sábado, 4 de febrero de 2017

Yo soy el que soy / I am that I am



Crear orden es pasar de un estado frecuente y ordinario (como un bloque de mármol inicial) a otro altamente improbable y único (la obra de arte), de mayor perfección.
(J. Wagensberg)


El sentido de la vida no lo sabemos, pero será el que seamos capaces de darle.
(Ibrahim S. Lerak, Cuaderno de Notas)

Hay un pequeño espacio entre los deseos y los logros pero solo se atraviesa con el deseo profundo.
(K., Anotaciones Dispersas)



La última reunión mensual del club de los narizones fue curiosa. Todos tenemos en común esa nariz especial que nos hermana, nos hace diferentes a los demás y nos lleva a mostrar orgullosamente que somos especiales. De eso iba precisamente el tema, del Yo soy YO. No era de extrañar que el ponente empezara citando el versículo 3:14 del Éxodo  "Yo soy el que soy" y plantear la pregunta típica: ¿Qué queremos decir cuando decimos “yo soy, yo creo, yo…?

Aparte del bíblico “Yo soy el que soy” ¿Quién sabe realmente lo que es y quién es? Solo quien se conoce a sí mismo, quien es dueño de su vida, quien posee voluntad propia, independiente, puede decir con propiedad “YO”. Los demás somos una amalgama de sensaciones, creencias y temores atrapados en eso que llamamos vida en sociedad y en la que vemos y proyectamos nuestros fantasmas interiores. Somos una multitud de entes en lucha interna y lo que queremos es poner en orden esos entes y cambiar. Cambiar porque cambiando ordenamos, priorizamos, esperamos vivir mejor y también porque cambiamos el mundo. ¿Lo cambiamos realmente? Solo vemos el mundo que nos es afín y mejorando nosotros lo perfeccionamos. ¿Se puede? Sin lugar a dudas aunque no es fácil y no es cómodo. Hay una resistencia a salir de lo conocido, a tomar un riesgo y crear una rutina nueva.

Quizá el primer paso sea vencer la resistencia al cambio. Ese enemigo que llevamos dentro y que nos hace tener miedo a abandonar la zona de confort. Ese enemigo que nos lleva a tener dos vidas: la que tenemos y es visible, y la que podríamos tener y se queda dentro como sueños y no se convierte en real precisamente por la resistencia al cambio hasta que decidimos que el sueño se ha de convertir en nuestra realidad.

¿Pero cómo cambiar? Todos los libros de autoayuda coinciden en ello: teniendo claro que queremos cambiar y venciendo la resistencia. Fantástico... solo que no sirve para nada. Cuando estás en el pozo negro necesitas una mano que te guíe, no palabras. No voy a contaros las historias del caballo o de la rana en el pozo, todos sabemos que hay mucho de decisión propia para salir de él y algo de ayuda exterior. Cuando estás fuera, las palabras de ayuda son bonitas y de poco valor. El primer paso debe ser la reflexión, mejor si es programada y no dedicar ratos aislados que seguro se diluyen en el tiempo. Como decía Somerset Maugham “Escribo solo cuando la inspiración me llega. Afortunadamente llega cada mañana a las 9 en punto”. Es bueno recordar el proverbio judío que reza: "Si siembras una acción, cosecharás un hábito; si siembras un hábito cosecharás un carácter; si siembras un carácter cosecharás un destino." O dicho más simple, el hábito sí hace al monje si se actúa como tal de modo constante. 

Bien, pero ¿qué acción? Lo más importante es parar y reflexionar, darse cuenta de las muchas cosas que llevamos dentro y establecer en qué queremos cambiar. No hablo de un plan de cambio, sí de determinar un objetivo. Si no sabemos a donde vamos no llegaremos nunca. Por tanto el primer paso es la constancia en la reflexión. Parece absurdo, pero si programamos ir al gimnasio a las 7 ¿qué nos impide programar el pensar a las 9? 

Sabemos cuándo y cómo empezar, solo nos queda hacerlo; pero necesitaremos algo más. Soñar. Soñar que somos libres de cualquier atadura, de cualquier creencia anterior, de la sociedad, de nuestros hábitos e incluso de nuestros gustos. Soñar sin dejar de hacerlo, porque el sueño es lo que nos acerca a la realidad, es lo que la hace nacer. Lo difícil es soñar, porque una vez sabemos lo que soñamos es más fácil convertirlo en hechos.

El primer sueño, la primera realidad, es que todo depende de nosotros de nuestra actitud frente a lo que nos sucede. Todos conocéis la historia de la piedra esa que explica que el distraído tropieza con ella, que el violento la usa como proyectil, el cansado como asiento, que David la usó para derrotar a Goliat… y siempre es la actitud del hombre la que nos lleva a un final u otro con el mismo material. Lo mismo sucede con la vida. Según como reaccionemos nos irá y nos desarrollaremos. Pero es necesario parar y pensar. No dejar que nos dominen las emociones. Parar y reflexionar. Concluir. Razón y emoción. Solo así podremos avanzar.

No somos infalibles,  pero somos conscientes de las limitaciones de nuestra vida social y fabricamos nuestra vida soñada. Podemos diseñar el plan del cambio, la transformación del “yo”. Muy probablemente no lo podamos hacer solos, necesitaremos al grupo, al otro, a alguien que pueda activar en nosotros el resorte de la acción y nos sirva de sparring o de guía. Mucha gente no logra cambiar porque no vence la resistencia a luchar por conocerse y dar el paso del cambio. El camino de la auto-mejora cambia nuestro destino y el del mundo que nos rodea. El mundo es algo que nos ha sido descrito y que aceptamos, no algo inamovible. Cambiarlo, cambiando nosotros, está en nuestra mano; pero no banalicemos el esfuerzo, no es como cambiar el lavavajillas o el canal de televisión. No se hace con un clic. Requiere tiempo, esfuerzo, atención y constancia.

Lo que soñamos y creemos es tan real que parafraseando a Henry Ford tanto si pensamos que podemos como si pensamos que no podemos, estamos en lo cierto en ambos casos, pero solo uno nos sirve para mejorar.

La discusión fue larga, variada y muy amena. Tanto que se convino en tener una segunda sesión extraordinaria para seguir con el tema cuando se vio que realmente es nuestro estado de ánimo quien crea la realidad.





1 comentario:

  1. Es nuestro estado de ánimo quien crea la realidad, cierto. Y nuestro estado de ánimo depende de lo que hacemos y logramos. Si actuamos por debajo de nuestra capacidad, ésa que sabemos que tenemos, no encontraremos mal, deprimidos y limitaremos lo que podemos ser. Eso "joroba" y nos resta energía para ser positivos. En el peor de los casos nos lleva al abismo de la autocompasión.

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