lunes, 29 de abril de 2013

De la virtud






La verdad es que el alumno, con solo hoja y bolígrafo en la mano no sabe aún cual va a ser el tema del examen. Cuando la profesora le dice que la virtud es la protagonista, el discente lo agradece y se asusta. Tras la inicial alegría del “¡ ésta me la sé seño !” aparece la dificultad de las definiciones y de las valoraciones.

El estudiante avispado sabe que si logra impresionar al profe en el primer examen tiene menos posibilidades de ser preguntado en el futuro, así que de buenas a primeras recurre a su memoria y se aventura con aquellos primeros versos del pean o canto a la virtud y a la memoria del tirano Hermias, amigo de Aristóteles: “Areta polymojze broteico  / zerama calliston tou biou.” La profe seguro que sonríe al recordar que el más preciado botín de la vida es la virtud, árdua y trabajosa para el género humano. Seguramente al constatar una vez más que Aristóteles erró, aunque nadie se diera cuenta.

Claro que la virtud....... aparte de las definiciones de la academia que nos suelen dejar casi como antes, si no más confundidos, puede definirse por sus atributos o por la falta de ellos, según el más estricto método filosófico.

Lo malo es que cada uno cuenta la procesión según le va en ella y además en función de su tiempo, así Hartzenbusch definía la virtud  como el placer de los placeres, Unamuno como una forma de inteligencia y Fray Luis de León como una hija del cielo. Otros, más rebuscados, quisieron complicar su definición o no hallaron medio de expresar con palabras una idea aprehendida de la vida social: Bernard Show tuvo que definirla no como la abstención del vicio, sino como el no desearlo. Algunos parecían tener las ideas claras y creyeron que todo el mundo las tenía, así que se limitaron a describirla como objetivo o como compañero: reza el refranero que “tan difícil es ser virtuoso, que querer serlo ya significa algo” y escribía Cicerón que “virtute duce, comite fortuna”, aserto con el cual pocos habitantes de este planeta estarían de acuerdo en nuestros días. Los malintencionados le asignan a la virtud algún toque negativo  al expresar, como La Rochefoucauld,  que no iría muy lejos la virtud si la vanidad no le hiciese compañía o que fealdad no es virtud según informa una vez más el inestimable refranero. Quizá la única definición verdadera sea la célebre frase atribuida a Bruto al suicidarse en Filipos y la virtud no sea más que un nombre.

Sea como fuere y a pesar de su indefinibilidad algo debe ser, representar o querer significar, cuando tantos ilustres pensadores le han dedicado su tiempo. El pobre carbonero, que siempre paga el pato sin saber porqué, define la virtud de dos maneras simples, por un lado su religión y modelo social le lleva a una definición simplista de que la virtud es lo que mantiene a las mujeres incólumes ante el deseo masculino y por otra generaliza la definición cuando lo alarga al recto proceder en toda circunstancia.

Sin darse cuenta, el carbonero ha dado por supuesta una ley moral o ética general y vista la dificultad de su cumplimiento abstrae como virtud el comportamiento que sigue la norma marcada.

Uno, que no es carbonero pero casi, entiende bien este concepto general de virtud como forma de proceder conforme a una regla. El problema se plantea en cuanto a la validez de la norma y al juicio externo. ¿Puede ser la virtud negativa? si es así no sería un valor absoluto ¿o existe el valor absoluto de la virtud en términos matemáticos y sólo su aplicación le da el signo? ¿Puede enjuiciarse una acción / actitud virtuosa?

Como siempre la práctica la da la “Philosophie des als ob”, la aplicación del nomos. No conduce lejos elucubrar acerca del arjé de la virtud y cree uno  en su visión personal, que es indisociable el ambiente del individuo; el Zeitgeist nos envuelve sin que nos demos cuenta y por ello poco importa la virtud entendida como entelequia o entidad aislada. Lo verdaderamente virtuoso  es mantenerse fiel en todo momento a las propias normas, que no hay juez más severo que uno cuando reflexiona sobre sí mismo con sinceridad.

Sigue sin embargo en pie la segunda parte, que es la validez de una norma ética general. Tema que se aplica en política según la voluntad ofensiva de cada país.



4 comentarios:

  1. ¿Y que fue lo que escribió el alumno? osado si la cabeza le dio para tanto

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  2. "cree uno en su visión personal, que es indisociable el ambiente del individuo. Lo verdaderamente virtuoso es mantenerse fiel en todo momento a las propias normas, que no hay juez más severo que uno cuando reflexiona sobre sí mismo con sinceridad."

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    1. Nietzsche, defendía en Zarathustra, hacer de la virtud una forma de vida, que ese acto fuera lo que más se amase en la vida. Es por eso que para él, era mucho mejor una virtud que no se pudiera imitar y que nadie más la poseyera, de lo contrario se formaba parte de la masa, tal y como aborrecía la moral de rebaño de Sócrates.
      El pasado, no debemos llevarlo a cuestas como una carga, solo es la experiencia que a veces nos pesa. Ser auténtico es vivir en el aquí y el ahora; sin pasado, sin futuro: este momento lo es todo… es la eternidad entera.

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    2. De hecho, ese pasado que no es carga sino experiencia no sirve mas allá de mera explicación del presente. Y el presente muere a cada instante, se reinventa para ser futuro. El pasado explica, pero no justifica el futuro... que deja de serlo también momento a momento.

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