sábado, 27 de mayo de 2017

Fondo de armario / Closet ground




Tener las ideas claras es bueno; tener la cabeza bien amueblada es mejor.
(Valores en desuso)

No basta ordenar, hay que saber tirar y renovar.
(Ibrahim S. Lerak, Cuaderno de notas)

Las reuniones del club de los narizones habían decaído en los últimos meses y era necesario analizar la causa (o causas) para decidir si se seguía con ellas o se anulaban y se reducían las actividades a las exposiciones anuales. De esta reunión salió la idea de la conferencia del último mes: la renovación de las ideas.

-- Muchos de nosotros hemos cambiado de casa alguna vez y sabemos la cantidad de trastos viejos que se llegan a guardar y lo difícil que es tirar los que hemos guardado durante mil años y no hemos usado nunca, simplemente por sentimentalismo o costumbre. Lo que si hacemos todos es cambiar la ropa de invierno por la de verano en estas fechas. Desmontamos el armario, cambiamos la ropa, la revisamos y no nos duele tirar, dar, eliminar en definitiva lo que ya no nos va, no nos gusta o no usamos. Lo hacemos dos veces por año. Cierto que hay un estímulo externo que casi nos obliga (el clima), pero lo hacemos hasta contentos. Entonces, si lo hacemos con la ropa ¿por qué no lo hacemos con las ideas? ¿No son más importante las ideas que la ropa?

Enfrentarse con las propias ideas es más difícil, requiere concentración y voluntad. Hay que revisar el fondo de armario de ideas y hacerlo tranquilamente evaluando y decidiendo las que mantenemos, las que tiramos y las que requieren un remiendo. Mantener ideas viejas tiene dos problemas; no deja espacio para las nuevas y crean prejuicios que nos hacen actuar por inercia. Deberíamos acostumbrarnos a la revisión del yo, de nuestras ideas, sensaciones y convicciones. Lo hacemos con el coche, la moto, el armario y no lo hacemos con lo que es más importante, con lo que nos mueve cada día y lo que nos relaciona con los demás: las creencias.

Lo peor es que en realidad hasta nos sentimos orgullosos de ello ¿quién no ha dicho en algún momento en el fondo no he cambiado? ¿No es una señal de que no queremos cambiar, de que nos aferramos al pasado, a la colección de ideas inútiles? En mis tiempos ... yo es que soy antiguo ... expresiones que muestran que no queremos evolucionar. Pensar cuesta. Decidir un cambio de ideas o de creencias implica analizar y gastar tiempo que nos place usar en cosas más cómodas. El resultado es que mentalmente vivimos un par de generaciones antes de nuestro tiempo. Condenamos el cambio porque produce inestabilidad. No afrontamos las novedades si no proporcionan una mayor comodidad evidente. Olvidamos que vivir conforme a lo que pensamos de verdad da la felicidad, pero en una sociedad de máscaras como no es necesario mostrarlo basta con dar el pego.

Cambiamos las cosas en el armario, renovamos el fondo de armario. Hagamos lo mismo con nuestros pensamientos. No es muy difícil hacerlo. Que una idea se convierta en el "tema del mes" para discutir con los amigos, en casa, a solas, el la navegación por internet, en la lectura... No es necesario apartarse del mundo y dedicar una sesuda sesión de reflexión; es más... no serviría de mucho. Las ideas se renuevan cuando se airean, hay que sacarlas del armario, exponerlas y sacudirlas. Dentro, como la ropa, enmohecen y se pudren. Luego, una vez oreadas se vuelven a colocar y ordenar en función de su uso. 

No es cómodo hasta que se coge el gustillo. Algunas veces te sientes como Sócrates y otras como un perfecto idiota, pero siempre aprendes algo positivo. Si es porque guardas la idea inicial es reconfortante, si la cambias ilusiona abrir una nueva puerta y además rejuvenece. Rejuvenece, ilusiona estimula y nos hace sonreír. ¿Necesitamos alguna razón más para hacerlo? Hay -al menos- dos más y es que es un cambio personal que necesita de los demás; fomenta la comunicación, la cohesión y el entendimiento... y es gratis.

Pero la verdad es más simple, quien no evoluciona, quien no se plantea su fondo de armario de ideas no es más que un muerto viviente condenado a la insatisfacción permanente y al lento repudio de los demás.


Hubo casi bofetadas por intervenir, comentar, preguntar y discutir. El ponente hizo lo que se esperaba de él. A fuer de directo y claro provocó al auditorio tal como se esperaba.


sábado, 13 de mayo de 2017

Vivir la vida por boca de ganso



Una vida vacía se llena con los problemas de los demás.
(Anónimo)

Vivimos la vida de los demás para no pensar en la nuestra.
(Ibrahim S. Lerak, Cuaderno de Notas)

Hablar alguien por boca de ganso: Decir lo que otro le ha sugerido.

