viernes, 28 de junio de 2013

Believe and win







                           When the worries come to you
                           face them with a smile
                           as you have the power of time.
                           They press, and know
                           that by constant thinking on them
                           they eat your brain and create pain.

                           When the worries come to you
                           be calm
                           take them one by one
                           do not let them grow
                           maintain them in a corner of your mind
                           and let them out
                           when you're ready for the fight.

                           As time softens
                           and serenity destroys them
                           take your best smile
                           prepare your thoughts
                           create your arguments
                           and see if it is right
                           to change your mind.

                           If it is not the case
                           continue to smile
                           and be glad, you won the battle
                           but be prepared to win the war.

                           In any casse remember
                           that by constant thinking on them
                           they eat your brain and create pain
                           The trick to win
                           is challenge them and not let 
                           come all together.

                           And if all this still hurts you
                           take my hand
                           take my soul 
                           to protect you.

domingo, 16 de junio de 2013

Li Fu





(del cuaderno de notas de Ibrahim S. Lerak)


Cuenta la historia que Li Fu, el justo y  sabio emperador del imperio del centro del mundo quiso que su corte tuviera todo el conocimiento humano. Reunió a los sabios oficiales y les pidió que escribieran la enciclopedia del saber para encontrar el sentido de la vida. Pasaron los años, dos décadas largas,  en las que el emperador, que no era niño, esperaba el resultado de su comisión. Llegó el día en que una cáfila de camellos le llevó a lomos 500 ejemplares en los que se resumía el conocimiento humano. Li Fu, el buscador de luz,  se apesadumbró. No le daría tiempo a leer todo. Pidió a la comisión que redujeran el volumen de lo escrito, reduciéndolo a lo esencial.

Siguieron pasando los años, otras dos largas décadas. Li Fu se resistía a morir sin tener el resultado de su búsqueda. Llegó otra vez la caravana. Todo se había condensado en 70 volúmenes. El ya anciano Li Fu vió horrorizado que tampoco podría absorber lo escrito esta vez. Su salud se resentía y urgió a sus colaboradores a condensarlo al mínimo. Pasaron aún varios años y el emperador se sentía morir. Mandó llamar al responsable de la obra y se agarró a él en sus ya últimos momentos. Inquirió sobre el resultado y el sabio le susurró al moribundo: Nacieron, sufrieron y murieron. 

Cuenta la historia que Li Fu “el Buscador”, el justo y amado del pueblo murió en paz. Nadie se preguntó si el rictus de su cara era de paz o de dolor. Quizá en este caso la muerte fue un final feliz. Lo es cuando el dolor o la angustia son fuertes y la muerte parece liberarnos de ellos. Pero solo en ese caso. La muerte no es nunca feliz por regla general, ni debe serlo o puede serlo.

La vida nos incita, nos lleva o la forzamos a que nos lleve por los caminos que nuestra rebeldía nos marca. Llega un momento en que el cuerpo se cansa y se agota, no la mente. La mente abandona porque el cuerpo se queja. ¡Que clara tenía la mente! expresiones así de asombro por los que mueren en plenas facultades y con el cuerpo agotado son habituales. Es lo que debería ser. El ejercicio de la mente nos impide ser acomodaticios si el cuerpo sigue. Por ello la ingeniería genética y la ciencia médica son positivas en este caso. Morir en plenas facultades no es nunca feliz. Quizá si necesario, pero ¿feliz? Cuando estás en la fiesta y te lo pasas bien ¿es alegre la partida? Claro que ello supone una vida con un nivel mínimo. Pero no hay que confundir la felicidad de la muerte con las posibilidades materiales.

Morir como broche de una vida es dejar paso; pero no es necesario morir, aunque si conveniente. No contar ya, estar apartado y saber que la experiencia pasada no es transmisible es desde luego un dolor. Y si hay dolor, hay que acabar con él. Muerte si. Lo más tranquila posible, pero aún así cuesta de asimilar. Nunca será feliz salvo que nuestro apartamiento nos duela o nuestro cuerpo nos lo pida insistentemente. Siempre nos faltará tiempo, como a Li Fu. Hay demasiado por conocer y la muerte es la puerta a lo desconocido que rehusamos traspasar.

