madurez
Estado de una cosa que ha alcanzado su pleno desarrollo, o de una persona que ha alcanzado su mejor momento en algún aspecto.
(Diccionario de la lengua española)
Madurez: etapa en la que termina la época de las locuras y empieza la de las tonterías
(Jacinto Benavente)
(Ibrahim S. Lerak, Cuaderno de notas)
La reunión del círculo de este mes trató
sobre la madurez. El ponente era un joven de 80 años con sonrisa pilla en los
ojos y voz fuerte que al final de la charla acabó con un “visto lo expuesto mejor no ser maduro y
continuar adolescente toda la vida”, que contrastó con lo mesurado de su
intervención, y dio pie a la provocación de considerar lo anterior
como “temas de viejos que se autojustifican”.
-- Madurar no tiene mucho que ver con la edad:
se pueden tener 40 años y tener mentalidad de 20 o se pueden tener 20 y la
madurez de alguien mayor. Muchos creen que madurar quiere decir que se ha
alcanzado una especie de perfección, que uno ya no se equivoca y que las cosas
siempre se hacen correctamente, pero no es así. Madurar es tener paz espiritual, es reconocer
las equivocaciones y aprender de los errores propios y ajenos; pero
esto solo se consigue separando paja de trigo y dejando todo lo que no nos gusta
de la vida. Hay un momento que nos cansamos de soportar tanta hipocresía social,
de soportar personas que nos hacen daño, de mentir piadosamente demasiado a
menudo, de guardarnos nuestras opiniones, de esperar de los demás, de vivir lo
que los demás digan. Hay un momento en que uno se cansa de estar más
sobreviviendo que no viviendo como se debe. Sabemos que hemos madurado cuando notamos que hemos
cambiado las esperanzas ajenas por las propias y que somos capaces de decir “lo
siento” sin que se nos caigan los anillos.
Cuando somos jóvenes y vivimos con nuestros
padres, ellos nos imbuyen sus expectativas en nosotros. Desde el trabajo que debemos
tener hasta las parejas que nos convienen. Maduras cuando cumples tus propias expectativas, persigues
tus sueños y haces lo que te hace feliz, no lo que los demás esperan de ti y
todo ello sin perder el respeto a los demás ni ser antisocial. En la
adolescencia se dramatizan las relaciones, en la madurez se valora la relación y se prefiere ser generoso con
las opiniones de la familia y allegados.
La gente siempre habla de uno, pero llega
un momento en que la propia autoestima y la propia convicción nos lleva a que
ya no importe lo que los demás opinen, sólo importa hacer lo que creemos que debemos
hacer y disfrutar de la vida, no momento a momento sino en su conjunto. Los
momentos son para los adolescentes y para los conformistas que no han acabado
de madurar. La vida en conjunto es para quienes valoran el total, no el
instante y saben ponderar el valor de cada suceso en positivo o en negativo. Se
toman decisiones propias pero sin herir susceptibilidades. Se es independiente
en los actos y se escucha a la gente que nos importa, pero, ojo, eso no significa hacer lo
que ellos quieren. Al final las personas que realmente importan nunca hablan mal de
nosotros: nos entienden y aceptan. A quienes nos intoxican la vida
se les identifica y se les elimina de las relaciones sin más y sin sentirse
culpables por ello.
Dicen que de la moda, lo que te acomoda, tal vez la última tendencia de la moda no va con el tipo de cuerpo que se tiene
o simplemente no gusta. Madurar significa dejar de preocuparse por eso, seguir un
estilo propio y vestirse con lo que nos hace sentir bien sin dar la nota ni
llamar la atención para ser el centro de las miradas. También cuidarse aunque
sin exagerar; gimnasio y deporte, vida saludable dentro de un orden y nunca por
imposición social. No existe un cuerpo perfecto por mucho que nos quieran
convencer en prensa, radio y televisión. Cuando se aceptan las propias limitaciones sin
abandonarnos o justificarnos en ellas se está muy cerca de la madurez.
