viernes, 25 de noviembre de 2016

¿Amor sin límites?




Take me as I am, take my life. I would give it all, I would sacrifice, don't tell me it's not worth fightin' for it. I can't help it, there's nothin' I want more. You know it's true. Everything I do, I do it for you.
Bryan Adams (Everything I do I do it for you) 


Es mientras se espera vivir, que la vida pasa.
Séneca

La maté porque era mía.
Copla popular española


Una vez más La reunión del círculo fue polémica. Todos estábamos de acuerdo, pero todos interveníamos constantemente con derivaciones del tema inicial. Sin duda la provocación del ponente fue efectiva, ya que se trata precisamente de provocar intervenciones. El tema, coincidiendo con la celebración de actos en beneficio del apoyo a la mujer maltratada versaba sobre los límites del amor.

-- No tengo que deciros, porque ya lo sabéis que la llamada discriminación positiva me parece mal. Positiva o no, es discriminación y como el fin no justifica los medios me parece reprobable. Dicho esto, hay que aceptar que hay casos de celopatía extrema y de simple posesión barnizadas de amor puro. Una parte de nuestra educación se basa en el amor y se indica que el amor ideal es visceral: "te amo, te quiero más allá de la razón, tanto que lo haría todo por ti. Incluso mataría". Tan puro el amor que incluso nos eclipsamos en beneficio del ser amado. La muerte del espíritu propio en beneficio del otro. ¡Sublime amor! Y terrible. Dañino. Irracional. Perverso. Tóxico. Debería estar prohibido definir el amor como este sentimiento de autoextinción en favor de otra persona. Porque este amor puede ser de pareja o de amistad o paterno-filial. Sea cual fuere ni el amor es romántico ni debe serlo. El amor entrega es dañino, incluso en religión.

Hay algunos casos de "suicidio por amor"  y otros, los más, de homicidio pero no por amor, por simple sentimiento de posesión. No se mata ni se muere por amor. Se mata por dominación extrema y se muere por miedo y falta de autoestima. Esa necesidad de ser amado para ser reconocido e integrado. Se muere por auto-exclusión social cuando la sociedad se ha reducido al "otro", sea éste quien fuere. El amor se disfruta, juntos o a distancia, pero se disfruta en uno mismo y en el otro. Cualquier otra visión es tóxica. SOY sin ti, a pesar de ti. VIVO sin ti, porque SOY. Cuando no me valoro es cuando  muero y si además reduzco mi espacio a ti ... entonces si soy carne de suicidio. Ni el amor lo justifica todo, ni hemos de renunciar a nuestra personalidad por él. Si estáis de acuerdo, si os suena bien... entonces el amor romántico, el imbuido en sociedad es falso y peligroso. En la terminología actual: tóxico. 

El amor se ha de basar en un tu eres, yo soy; me gusta como eres y me gusta que aceptes como soy. Deseo que juntos hagamos un camino y si puede durar toda la vida lucharé por ello. Disfrutemos, apoyémonos y suframos uno por el otro y con el otro, con el alma del otro. Y si aparece por la razón que sea, por error de visión inicial o por modificación de la personalidad del otro algo que nos obligue a renunciar a nosotros mismos en la forma que sea... huyamos por la derecha como decía Leoncio en los dibujos animados. Podemos renunciar al café o a fumar, pero no a ser. Solo hay amor cuando a pesar de ser diferentes se es consciente de ello, se acepta y se alienta la diferencia y se permanece juntos. Algo hay que tener común claro, los ideales básicos de vida, el resto aporta una vida más rica.

Lo triste, lo grave, es que hay relaciones enfermas en las que los pacientes no se dan cuenta de la enfermedad. Cuando la rutina se convierte en depresión, cuando no hay alegría de estar con el otro, no ya mariposas en el estómago, una simple sonrisa al pensar en el otro, cuando se recurre al pasado (propio o de otros), cuando se mira al otro buscando "lo que era antes", es que la relación está enferma. Cuando hay que explicar todo mil veces; cuando se respira si el otro no está, si se ha llegado al: fueron momentos bonitos, a veces reconozco lo que me enamoró, entonces... entonces hay que huir rápidamente o buscar la ayuda necesaria para la revolución. No es el cansancio de la relación  lo que está mal, es la propia personalidad. Cuando ya nos sentimos vencidos y aceptamos es cuando peor estamos porque más nos anulamos. Lo que queda solo produce resentimiento o cáncer. Ni esperar el cambio (si no se lidera el proceso) ni aguantarse. Huir. Rápido. En pos de una mismo, que en alguna esquina del tiempo nos habremos dejado el yo. Por mucho que duela es el momento duro del te quiero pero contigo me muero.  La esperanza en este caso es como creer en Papa Noel viviendo solo: un autoengaño.