La enfermedad, por tanto, es  traidora y pesadilla. Nos impide ser y nos aboca  a las puertas de algo que queremos evitar y que debemos afrontar en soledad aunque nos cojamos de la mano. El apoyo físico más que el moral cuenta aquí. Cuando nos tiramos del trampolín por vez primera pedimos que nos empujen, no nos basta el aliento del entorno. Necesitamos el contacto. El día que no tengamos cuerpo o nos fundimos en uno o enloquecemos de soledad. La soledad potencia el miedo a lo desconocido y ése es el gran terror que nos lleva a aguantarlo todo mientras nos permita poder predecir el mañana.


sábado, 8 de junio de 2013

Catoptromancia en la red





(del cuarderno de notas de Ibrahim S. Lerak)


Yo Kwen-ton el viejo escribo esto por mandato de la diosa Nahir.

He vivido muchas lunas y bajo muchos soles pero los hombres siempre han sido los mismos. Mis recuerdos van lejos, muy lejos y ven que todos se reflejan en si mismos como en el agua, con ondas e imperfecciones, pero todos buscan el reflejo en los espejos. Recuerdo que los grecos buscaban en la craptomancia el significado de la imagen reflejada. De ahí el miedo a la rotura del espejo o a la onda de las aguas ya que la propia vida estaba en peligro.

Todos los hombres que se han mirado en el agua cristalina, han pasado para retocarse y buscar sus imperfecciones. Por eso hay cola, la mirada es como en la catoptromancia hasta hipnotizarse y quedar a merced de voluntades ajenas bajo el atractivo huidizo de falsas venturas irreales. Recuerdo que los persas y grecos eran maestros en este arte. Recuerdo que el gran salvador en el año de 1326, nuestro bienamado Juan, apartó de la tribu de creyentes a quienes persistieran en sus intentos. Pero fue inútil, los malignos dioses Nuevos Medios bajo la falaz apariencia de alegres reuniones, halagos varios y ausencia de pesadumbre, atrajeron a los hombres en todas las tierras. Les redujeron a esclavos de las horas y les apartaron de sus entornos. Les dieron el don de crear rupturas y dejar cáfilas de problemas a su paso. Muchos sucumbieron y otros siguen.

Buscan almas perdidas para encontrarse a sí mismos, suplir sus carencias o huir de sus reductos. A veces las frustraciones, a veces la monotonía de las situaciones,  a veces la fascinación de la hipnosis en sí misma les lleva a caer una y otra vez. Mis ancestros ya comentaban en lengua extraña “No creas de ligero ni vuelvas las orejas al son del pandero” sabias palabras que, como todas, solo se revelan como tales cuando el mal se ha hecho.

El inicio es fácil, basta entrar por azar, por juego o por curiosidad, por haber visto en una mirada posibilidades de encontrar el punto rojo del chamán Coelho. Salir del espejo cuesta y merece crédito. Quien sale, sabe mirarse y sigue buscando pero conoce al maligno y lucha.

Esto he visto en el mundo yo Kwen-ton el viejo. Esto y muchas cosas. Fui curioso y todo lo quise saber buscando el conocimiento que no existe, pues es como el mar. Cuanto más entras más hay; dentro te engulle, te absorbe y, sin rigor, te pierde. Sigo buscando con mesura los reflejos de la luz ya  que su potencia es tal que al sol directamente no se puede mirar.

Yo Kwen-ton el viejo, ahora escribo por mandato de la diosa lo que guardo en la memoria, en papel de electrón, pero sé que escribí y viví para alentar los reflejos, preparando el camino especular de los buscadores de verdad, como mero elemento en la voluntad de los dioses que guían el camino hasta llegar a la casa sin puertas ni ventanas.


Veo la luz y la sigo; más si brilla en la noche.

miércoles, 5 de junio de 2013

I´m a thief






                                     
                                      I’m the thief of your kisses
                                      visitor of your dreams
                                      lover of your nights
                                      partner of your secrets
                                      dark object of your desire.

                                      I’m your obsessive lover
                                      I fill your skin, your empty places
                                      I whisper sweet words in your ears,
                                      caressing your smooth skin
                                      to be imbibed of you completely
                                      drunk of pleasure of making you happy.





Sawu Bona, Sikhiona, K



(A K., amigo y compañero del viaje vital, in memóriam)


Los hombres no dejamos de buscar y de preguntarnos por lo que nos rodea y por nuestros semejantes. Somos un animal preguntón y si bien es cierto que muchas veces las respuestas que creemos haber encontrado nos separan, lo que nos une es la búsqueda, el reconocimiento y la integración de uno mismo en el entorno. Un entorno que nos obliga a aceptar la realidad y compartirla con otros. Para ello debemos adaptarnos y reconocernos.