Muchos creen que madurar es ser prudente y
aburrido, pero no; madurar es darse cuenta que no hay ningún problema si se
hace el ridículo mientras nos proporcione alegría y nos permita disfrutar de la
vida. El pasado sólo tiene un lugar: atrás. Lo hecho, hecho está; ya
no puede cambiar. Lección aprendida, nada más. Madurar es controlar las ansias
de hablar con la ex pareja cada vez que se la extraña o algo nos va mal. No es
necesario estar en contacto constante bajo la excusa de mantener una falsa amistad.
Se entiende que si la relación acabó y no dio más de si es porque fue lo mejor para ambos. Hay que saber decir
no al chantaje y a la dependencia emocional y hay que saber distinguir entre vivir solo y
estar solo, tanto como saber que amar no es querer. Amar es generoso, querer
es egoísta.
No es cierto que el físico de la pareja no
importe, pero en la madurez tiene menor valor; tampoco se busca lo mismo ni en
el mismo sitio. Se escucha y se crea ilusión fundada, no sueños etéreos y hasta
los celos y la envidia desaparecen. Se aprende a ser feliz, que no resignado. Quien
quiera estar a nuestro lado lo estará por gusto y no porque se lo pidamos. Maduras cuando
te das cuenta de que equivocarte no es lo mismo que fracasar. Actúas más con
reflexión y menos por impulsos, con emoción racional; los errores son necesarios para aprender y no
son una tragedia personal. Tampoco se corta uno para decir lo que se siente,
sea bueno o malo y las consecuencias se afrontan con entereza si nos resultan negativas.
El trabajo ya no es ni oportunidad ni maldición, solo el medio para adquirir más experiencia y disfrutar aportando personalidad a la labor. Es más importante hacer lo que gusta que no lo que se paga bien. Se evoluciona y mejora cada día gracias al trabajo y no a pesar del trabajo aunque nos cause enojo a veces. Tanto en el trabajo como fuera de él lo que molesta se expresa de forma correcta sin esperar a que los demás adivinen la razón de nuestro enfado. No se espera la empatía de los demás porque es nuestro derecho.
En la madurez se sabe clasificar a la gente. Son tres grupos: la gente buena, que nos da felicidad y sonrisas; la gente mala, que nos da lecciones y oportunidades; la gente maravillosa, que nos da recuerdos y esperanza.
Hay mucho que decir de la madurez y como en el mercado cada uno la ve según le haya ido en la vida hasta el momento. Los cambios no se notan en el día a día, solo cuando se mira atrás y se compara.
Fue sesuda y madura la discusión... pero con la fuerza de la juventud pues como dijo el ponente, madurez y juventud no son excluyentes.
Creo que en amor, maduro, significa tener una unión que preserva la propia integridad, la propia individualidad y no querer ser uno, ni dos mitades, sino dos entes que se unen.
ResponderEliminar...voluntariamente para realizar un camino común aunque a veces no sea más que en paralelo.
ResponderEliminarGracias por el apunte Herminio :))
Estoy de acuerdo querido albardan, aunque matizaría que en la madurez si bien se valora la vida en conjunto, sí creo en la importancia de aprender a gozar al máximo de los pequeños placeres, por insignificantes que podrían parecer a los ojos de los demás, provocar aquellos instantes que nos hacen sentir felices o hallar la paz interior, separándonos cada vez más de amistades o personas tóxicas. Diferenciamos cada vez más entre complacer y ayudar. Buscamos y apreciamos el silencio, la meditación, la risa, la amistad, amar en su más amplio concepto o la pasión.
ResponderEliminarGracias por el apunte Sombra :))
EliminarSaber gozar de los placeres, del momento puntual, de cada instante, es un arte que no todos saben desarrollar. Requiere una disposición de espíritu generosa y especial además de una valentía para eliminar la toxicidad en lo que nos rodea.
Coincido en que debemos ayudar siempre... complacer menos; no siempre es inocuo hacerlo y a veces es inicuo.
"Buscamos y apreciamos el silencio, la meditación, la risa, la amistad, amar en su más amplio concepto o la pasión."--> Posiblemente buscamos ser como somos, sin máscaras de ningún tipo y buscamos que se nos acepte tal cual y se nos aliente a seguir siendo, aprendiendo y avanzando ¿no?