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viernes, 20 de abril de 2018

¿Cuánto vales?



No todos los espejos devuelven la misma imagen. No creas a ninguno, haz el promedio porque siempre hay intereses detrás.

No excita más un "lo conseguí" que el "voy a intentarlo". 
(Ibrahim S. Lerak, Cuaderno de notas)


En las reuniones del club de narizones suele hablarse del complejo producido por los prominentes apéndices nasales y su influencia en el carácter de las personas. Por ello se le invitó al orador que preparara su tema relacionado con ello. Como siempre su intervención dio pie a un amplio intercambio de opiniones. Puesto que era un tema de complejos creados el ponente habló de lo que valemos como personas. Esto es lo que nos dijo:

-- Hay varias historias que muestran que el valor es algo intrínseco. No la valentía, el valor, lo que vales. Hay un ejemplo  donde esto se ve claramente y que lo relaciona con un adolescente que está pasando por momentos muy duros. Lo típico: padre que critica severamente, madre que no toma partido, hermanos que se ríen de él y le usan de chivo expiatorio; aspecto poco agradable, lleno de acné juvenil, el caminar desgarbado y la voz en pleno cambio completa el cuadro. Nadie le toma en serio, por lo que se siente despreciado y su autoestima está por los suelos. Esta situación afecta a su rendimiento en el colegio. No presta atención en clase, no hace los deberes y suspende todo. Además como su actitud ha cambiado, sus amigos le dan la espalda, le critican y se burlan de él... hasta que un día... un buen profesor lo notó y decidió ayudarle.

Al terminar una clase le pidió que se quedara. De mala gana, se quedó mientras sus compañeros salían riéndose de él ya que suponían que iba a ser castigado. Un breve silencio generó un poco de tensión entre el profesor y el joven. Entonces, lentamente el profesor sacó un billete de 500 euros tan nuevo que todavía no había sido ni doblado. Los ojos del alumno empezaron a brillar y él a sentir curiosidad

¿Lo quieres?¿quieres que te de este billete?  --dijo el profesor
- Si – respondió el joven con voz baja y dubitativa
Tómalo, es tuyo.
Pero cuando el joven se levantó de su asiento para tomar el billete, el profesor continuó:
- Espera un momento, déjame hacer esto –dijo mientras arrugaba el billete una y otra vez– Ahora si es tuyo, ¿todavía lo quieres?
- ¡Claro que lo quiero! – contestó el joven con cara de extrañeza.
- Se me olvidaba algo –replicó el maestro mientras dejaba caer el billete para pisotearlo repetidamente– Creo que así estará mejor ¿todavía lo quieres? –dijo mientras lo recogía del suelo.
- Por supuesto – dijo el joven.
- Ah, casi se me olvida lo más importante –volvió a interrumpir el maestro– mira lo que hago ahora y ante la mirada de asombro de su alumno comenzó a escupir el billete una y otra vez hasta que tuvo un aspecto baboso y desagradable. Finalmente lo tomó con mucho cuidado por una esquina y levantándolo en dirección a su alumno le dijo:
Ahora si es tuyo, ¿Todavía lo quieres?
- Sí, por supuesto que lo quiero – contestó con voz fuerte y determinación. 
- ¿Pero, porqué lo quieres si está todo arrugado, pisoteado y hasta escupido?
Por qué a pesar de todo siguen siendo 500 euros– contestó de inmediato el joven.
 - Has aprendido bien la lección, ahora aplícala a tu vida– igual que el billete, cada uno de nosotros tiene un valor que nadie nos puede arrebatar. Tu valor como persona, como ser humano, no va a cambiar si otras personas te maltratan, te humillan, te desprecian o te agreden o si no creen que estás a la altura de lo que esperan de ti.  Sin importar lo que te hagan o lo que otros piensen de ti, tu valor seguirá siendo siempre el mismo. Pero depende exclusivamente de ti que te des cuenta de todo lo que en realidad vales, de todos los dones que tienes, de toda la energía positiva que vive dentro de ti, de toda la capacidad que tienes para dar y amar.

