(del cuarderno de notas de Ibrahim S. Lerak)
Yo Kwen-ton el viejo escribo esto por mandato de la diosa Nahir.
He vivido muchas lunas y bajo
muchos soles pero los hombres siempre han sido los mismos. Mis recuerdos van
lejos, muy lejos y ven que todos se reflejan en si mismos como en el agua, con
ondas e imperfecciones, pero todos buscan el reflejo en los espejos. Recuerdo
que los grecos buscaban en la craptomancia el significado de la imagen
reflejada. De ahí el miedo a la rotura del espejo o a la onda de las aguas ya
que la propia vida estaba en peligro.
Todos los hombres que se han
mirado en el agua cristalina, han pasado para retocarse y buscar sus
imperfecciones. Por eso hay cola, la mirada es como en la catoptromancia hasta
hipnotizarse y quedar a merced de voluntades ajenas bajo el atractivo huidizo
de falsas venturas irreales. Recuerdo que los persas y grecos eran maestros en
este arte. Recuerdo que el gran salvador en el año de 1326, nuestro bienamado
Juan, apartó de la tribu de creyentes a quienes persistieran en sus intentos.
Pero fue inútil, los malignos dioses Nuevos Medios bajo la falaz apariencia de
alegres reuniones, halagos varios y ausencia de pesadumbre, atrajeron a los
hombres en todas las tierras. Les redujeron a esclavos de las horas y les
apartaron de sus entornos. Les dieron el don de crear rupturas y dejar cáfilas
de problemas a su paso. Muchos sucumbieron y otros siguen.
Buscan almas perdidas para
encontrarse a sí mismos, suplir sus carencias o huir de sus reductos. A veces
las frustraciones, a veces la monotonía de las situaciones, a veces la fascinación de la hipnosis en sí
misma les lleva a caer una y otra vez. Mis ancestros ya comentaban en lengua
extraña “No creas de ligero ni vuelvas las orejas al son del pandero” sabias
palabras que, como todas, solo se revelan como tales cuando el mal se ha hecho.
El inicio es fácil, basta entrar
por azar, por juego o por curiosidad, por haber visto en una mirada
posibilidades de encontrar el punto rojo del chamán Coelho. Salir del espejo
cuesta y merece crédito. Quien sale, sabe mirarse y sigue buscando pero conoce
al maligno y lucha.
Esto he visto en el mundo yo
Kwen-ton el viejo. Esto y muchas cosas. Fui curioso y todo lo quise saber
buscando el conocimiento que no existe, pues es como el mar. Cuanto más entras
más hay; dentro te engulle, te absorbe y, sin rigor, te pierde. Sigo buscando
con mesura los reflejos de la luz ya que
su potencia es tal que al sol directamente no se puede mirar.
Yo Kwen-ton el viejo, ahora
escribo por mandato de la diosa lo que guardo en la memoria, en papel de
electrón, pero sé que escribí y viví para alentar los reflejos, preparando el
camino especular de los buscadores de verdad, como mero elemento en la voluntad
de los dioses que guían el camino hasta llegar a la casa sin puertas ni
ventanas.
Veo la luz y la sigo; más si
brilla en la noche.
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