           Pocos temas hay que apasionen tanto como el amor y es que de él todos creemos que podemos opinar porque todos lo conocemos. Pleno, tóxico o extraño, incluso pasado, por eso la discusión fue viva y múltiple.



domingo, 20 de noviembre de 2016

En el fondo no he cambiado, soy el mismo.





Resistirse al cambio es ir en contra del fluir natural de la vida.
León Tolstoi

Las cosas no cambian, cambiamos nosotros.

Henry David Thoreau

Los años arrugan la piel, pero renunciar al entusiasmo arruga el alma.
Albert Schweitzer


La reunión de este mes del club de narizones nos sorprendió a todos por el giro que el presentador dió al título: Huele mal, huele a podrido. Pocos o nadie esperaba que fuera realmente a tratar sobre el cambio personal. Su provocación era clara, si no cambiamos estamos podridos.

-- ¿Cuántas veces oímos a la gente  decir "yo en el fondo soy el mismo que cuando era joven, en lo esencial no he cambiado." Lo dicen para indicar que a pesar de lo que parezca siguen siendo, rompedores, idealistas, amantes de la igualdad, de la paz y de todo aquello que define una edad de sueños de futuro. La verdad es que cuando alguien dice esto, me aparto inmediatamente de él. ¡Apesta! ¡Huele mal! ¡Huele a podrido!

Esto sucede porque en un momento de nuestra evolución personal surge la necesidad de asegurarse de que seguimos siendo nosotros. Necesitamos parar y ver que no hemos cambiado en el fondo, que somos buenos y es la vida la que nos lleva por derroteros extraños, no nosotros con un cambio. Necesitamos reconocernos bajo la máscara social que llevamos. La sociedad es un teatro en el que cada uno de nosotros tiene un papel único. Nos han educado para comportarnos bien, no destacar, ser buenos ciudadanos, actuar de una manera determinada en lugar de mostrarnos como somos realmente, en lugar de actuar libremente, honestos con nosotros mismos y siendo coherentes con lo que somos y sentimos. Actuamos para los demás, para ser del agrado de los demás. Vivir con careta o coraza --como se le quiera llamar-- es más cómodo y seguro pero casca y tiene un problema: nos desconecta de nosotros mismos y nos olvidamos de quienes somos en realidad. Soñamos con un pasado y no aceptamos que somos lo que son nuestros actos, no nuestros deseos porque en realidad creemos que bajo el falso concepto de identidad podemos reconectar con lo que fuimos inicialmente o al menos creímos ser.

Sin embargo, no somos los mismos. Ya en el año 45 aC Cicerón reflexionaba en las Cuestiones Tusculanas: Igual que un campo por muy fértil que sea no da fruto si no se cultiva, de la misma manera el espíritu no puede ser fecundo si no se cultiva. Cuanto más aprendamos más evolucionamos y con nuestra evolución cambian las necesidades y las motivaciones, no así el ADN como en el caso de la oruga al metamorfosearse en mariposa. Mal iríamos si todos los años de vida no sirvieran para cambiar en algo y hacia algo positivo. Todo lo que no evoluciona se pudre y quien no cambia huele a podrido. No es una alegoría: nos volvemos egocéntricos, victimistas, no progresamos y por tanto nos distanciamos de los demás. Acabamos sufriendo y luchando contra todo, más aislados y en una espiral involutiva y negativa. Finalmente somos apartados como los apestados.

La transformación es tan progresiva que no sabemos diferenciar lo normal de lo natural. Normal es el té en bolsitas, natural es el té en hojas. En la sociedad normal no es sinónimo de natural, es solo la media de lo aceptado y sobre esa media se mide nuestra "normalidad". Esta normalidad es muy conveniente para la sociedad puesto que crea un pensamiento lineal fácil de dirigir, precisamente porque convierte lo normal en correcto aunque no nos beneficie en nada personalmente. Pero ése es otro tema.

El cambio que se opera en nosotros con los años nos hacen aparte de más viejos, más responsables y en muchos casos más altruistas y con mayor capacidad de compartir. No todos cambian igual, algunos se estancan en un punto del camino y no llegan a ser todo lo que pueden o deben ser. No por eso apestan, algo han cambiado y eso es lo que cuenta. Es importante aprender de los errores y recordar que la experiencia no es transmisible pero sí podemos preparar el camino para que los demás reaccionen mejor si caen en lo mismo que nosotros. Como dijo Platón: Buscando el bien de nuestros semejantes, encontramos el nuestro. Podemos dejar a los demás y a nuestros hijos la formación necesaria para saber reaccionar ante lo que les suceda o que se estanquen y apesten. A nosotros el hacerlo o no. 

La reunión siguió a partir de aquí con un cruce de opiniones acerca de la necesidad de evolucionar y de si se mantiene realmente la esencia heredada de la primera educación, siendo todo lo añadido simplemente un ropaje sin valor real por ser máscara. ¿O la máscara crea al personaje?