No le prestes atención a las opiniones necias y desfavorables de quienes te rodean. Un día despertarás y te darás cuenta que en realidad tu vida es invalorable. Empezarás a preocuparte menos por lo que otros piensen de ti el día que te des cuenta de lo rara vez que esos otros piensan en ti. Tampoco quieras ser perfeccionista, es una tendencia actual, casi exigencia que puede ser extremadamente dañina porque alimenta el miedo y la duda, llegando incluso a paralizarnos o crearnos estados de angustia. 

El profesor continuó hablando sobre las virtudes y aspectos positivos que él veía en su alumno.  La cara del joven había cambiado por completo, su postura encorvada se había enderezado, sus ojos volvían a brillar y cuando salió, lo hizo con la actitud de quién está dispuesto a conquistar y comerse el mundo. 

Para muchos, el David de Miguel Ángel es la obra mejor esculpida de todos los tiempos. No todos recuerdan que la escultura nació de un enorme bloque de mármol que se había quedado en el patio de obras de la catedral de Florencia, después de que un artista hubiera hecho dos agujeros y haber sido incapaz de convertirlo en algo más. Se consideraba inservible a pesar de ser de gran calidad. Miguel Ángel supo ver lo que había dentro y sacarlo a la luz. A veces necesitamos que alguien vea en nosotros un valor que los demás no saben apreciar, pero una vez descubierto se brilla con luz propia independientemente de que a los demás les guste o no porque el timón de nuestra vida lo llevamos nosotros y no los demás salvo que seamos masoquistas y nos complazca el sufrimiento, que es algo opcional y no una imposición.

Del mismo modo que el enemigo de la vida no es la muerte sino el desaprovechamiento, el enemigo de no creer en nosotros mismos es el dar la capacidad de juicio a los demás y no creer en nuestra manera de ser y sentir. No hay que menospreciar a los demás, solo hay que ponerles en su sitio, no como eternos e implacables jueces. Es cierto que no somos buenos en todo, ni tan solo en lo que nos gusta, pero es que para ser bueno en algo -salvo que seas superdotado- hay que estar dispuesto a ser malo en eso durante un tiempo. Que no es fácil está claro, tampoco lo marinos aprenden a ser hábiles en aguas tranquilas. Si quien critica es marino experto, analicemos y aprendamos, si es alguien que critica desde el puerto dejemos que el viento se lleve las palabras.

Que dudemos de nosotros mismos a veces está bien. No se avanza si no pasamos una crisis, pero no debemos dudar continuamente de nuestro valor. Si lo hacemos...tenemos que reconocer que hay un problema que no hemos resuelto y ponernos urgentemente manos a la obra en la solución. Posiblemente necesitemos a alguien de fuera, incluso a un desconocido, pero no debemos postergarlo. Nos jugamos la felicidad. Nadie puede ser feliz si no está bien consigo mismo. Es imposible, solo hay remedos y sucedáneos de un amor efímero porque siempre choca con la duda sobre nuestro propio valor.

¿Podemos hacerlo? Sin duda. No hay más que preguntarle la hora a un ciego y ver que se equivoca de bien poco. Siempre podemos percibir las señales del entorno para entender y saber, aunque para ello haya que renunciar a algún sentido y en este caso al "pobre de mí que no soy nada, no sé, no puedo,.." etc.
La duda es lícita, la inacción no.


Como siempre la polémica estuvo servida. Fue larga y fructífera. La verdad es que sirvió para que más de uno se diera cuenta de que los demás son los espectadores de nuestra vida, pero nosotros los actores.

lunes, 20 de noviembre de 2017

Cambiar de vida




La vida no vivida es una enfermedad de la que se puede morir.

Yo no soy lo que me sucedió, yo soy lo que elegí ser.


Podemos llegar a pensar que nos controlamos por completo. Sin embargo, un amigo puede fácilmente contarnos de nosotros algo de lo que no teníamos ni la menor idea.

