregunta inicial. El individuo autoengañado cree que habla libremente: toma sus propias palabras al pie de la letra, se adhiere a su propio discurso, conoce sus propias palabras, se funde con sus propios pensamientos y se apega a ellos. Es en particular el riesgo señalado por Platón en la alegoría de la cueva o la cama de Procusto.

    ¿Cómo consigo ser yo mismo cuando hablo? ¿Somos dos "yo" o incluso una multitud de yoes diferentes?

    Bueno, tratemos de distinguir estas dos formas del "yo":

    .- el "yo" en su dimensión determinada, condicionada,

    es decir, el ser programado, la máquina viviente que, como la abeja obrera, realiza lo que debe realizar, teniendo en cuenta su propia naturaleza y las influencias externas,

    .- el “yo” incondicionado, libre de pensar por sí mismo e indiferente a cualquier influencia.

    Sería un “Yo Superior”, que puede definirse como el ser capaz de liberarse de su propia personalidad y de su propia individualidad y, por tanto, sería el ser universal, ilimitado, el superior y eterno.

    Parece que este "yo" es inaccesible sin un proceso iniciático; es necesario morir y renacer en varias etapas para refinar / purificar el conocimiento. De hecho, un ser capaz de pensar por sí mismo, desde el principio despojado de toda atadura, sería por definición omnisciente pues tendría plena y completa conciencia del origen del Todo, de su propia naturaleza y del funcionamiento de todo, y por supuesto de sí mismo. Sin embargo, solo la divinidad tiene este poder.

    ¿Estamos entonces condenados a vivir prisioneros de nuestros pensamientos inducidos? ¿Hay una forma de ser libres? El individuo encadenado en la caverna de Platón es en realidad el que piensa que está pensando y hablando por sí mismo. El hombre despierto ve un camino de liberación y decide quitarse los grilletes y salir de esa caverna; solamente al saberse encadenado se da cuenta de la necesidad de ser libre, y está decidido soltar sus ataduras y escapar; pero quien no se sabe encadenado será incluso feliz dentro de la prisión en la que vive. Quizás de ahí la frase “la ignorancia hace feliz”.

    El hombre despierto, el iniciado, es consciente de que al hablar, no es él quien habla. Sabe que es realmente él mismo cuando se mira a sí mismo, es decir, cuando da un paso atrás sobre su persona para conocerse y comprenderse mejor. No emite un juicio sobre sus pensamientos o palabras, porque este juicio estaría condicionado por definición. Así, el ser despierto acepta todo: sus propios pensamientos y palabras, positivas o negativas, como las de los demás. Sin embargo, no está apegado a ellas. Esta actitud benevolente (hacia uno mismo) y tolerante (hacia los demás) es el camino de la comprensión que lleva hacia la sabiduría.

    Tenemos dos niveles de conciencia: el primer nivel es el de la conciencia individual "básica": nuestras percepciones son transformadas en pensamientos espontáneos por nuestro cerebro, el segundo nivel es el de una consciencia universal superior: nos paramos en lo alto, en retirada de nuestros propios pensamientos, nos vemos hablar y actuar sin asimilarnos por completo a este ser actuante. Esto nos recuerda, entre otras cosas, a los ejercicios de meditación. Salimos de la caja para vernos desde fuera, algo que no debemos dejar de hacer y que nos lleva a la humildad, una cualidad esencial para poder avanzar.

    Tomando el camino del autoconocimiento, negándose a tomar sus pensamientos al pie de la letra, el iniciado (y le llamo iniciado porque ya ha muerto en su vía cómoda y ha renacido en la duda de la mejora) se coloca en una lógica de apertura y de progreso. Se le abre el camino del conocimiento. En algunas corrientes espirituales y tradicionales como en el sufismo, se  distingue entre el "yo falso " y el "yo verdadero": el "yo falso " es nuestro ego, el individuo que creemos que somos; el “yo verdadero” es lo más universal en nosotros: es nuestra parte profunda y enteramente consciente, la que puede encontrarse con el concepto de divinidad.

    En muchas vías iniciáticas se ha de buscar infatigablemente al ser interior. ¿Qué es encontrar a ese ser? Representa algo que está en nosotros, pero que ha sido olvidado, perdido. Algo esencial, universal y auténtico, que se opondría al discurso cotidiano, condicionado e incontrolable. Para encontrarlo hay quien acude al silencio de la meditación, o incluso a este dejar ir que lleva al individuo a no apegarse más a sus propios pensamientos y a ese esfuerzo hercúleo por avanzar sin dejar de levantarnos tras cada caída. No se trata de rechazar de qué estamos hechos, negar la existencia de nuestro ego o rechazar nuestra personalidad. Solo de no dejarse engañar por la caverna y no dejarse tentar por Procusto, nuestro mayor enemigo, que quiere hablar por nosotros cuando nos miramos al espejo.

    El debate fue largo, todos tenían algo que decir y justificar que lo hacían por si mismos y que Procusto murió hace muchos años... aunque no quedó claro si usaban palabras oídas o realmente eran palabras renacidas.