sábado, 6 de julio de 2013

¿ (In) determinismo ?


(foto real de Córdoba)

En las cenas de ex-alumnos o de compañeros de clase, siempre sale a relucir una u otra anécdota de aquél profesor que nos hizo reír o sufrir. Son historias que se comentan entre risas y se celebran con un brindis en memoria del docente cuando no en agradecimiento a habernos librado de él. Creo que fue Juan quien en la última nos recordó el problema matemático de imposible solución para nosotros: "Está nevando regularmente desde hace dos días. El tren llegó con veinte minutos de retraso. ¿A que hora salió de la estación?" Que la respuesta fuera a las 12 era lo de menos, lo importante es que era real, existía. Fue un descubrimiento para todos. 

También lo fue la demostración de la existencia de Dios mediante integrales. Don Abelardo logró convencernos y demostrarnos por este procedimiento que Dios SÍ existe y cuando ya estábamos todo excitados por lo que parecía irrefutable nos demostró, al día siguiente y por el mismo procedimiento que Dios NO existe. Recordamos entre vaso y plato las apuestas que hicimos para encontrar fallos en ambos razonamientos tan lógicos y transparentes y cómo Don Abelardo finalmente nos demostró  -también mediante integrales- que no es posible demostrar la existencia de Dios a través de integrales. Y es que el razonamiento puede servir para demostrar con aparente solidez las tesis más absurdas. Todo depende de los supuestos que se tomen como ciertos o se  acepten como tales. Un jardín puede estar a mitad de camino entre la arquitectura y la naturaleza y un pulpo puede ser un animal de compañía. O no. 

La verdad es que no hay verdad más absoluta que que la verdad es relativa, en contra de lo que sostenía Quevedo: "la verdad en todas partes lo es". Un error debido a que no se dió cuenta de que la verdad es relativa porque es hija del tiempo y de la circunstancia. Baste ver en el refranero: "riñen las comadres y salen las verdades", pero las comadres creen y sienten en función de donde viven y cuando. Nada impide decir las verdades riendo aunque en muchos casos se tome esta forma de decirlas como dardos envenenados, posiblemente porque el gran drama del hombre estriba en ser a la vez un animal inferior con los instintos básicos y violentos de la bestia y por necesidad ser un ser social en quien el deseo de aprobación, de afecto, de saberse no-solo se ha convertido en un instinto no menos poderoso.

En la sociedad tenemos que dominar el entorno para sentirnos seguros y por tanto felices. La inseguridad, la incertidumbre, el desconocimiento crean infelicidad. Inventamos teorías que aclaran misterios como el de la muerte solo para no vivir angustiados y es que la idea de la propia muerte no es, ni mucho menos, una idea. Pretendemos imaginar un universo en el que no estaremos pero del que continuamos siendo espectadores. Si, pero ¿cómo? Esto plantea la pregunta milenaria de si está todo escrito, si vale la pena luchar por algo y con qué valores o si como reza el dicho árabe هي مشيئة الله "es la voluntad de Alá". En otras palabras, la vieja discusión de la libertad individual, el determinismo o indeterminismo.

Por suerte la ciencia y la sociedad han dado con una solución al tema. Es un intermedio confortable para muchos. El movimiento browniano y la estadística de seguros dan una imagen de indeterminismo dentro de un marco predecible. Así, el destino de un hombre es tan indeterminado como el recorrido de una molécula en un río. La famosa posición de W. Dilthey "dame un tiempo y una clase social y te diré que hizo y como vivió un individuo" no es más que una generalización. Las leyes de la historia lo mismo que las de la física no dejan de ser estadísticas, lo cual deja libre al individuo en particular. Una compañía de seguros puede prever sin error cuantos hombres de una generación vivirán dentro de X años; pero no sabe absolutamente nada de un hombre determinado.

Aunque las tablas de mortalidad sean exactas, es útil enseñar a los niños a no cruzar delante de los coches en marcha para no ser atropellados. Esta enseñanza les alargará la vida. La voluntad humana recibe así su lugar en el mundo. El universo es difícil de comprender pero es indiferente. Precisamente porque el destino es inmutable la suerte depende de nosotros mismos. En una corriente de agua sabemos lo que pasa en general y como erosiona el terreno, pero ignoramos el camino de una molécula individual que carece -en principio- de voluntad y solo tiene afinidad. El hombre tiene ambas y en su uso radica la libertad y por tanto el indeterminismo ... dentro del orden concertado que impone la ley natural .... a su vez estadística.

Sonríe una vez más el sofista y con el albardán celebra que cada cual sea libre de escoger y actuar, pues más vale creer y equivocarse que no desesperar y acertar. Y no nos debe apesadumbrar actuar como meros aficionados, la vida es demasiado corta para ser profesionales de ella.





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