(Carl Jung)


No se suele cambiar de vida sin un empujón emocional, la razón es conservadora.
(Ibrahim S. Lerak, Cuaderno de notas)



La reunión del círculo trató este mes uno de los temas típicos de final de vacaciones o fin de año: el cambio de costumbres, el deseo de un nuevo inicio, en definitiva el cambio de vida. El ponente se había reinventado varias veces y podía hablar de un cambio de vida y de la voluntad que requiere.

-- A veces es un poco difícil entendernos a nosotros mismos y más aún entender a lo demás. Queremos cambiar y no nos atrevemos. No es fácil cambiar de vida cuando no es la persona sino la vida la que se resiste a ser cambiada, cuando está anclada a la comodidad de lo conocido, a eso que ahora se llama zona de confort. Cuando no hay excusas las inventamos para no enfrentarnos a la incertidumbre que acompaña al cambio. 

No valoramos ya lo que se tiene. Seguimos persiguiendo lo que se valora y no tenemos. No nos llena esta vida pero el freno está dentro de nosotros, un cambio precisa del valor de enfrentar un desafío y ante el miedo a lo desconocido preferimos seguir sufriendo, inventar razones o disfraces que nos mimeticen con los demás. Negamos al inconformista o al desubicado que hay en nosotros y lo cubrimos con la piel de oveja para que nos engañe y así asegurar la calma y evitar ser sometido a juicios ajenos.

Estamos en una vida en la que nos conocen por lo que hacemos aunque no sepan lo que somos porque hemos levantado muros y armaduras para protegernos... de nosotros mismos. Secretamente envidiamos a quien consigue aquello en lo que hemos fracasado. Es una vida condicionada pero también dependiente, vida que hemos construido, a sabiendas o sin saberlo, solo por la fuerza de las acciones cómodas... que acaban aburriendo. Es entonces cuando piensas que ya no quieres vivir esa vida y sin embargo no te permites abandonarla, muchas veces porque no estás dispuesto a pagar el precio que supone hacerlo.

En la duda te sientes solo, pero la soledad no llega por no tener personas a tu alrededor sino por no poder comunicar las cosas que te parecen importantes o por mantener puntos de vista que otros consideran inadmisibles y ser rechazado por ello. Llega un momento en que anhelas un cambio y esperas que llegue el salvador que lo haga contigo. El problema es que no hay nadie ahí fuera que pueda cambiarte la vida sin ser tú. Básicamente porque somos nosotros quienes interpretamos las circunstancias y definimos la acción que sigue. No existe el destino, el destino somos nosotros mal que nos pese.

Creemos que no tomar una decisión no tiene un coste pero lo tiene, igual que tomar la decisión correcta o incorrecta, conveniente o inconveniente. Con la monotonía no se sufre, pero sin el riesgo no se crece. Nos atenaza el miedo que protege de lo desconocido. Sin embargo, un hombre que no ha pasado a través del infierno de sus pasiones, no las ha superado nunca y no avanza. Hacemos lo que sea, por absurdo que nos pareciera antes para evitar enfrentarnos con el alma o con la emoción porque no nos atrevemos a descubrir aquello de lo que somos capaces. Jung lo explicaba diciendo que uno no se ilumina imaginando figuras de luz sino haciendo consciente la oscuridad. Queremos cambiar y no paramos de poner excusas, achacamos a factores externos la crisis y olvidamos que la realidad es que todo depende de nosotros mismos.

Hay algunos secretos para cambiar de vida de manera efectiva. Uno es tener claro que las utopías deben buscarse aunque parezca que no puedan conseguirse, otro es liberarse de la tiranía del corto plazo; ayuda mucho rodearse de gente que ya está en el camino o al final del camino al que quieres ir, pero hay que moverse. La magia de la acción estira el tiempo. En el camino del cambio no hay que centrarse en combatir la tormenta ni la aridez del desierto, solo hay que atraversarlos. 

....Y si no se puede, que sea porque la razón vence a la emoción (sin ella no hay cambio posible) pero nunca porque el timón de la vida sea la inercia en lugar de la elección.