(DLE)

En las reuniones del círculo se sugieren (casi se encargan) temas de debate. Uno de los comentarios habituales trata la poca cultura que se difunde en la TV y la opinión se divide en dos: los que creen que es lo que pide la audiencia y los que creen que es lo que ofrecen las cadenas (alguna más que otras). Por ello en la última reunión el ponente nos provocó la reflexión sobre el éxito de la televisión basura.

-- El hecho incontestable es que la televisión basura es la que más vende y es la que mayor audiencia tiene. Pensar que es la que nos ofrecen a machamartillo o que nos la imponen al coincidir las emisoras en la hora de emisión es no querer ver la realidad. Hoy en día con los DVDs, con las 50 cadenas de TV que hay de promedio sin pago al alcance de cualquier ciudadano, quien mira estos programas lo hace conscientemente, sea porque le distraen, sea porque sigue a uno o varios de los personajes que salen. Todos coincidimos en que es el circo actual del antiguo panem et circenses, la pregunta es entonces ¿por qué pide el pueblo que haya circo con sangre? Con sangre, si. Cuando se denigra a la gente y se provee a las masas entretenimiento morboso, carente de moral y ética es circo moderno con sangre. Las dentelladas al prestigio, honor o simplemente a la imagen hacen correr la sangre que son las calumnias y el auto-arrogado derecho a juzgar libremente sin trabas la vida de los demás. 

Estamos en una época de paradojas constantes, todo tiende a ser mayor, los edificios, las carreteras, los centros de ocio y de compra menos nuestros puntos de vista y nuestra capacidad de aguante. Gastamos más y gozamos menos. Tenemos mil cosas y las disfrutamos menos que las pocas de antes. Tenemos más tiempo y lo usamos menos en lo que realmente queremos. Hemos añadido años a la vida y le hemos quitado vida a los años. Hemos ido a la luna, cruzado el espacio en búsqueda de vida inteligente y nos cuesta cruzar la calle para saludar al nuevo vecino. Ignoramos incluso quien es el del 3º 2ª. La verdad es que hablamos mucho de amor pero más de odio y de no soportar las cosas o a la gente. El problema como lo definió Zygmunt Bauman es la liquidez, la falta de consistencia de los valores. Vivimos días de viajes rápidos, pañales desechables, moralidad dispensable, amores de una sola noche, momentos fugaces de felicidad en pastilla. Hemos eliminado los valores y no los hemos sustituido aún, hemos dado paso a lo aparente, a la foto del momento y no tenemos nada nuevo que mostrar. Éste es precisamente el problema. Necesitamos descargar la impotencia que nos da reconocer que no vivimos la vida que nos gustaría y que aún habiendo conquistado el espacio exterior no tenemos idea de nuestro interior.

Nos hemos acostumbrado a soñar despiertos sin hacer nada para que el sueño se convierta en realidad y al compararlo con lo que tenemos, aunque sea mucho, aunque sea casi lo que queremos nos frustra no poder disfrutarlo. O mejor dicho, no saber disfrutarlo. Por eso degradamos a quien parece que lo pasa mejor, que tiene más o que lo pasa mal .... por culpa suya. Hemos convertido la sociedad en una sociedad igualitaria que no igual. Hemos banalizado todo, eliminamos aparentemente las diferencias y esto nos da el derecho a opinar, a juzgar, a criticar, a corregir a los demás. Si somos todos iguales podemos vivir nuestras frustraciones a través de los demás. las liberamos e incluso las cambiamos y las realizamos al rectificar la vida de los demás. Realities (telerrealidades), situaciones de tensión, bodas de postín e incluso la corrupción de los políticos nos dan la ocasión de justificarnos. Nosotros somos diferentes. No somos como ellos. Nos erigimos en jueces de los otros en todo y por todo. Así somos mejores ante nosotros mismos. El beneficio añadido es que cerramos el círculo, hablamos de cosas banales, opinables, sin trascendencia. Mantenemos la apariencia. La foto sonriente del momento. No comunicamos, no compartimos, solo sonreímos para la foto. 

La felicidad se compone de instantes felices dicen, no de una continuidad de ánimo feliz. Troceamos la felicidad. Banalizamos el sentimiento. Yuxtaponemos, encadenamos momentos que queremos ver como una continuidad, pero no tienen conexión. Nos dicen que eso es la vida, que hay que entenderlo así y conformarnos con ello, no pretender más. No buscar otra cosa. No complicarse la vida. Cuando no hay un sentido temporal o emocional, un marco en el que actuamos, no hay vida, solo hay instantes de supervivencia. Para no verlo, para no darnos cuenta de ello vivimos la vida a través de los demás. Hablamos y vivimos por boca de ganso.


