Algunas cosas solo necesitan tiempo. Nueve mamás no hacen un bebé en un mes.
(Warren Buffet)
En la cultura del instante lo lento mata la paciencia.
(Ibrahim S. Lerak, Cuaderno de notas)
Los males que no tienen fuerza para acabar la vida, no la han de tener para acabar con la paciencia.
(Cervantes, Los trabajos de Persiles y Sigismunda)
Las reuniones del círculo se interrumpieron por una reforma en el local que fue más larga de lo programado (y de lo esperado). Algunos de los miembros del círculo expresaron su impaciencia por volver a reanudar las ponencias; era lógico, pues, que la paciencia abriera el nuevo ciclo de ponencias y debates. Nuestro orador esperó pacientemente a que hubiera silencio antes de empezar.
--Se le atribuye a Franklin la frase:“Con paciencia y tranquilidad se logra
todo… y más”. Franklin no vivió una época desquiciada como la nuestra en la que
la rapidez es la norma imperante. Tiempo y distancia empequeñecen.
Las comunicaciones son tan instantáneas que una señal de radio llega a la Luna
en 1,33 segundos y en unos 20 minutos a Marte y os recuerdo que el punto más
cercano de Marte está a 59 millones de Km. ¿Qué decir de cualquier rincón de la
Tierra? Esta capacidad de tener una comunicación global al momento ha
repercutido en nuestras vidas. Los ya
veteranos recordaréis la introducción del fax en las oficinas. Era como una
llamada pero escrita y era rápida, bueno tan rápida como lo fuera el operador
del fax y el repartidor de los faxes o nuestra ida a buscarlos. Luego llegó el
correo electrónico, una maldición porque además te llamaban para avisarte que
lo habían enviado y que esperaban respuesta. Quedaba aquello de “aún no lo he
visto, luego lo miro”, pero con el WhatsApp ya no hay escapatoria. Es
instantáneo y se sabe exactamente cuándo lo has visto. No queda más remedio que
contestar. Rápido. No hay tiempo porque esperan que la respuesta sea también
inmediata. No hay paciencia. Y eso es precisamente el problema. s Hemos perdido
la capacidad de tener paciencia. La rapidez ha pasado a ser un premio que da
placer y su ausencia incomodidad e incluso malestar.
Lo queremos todo al instante, que el pizzero llegue a la hora a casa y que
no tenga la osadía de retrasarse 5 minutos; que el programa se cargue en el
ordenador en 5 segundos; que Google de la respuesta en uno y la película se
baje en 20. Todo es rápido, hasta las relaciones, tanto en duración como en
tiempo para establecerla. Y además estamos convencidos de que es un derecho que
tenemos ¡y nos merecemos! Todo está y debe estar al alcance de un botón de
respuesta inmediata. La paciencia (esa palabra que lleva en sí paz y ciencia)
se ve como la imposibilidad de obrar, como la resignación en lugar de la virtud
del saber esperar. Hemos creado el culto a la impaciencia, al estar ocupados
todo el tiempo. Quien lo tiene o lo administra bien es un paria que no tiene
luces o un jubilado (según la creencia general). La virtud de la paciencia ha
sido convertida en su opuesto.
Vemos la paciencia como debilidad en un mundo de fuertes. ¿Quién paga esta
irritabilidad? Todos, el vecino, el trabajo, la familia, el imbécil que sonríe
(¿de qué sonreirá este tío? ¿Se está quedando conmigo? ¡Puto imbécil!) Y todo
viene de la falta de paciencia o, mejor dicho, de la falta de la buena
paciencia. Estamos en un mundo en el que todo debe ir bien. No hay lugar a lo
negativo. Vivimos en la era del confort, de internet, de que la nevera le pide
al supermercado lo que falta para la compra y al cabo de una hora lo tenemos en
casa si queremos. Sin fallos. La complacencia está en las pequeñas cosas dicen,
en lo que llena pero no alimenta el alma. ¡Todo al minuto! Pero ¿lo que de
verdad importa se tiene al momento? Puedo ver una serie de abogados, pero
necesito tiempo para ser abogado; puedo jugar a rol, pero necesito tiempo para
ser de verdad ese personaje; puedo ser amigo virtual del mundo entero, pero
necesito tiempo para ver a una persona y al tocarla empatizar o animar. Vivir sin problemas, es la meta. La meta que
nos dicta la sociedad y para ello todo ha de ser fácil, positivo y sin plazo
para pensar, es decir sin tener que esperar. La inmediatez ante todo.
Desgraciadamente lo que vale requiere paciencia, la vida, el conocimiento, las relaciones humanas y tantas otras cosas que
ahora son tan caras en unidades que las tomamos en pastillas virtuales:
Netflix, Wikipedia, Instagram, Facebook, WhatsApp. Con paciencia se alcanza
casi todo, porque tener paciencia es, en esencia, dominar
el tiempo. Lo más importante para los demás. Dominar lo que
otros no tienen y dominar el tiempo da espacio para pensar
y ser creativos, algo que no hacemos porque no tenemos
tiempo para tonterías, aunque entre esas tonterías esté tener amigos y no
conocidos o progresar en el trabajo y en la vida. Es curioso, el valor
denigrado y degradado gana al nuevo valor y aun así le negamos el
reconocimiento. La fuerza de la sociedad nos oprime más de lo imaginado y no
nos permite tener tiempo y por tanto, paciencia.
La pregunta entonces es si se puede aprender a tener paciencia, partiendo
de la base que creemos que tenerla es una virtud y que no preferimos ir de
cabeza y estresados siempre. Al fin y al cabo, la adrenalina parece ser el motor vital en la sociedad. Hay que estar en todo, por todo y siempre el primero.
Sin saber estar solos no lograremos ser pacientes. Necesitamos tanto la
compañía, le tenemos tal terror a la soledad, que estando solos en casa ponemos la radio o la televisión solo para que haya "ruido conocido, sea voz o música". Cuando aprendamos a estar solos, a
bloquear un rato en el día y no atender llamadas, chats, “ruidos amigos” y
estar con nosotros mismos “en el rincón de pensar” o paseando, entonces estaremos
en disposición de ser pacientes. No necesitamos más de 20 minutos al día. No es
meditación, es tranquilidad y liberación de irritabilidad. Cuesta menos que ir
al gimnasio y es más saludable. Eso sí, sin un descanso adecuado no hay
paciencia. La falta de sueño nos descompensa. Hacer dieta y comer 3 pasteles al
día es incompatible. Con esto pasa lo mismo. Sin descanso no hay aprendizaje de
nada.
No voy a hacer de psicólogo barato, pero dejadme que os recuerde que a
veces la impaciencia es un modo de cubrir una insatisfacción personal, social, duradera o momentánea. Así que hay que ver cual es el origen de la impaciencia
y resolverlo. La soledad permite que la mente por sí misma haga un análisis de
lo que nos conviene y nos dicte el camino para ser más felices y más pacientes.
Pensar libremente sin estar sometido a nada es creativo y amplía nuestra visión
social y personal.
Tener paciencia es esperar sin que haya ningún tipo de premio por ello. Y
ahí está el quid del tema. Si esperamos por algo, para algo, la impaciencia nos
matará. Se trata de desconectar con lo exterior, ver internamente, nada de
analizarnos para mejorar, solo tomar el tiempo de ser conscientes de lo que
tenemos, somos y nos rodea. Esa práctica crea paciencia y la paciencia crea bienestar.
No tuvimos paciencia... todos quisimos intervenir en el debate sin esperar; pero fue un buen debate y con muchas preguntas que pedían respuesta inmediata.