sábado, 8 de junio de 2013

Catoptromancia en la red





(del cuarderno de notas de Ibrahim S. Lerak)


Yo Kwen-ton el viejo escribo esto por mandato de la diosa Nahir.

He vivido muchas lunas y bajo muchos soles pero los hombres siempre han sido los mismos. Mis recuerdos van lejos, muy lejos y ven que todos se reflejan en si mismos como en el agua, con ondas e imperfecciones, pero todos buscan el reflejo en los espejos. Recuerdo que los grecos buscaban en la craptomancia el significado de la imagen reflejada. De ahí el miedo a la rotura del espejo o a la onda de las aguas ya que la propia vida estaba en peligro.

Todos los hombres que se han mirado en el agua cristalina, han pasado para retocarse y buscar sus imperfecciones. Por eso hay cola, la mirada es como en la catoptromancia hasta hipnotizarse y quedar a merced de voluntades ajenas bajo el atractivo huidizo de falsas venturas irreales. Recuerdo que los persas y grecos eran maestros en este arte. Recuerdo que el gran salvador en el año de 1326, nuestro bienamado Juan, apartó de la tribu de creyentes a quienes persistieran en sus intentos. Pero fue inútil, los malignos dioses Nuevos Medios bajo la falaz apariencia de alegres reuniones, halagos varios y ausencia de pesadumbre, atrajeron a los hombres en todas las tierras. Les redujeron a esclavos de las horas y les apartaron de sus entornos. Les dieron el don de crear rupturas y dejar cáfilas de problemas a su paso. Muchos sucumbieron y otros siguen.

Buscan almas perdidas para encontrarse a sí mismos, suplir sus carencias o huir de sus reductos. A veces las frustraciones, a veces la monotonía de las situaciones,  a veces la fascinación de la hipnosis en sí misma les lleva a caer una y otra vez. Mis ancestros ya comentaban en lengua extraña “No creas de ligero ni vuelvas las orejas al son del pandero” sabias palabras que, como todas, solo se revelan como tales cuando el mal se ha hecho.

El inicio es fácil, basta entrar por azar, por juego o por curiosidad, por haber visto en una mirada posibilidades de encontrar el punto rojo del chamán Coelho. Salir del espejo cuesta y merece crédito. Quien sale, sabe mirarse y sigue buscando pero conoce al maligno y lucha.

Esto he visto en el mundo yo Kwen-ton el viejo. Esto y muchas cosas. Fui curioso y todo lo quise saber buscando el conocimiento que no existe, pues es como el mar. Cuanto más entras más hay; dentro te engulle, te absorbe y, sin rigor, te pierde. Sigo buscando con mesura los reflejos de la luz ya  que su potencia es tal que al sol directamente no se puede mirar.

Yo Kwen-ton el viejo, ahora escribo por mandato de la diosa lo que guardo en la memoria, en papel de electrón, pero sé que escribí y viví para alentar los reflejos, preparando el camino especular de los buscadores de verdad, como mero elemento en la voluntad de los dioses que guían el camino hasta llegar a la casa sin puertas ni ventanas.


Veo la luz y la sigo; más si brilla en la noche.

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