Fue una discusión larga un largo fotograma de pasión y opiniones lo que tuvimos luego. La provocación no fue banal y no cayó en saco roto.




jueves, 4 de mayo de 2017

Pasar factura


Foto de Eliana Mora, Argentina


El que pide paga lo que recibe.
(Francisco de Quevedo)

El trato social es una comedia en la que el egoísmo suele hacer de apuntador.
(Louis Bottach)

Pasar factura:
1. Pedir algo a cambio de un favor o servicio prestado.
2. Traer malas consecuencias.

(RAE, DLE)


En la reunión mensual de los narizones se había comentado que el cambio de local y de tipo de reunión iba a pasar factura y que decaería la asistencia y el interés. No fue así y el orador aprovechó para cambiar su tema de "Cuando huele a podrido" a "Pasar factura", eso sí con un toque de provocación tal como es habitual en estas reuniones: 

Suele decirse que el tiempo pasa factura cuando una mala acción o simplemente mal hecha tiene consecuencias negativas para quien la ha realizado. Cuando aún no ha llegado el momento muchos se consuelan con el agorero ya le llegará la factura. Es como si esperásemos que la justicia divina intervenga en nuestra defensa y castigue a quien a nuestros ojos es culpable. La esperanza de una justicia superior calma la desazón de sentirnos impotentes y nos permite seguir con la vida que llevamos sin pensar más en si tenemos o no razón. 

También la gente pasa factura cuando en uso de la antigua ley del Talión pide (o exige) favor a cambio de favor sin importar las circunstancias del momento en que se dió ni del que se reclama su retorno. Una ley que se adopta como ley moral y de buena vecindad y se ha convertido en el refrán hoy por ti, mañana por mi y que se ve que es de buena vecindad porque en inglés es I'll scratch your back and you'll scratch mine. También los griegos tienen una expresión que se aparta de la literal española aludiendo a la ayuda recíproca. No deja de ser curioso que el origen de la expresión no tenga nada que ver con esto pues la locución latina Hodie mihi, cras tibi proviene de la traducción de un pasaje del Eclesiastés en la que se aconseja no llorar demasiado a los muertos. Se refiere a que la muerte llegará al vivo igual que ha llegado al muerto o que al vivo le toca vivir hoy de la misma manera que al muerto le tocó antes. 

El problema aparece cuando se exige la devolución de gentilezas aunque el favor o servicio inicialmente prestado no haya sido solicitado. Es el típico caso del "yo que he hecho tanto por ti", "yo que he dado todo, que te he ayudado sin pedir nada a cambio ...{ahora que te pido algo / mira como me lo pagas...}". En estos casos se quiere cobrar una factura indebida. Cuando se da algo que nadie nos ha pedido, aunque se lo queden no tenemos derecho a reclamar nada. Lo que se da por iniciativa propia no genera nunca derecho, ni moral ni legal. Vuelve el refranero a recordarnos que Santa Rita, Rita, lo que se da no se quita, una forma más suave que en alemán y francés en las que en este caso se habla de robo. Guardamos en la memoria la lista de favores que hacemos por si hemos de menester su vuelta. No es generosidad. Es interés. Puro y duro.

Recordar el pasado en el que hemos actuado graciosamente, sacarlo a colación, es en si mismo ya una solicitud de devolución y una recriminación. Solo quien otorga de buena fe deja de pedir a cambio. Aunque no seamos consciente de ello el simple hecho de acordarse de ello muestra que hay un "fondo de buenas obras" que queremos guardar y esgrimir en nuestra defensa para demostrar a los demás nuestra buena esencia y justificar(nos) en un momento bajo. La acción realmente generosa se olvida o no es desinteresada. Creemos que somos mejores de lo que somos cuando nos sentimos protectores de los demás, sea por acción u omisión. Nos defrauda que los demás no hagan lo mismo con nosotros; pero si la vida es dura ¿por qué ha de ser justa? ¿Y por qué si fuera justa debería coincidir con nuestra visión partidista de la justicia? No se puede vivir en una sociedad en la que sus miembros se agreden, pero tampoco se debe vivir en una en la que la suavidad sea forzada y la visión de conjunto sea la misma para todos. Haz el bien y no cates a quién, nos vuelve a recordar el refranero. Obrar sin esperar nada a cambio nos hace libres de alma y libres de pensamiento y esa es la libertad que debemos mantener.

No todo el mundo estuvo de acuerdo y la discusión fue larga y llena de refranes y situaciones personales. Una vez más el orador consiguió el propósito de la reunión: provocar para que de la discusión naciera la luz
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