domingo, 20 de noviembre de 2016

En el fondo no he cambiado, soy el mismo.





Resistirse al cambio es ir en contra del fluir natural de la vida.
León Tolstoi

Las cosas no cambian, cambiamos nosotros.

Henry David Thoreau

Los años arrugan la piel, pero renunciar al entusiasmo arruga el alma.
Albert Schweitzer


La reunión de este mes del club de narizones nos sorprendió a todos por el giro que el presentador dió al título: Huele mal, huele a podrido. Pocos o nadie esperaba que fuera realmente a tratar sobre el cambio personal. Su provocación era clara, si no cambiamos estamos podridos.

-- ¿Cuántas veces oímos a la gente  decir "yo en el fondo soy el mismo que cuando era joven, en lo esencial no he cambiado." Lo dicen para indicar que a pesar de lo que parezca siguen siendo, rompedores, idealistas, amantes de la igualdad, de la paz y de todo aquello que define una edad de sueños de futuro. La verdad es que cuando alguien dice esto, me aparto inmediatamente de él. ¡Apesta! ¡Huele mal! ¡Huele a podrido!

Esto sucede porque en un momento de nuestra evolución personal surge la necesidad de asegurarse de que seguimos siendo nosotros. Necesitamos parar y ver que no hemos cambiado en el fondo, que somos buenos y es la vida la que nos lleva por derroteros extraños, no nosotros con un cambio. Necesitamos reconocernos bajo la máscara social que llevamos. La sociedad es un teatro en el que cada uno de nosotros tiene un papel único. Nos han educado para comportarnos bien, no destacar, ser buenos ciudadanos, actuar de una manera determinada en lugar de mostrarnos como somos realmente, en lugar de actuar libremente, honestos con nosotros mismos y siendo coherentes con lo que somos y sentimos. Actuamos para los demás, para ser del agrado de los demás. Vivir con careta o coraza --como se le quiera llamar-- es más cómodo y seguro pero casca y tiene un problema: nos desconecta de nosotros mismos y nos olvidamos de quienes somos en realidad. Soñamos con un pasado y no aceptamos que somos lo que son nuestros actos, no nuestros deseos porque en realidad creemos que bajo el falso concepto de identidad podemos reconectar con lo que fuimos inicialmente o al menos creímos ser.

Sin embargo, no somos los mismos. Ya en el año 45 aC Cicerón reflexionaba en las Cuestiones Tusculanas: Igual que un campo por muy fértil que sea no da fruto si no se cultiva, de la misma manera el espíritu no puede ser fecundo si no se cultiva. Cuanto más aprendamos más evolucionamos y con nuestra evolución cambian las necesidades y las motivaciones, no así el ADN como en el caso de la oruga al metamorfosearse en mariposa. Mal iríamos si todos los años de vida no sirvieran para cambiar en algo y hacia algo positivo. Todo lo que no evoluciona se pudre y quien no cambia huele a podrido. No es una alegoría: nos volvemos egocéntricos, victimistas, no progresamos y por tanto nos distanciamos de los demás. Acabamos sufriendo y luchando contra todo, más aislados y en una espiral involutiva y negativa. Finalmente somos apartados como los apestados.

La transformación es tan progresiva que no sabemos diferenciar lo normal de lo natural. Normal es el té en bolsitas, natural es el té en hojas. En la sociedad normal no es sinónimo de natural, es solo la media de lo aceptado y sobre esa media se mide nuestra "normalidad". Esta normalidad es muy conveniente para la sociedad puesto que crea un pensamiento lineal fácil de dirigir, precisamente porque convierte lo normal en correcto aunque no nos beneficie en nada personalmente. Pero ése es otro tema.

El cambio que se opera en nosotros con los años nos hacen aparte de más viejos, más responsables y en muchos casos más altruistas y con mayor capacidad de compartir. No todos cambian igual, algunos se estancan en un punto del camino y no llegan a ser todo lo que pueden o deben ser. No por eso apestan, algo han cambiado y eso es lo que cuenta. Es importante aprender de los errores y recordar que la experiencia no es transmisible pero sí podemos preparar el camino para que los demás reaccionen mejor si caen en lo mismo que nosotros. Como dijo Platón: Buscando el bien de nuestros semejantes, encontramos el nuestro. Podemos dejar a los demás y a nuestros hijos la formación necesaria para saber reaccionar ante lo que les suceda o que se estanquen y apesten. A nosotros el hacerlo o no. 

La reunión siguió a partir de aquí con un cruce de opiniones acerca de la necesidad de evolucionar y de si se mantiene realmente la esencia heredada de la primera educación, siendo todo lo añadido simplemente un ropaje sin valor real por ser máscara. ¿O la máscara crea al personaje?


1 comentario:

  1. Solo aceptamos que hemos cambiado si hemos pasado un trance muy peligroso, una enfermedad grave, accidente... o si alguien nos ha causado un grave daño. Casualmente siempre manifestamos que el cambio es para mejor. Nunca empeoramos y seguimos contents con nosotros mismos.

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