Es entre las tribus del norte de Nathal en Sudáfrica donde el equivalente a "buenos días" u "hola" es SAWU BONA, lo que literalmente quiere decir "te veo". Un miembro de la tribu respondería a eso SIKHIONA ("estoy aquí"). Claramente es algo importante ya que hasta que no nos ven no existimos. Es como si el hecho de vernos nos diera la entidad y esto es el reconocernos. Por mucho que "estemos aquí", si no se nos reconoce, si no se nos ve, no somos más que fantasmas.

También son importantes los rápidos cambios del mundo de los negocios y los de nuestro entorno en particular que hace que gente que conocemos durante años desaparezca de pronto y deje literalmente de estar ahí, que dejemos de verles. La vida suele llevarles por nuevos derroteros y los perdemos de vista por largos períodos. Lo dice más claro el proverbio francés y alemán: "Lejos de los ojos, lejos del corazón" o en su versión castiza: "ojos que no ven, corazón que no siente".

Cuando conocemos a alguien aparece inmediatamente la reacción defensiva de la amígdala y clasificamos a la persona en amigo o enemigo. En cuestión de segundos decidimos si nos es potencialmente dañino o no. Luego viene el tiempo de reflexión que básicamente consiste en observar la coherencia de la persona: sus dichos y sus hechos. Con el tiempo vamos construyendo una relación más o menos estrecha y más o menos cambiante a tenor de lo que nos toca vivir. (La verdad es que no hay nada que "nos toque vivir", el futuro lo creamos cada día, cada instante, con nuestras acciones.) Solemos colaborar espontáneamente con quien tiene algo que no sabemos describir pero que aprehendemos de su manera de ser y de lo que dice y muestra. No recordaremos con el tiempo las palabras; las falsearemos, las modificaremos; lo que queda siempre es la emoción de lo que sentimos, del mismo modo que delante de ella no vemos a la persona sino la imagen que nos hemos formado de ella; lo que explica los enamoramientos súbitos o los rápidos pases del amor al odio.

Me costó conocer a K, inicialmente patán letrado, prepotente cultural o simplemente barnizado con unas micras de purpurina. Con el tiempo me di cuenta de que no era más que un ingenuo que creyó que estar a la puerta del hospital para dar ánimos era mejor que inventar la pastilla anti-cáncer. Le vi subir y bajar, sonreír cuando comentaba que la buena educación es indispensable: "saludo a los que veo al subir, porque son los que se alegrarán también al verme bajar". "Lo que sube como una palmera cae como un coco", solía repetir cuando veía los cambios en la empresa. Una empresa que le dió todo y todo se lo quitó. Como los dioses, que juegan con los hombres a su antojo.

Las empresas las forman personas si, pero personas que se despojan de la humanidad para ejercer el cargo en bien de unos fines que les vienen impuestos por quienes ya olvidaron los valores morales y humanísticos y juegan a ser reyes. Sin valorar a las personas, a los vasallos, que son siervos para jugar y parar o no guerras en función del capricho del momento. Como en 1645 cuando la guerra entre Suecia y Polonia se paró un tiempo para que la reina Cristina de Suecia pudiera escuchar al castrado Ferri. Le gustaba tanto su canto, que enterada de que Ferri cantaba en la corte polaca, pidió al rey que se lo cediera dos semanas. Envió un lujoso barco para llevarle a Suecia y transcurridas las dos semanas la guerra continuó.

Tanto las empresas como la sociedad actúan de modo independiente a la voluntad de las personas. Son entes que se conforman en segundo plano y modifican entornos para desarrollarse y sobrevivir. Un ejecutivo sin alma sube, un político sin ideales triunfa. Creamos entidades que nos son necesarias, tanto que les damos una vida de la que no somos conscientes. Y estas entidades aúpan o eliminan en función del interés del momento. 

La primera muerte de K la viví casi sin darme cuenta; solo un cambio en su optimismo radiante y normal en él, mostró que la agonía había comenzado. Como muchos lo atribuí a problemas personales no resueltos que yo conocía por sus raras confidencias. Pero el tiempo mostró la evidencia y la segunda muerte llegó. Celebrada según los ritos tradicionales, algo para lo que se había preparado y que tenía previsto desde hacía tiempo. Para la tercera muerte falta tiempo. Falta que nos olvidemos de él. Algunos lo harán pronto. Unos ya lo hicieron y otros .... otros tardaremos hasta que nos toque entrar en la casa sin puertas ni ventanas.

Un compañero dijo en la ceremonia que si el mundo se medía por la grandeza de las personas, el mundo había encogido de golpe. Sé que la emoción le hubiera embargado de haberlo oído. Como alguno que otro le debo más que una amistad. 

Por doquier que vayas y doquier que estés, recuerda:
Sawu bona K, Sikhiona.