Se habló mucho en el debate acerca de los imponderables que, imprevisibles, impiden seguir el camino que se ha planeado. No quedó claro si los imponderables no eran más que dificultades aparecidas por la falta de previsión o de convencimiento.


sábado, 22 de marzo de 2014

Miedo al miedo



El miedo es un agorero que se alimenta de confianza.
(del cuaderno de notas de Ibrahim S. Lerak)


El temor a que algo suceda, el miedo en general, es algo casi consustancial al hombre cuando no domina el entorno. El miedo a no poder dominar el futuro es el que nos lleva a crear la casta (a veces ralea) de sacerdotes y adivinos. No queremos que el futuro nos desestabilice o nos pille desprevenidos. Ni el futuro material ni el espiritual. En todo el mundo los insatisfechos con la experiencia revisten el presente con signos adivinatorios que encuentran en los movimientos de los planetas, en las entrañas de animales sacrificados, en el vuelo de los pájaros o en sus propios sueños. Una larga cáfila de profetas y videntes se esfuerzan en descifrar las intenciones de los dioses y liberarse de sus designios, como si fuera posible engañarles prevaleciendo el libre albedrío a la determinante ley divina. Este temor al futuro incierto es normal y más común en las sociedades menos favorecidas o desarrolladas.

Hay otro miedo, también muy común, pero es un miedo de situación. El que tenemos al vivir un peligro. Se puede tener miedo al hacer funambulismo, cuando se lucha en una guerra o simplemente cuando vivimos una escena de terror. Los modernos parques de atracciones y las películas de terror juegan precisamente a producir este miedo a lo inmediato  que incluso disfrutamos. Es un miedo que se siente cuando estamos metidos en la situación, en el momento y quizá es la versión básica del miedo existencial.

Pero hay otro tipo de miedo que nos atenaza y nos impide efectuar algunas acciones. Nos paraliza la mente y nos crea un pánico irracional. Es el miedo a que algo suceda; que una acción nuestra provoque un efecto negativo. El miedo a fallar en un concurso y por tanto hacer el ridículo, el miedo a no poder disparar y por tanto morir, o simplemente el miedo a no poder conducir un coche por el temor a tener un accidente. Estos miedos no son innatos, requieren una experiencia previa en la que el fallo ya se haya dado. Un resultado calificado como negativo anteriormente. De hecho se basan en un sentimiento de culpa aunque ésta sea irreal. Curiosamente estos temores a "no estar a la altura" son los más comunes, los más fuertes y -en realidad- los más fáciles de combatir.

Un fallo previo, una mala experiencia por desastrosa que haya sido, tiene un porqué, una razón de haber sido. Cuando nos aferramos a recordar el pasado sin analizar la causa somos más propensos a este miedo. Miedo injustificado a todas luces. Cuando suspendemos un examen por no haber estudiado, basta con tener el convencimiento de que esta vez sí lo hemos hecho para aligerar significativamente la carga de miedo que conlleva el nuevo examen. Por tanto si analizamos cada componente de la causa de nuestro temor, podemos encontrar una acción que la corrija y matar el miedo al miedo porque éste es irreal, es solo una duda que nos corroe el ánimo basado en algo del pasado frente a algo del futuro. ¿No está el presente para aprender y corregir?

El miedo al miedo nos hunde, nos quita confianza en nosotros mismos y nos lleva al fracaso. Conocida es la anécdota de Napoleón  que destituyó a un Mariscal por haber opinado que una batalla no se iba a ganar. Dijo Napoleón que no se puede ganar algo si ya de entrada en nuestra mente lo damos por perdido. Hemos de ser conscientes, una vez más, que si no deseamos algo de verdad no lo conseguiremos y que seguiremos siendo unos peleles de nosotros mismos. Para matar al miedo al miedo solo necesitamos voluntad y curiosamente el miedo más débil nos impide ser quienes somos minándonos la voluntad. Un círculo vicioso que solo rompe el análisis racional, el tomar partido ante la vida y no dejarse llevar .... ni por nosotros mismos. Y si no lo logramos, o nos empujan o sucumbimos. El deber de los amigos es empujar si ven que solos no podemos.