lunes, 31 de diciembre de 2018

Irracionalidad predictible






Actuar irracionalmente nos muestra que seguimos siendo animales a pesar de la educación.
(Ibrahim S. Lerak, Cuaderno de notas) 

Soy irracional cuando no elijo y decido por impulso.
(K., Anotaciones dispersas)



La última reunión del círculo (de la mesa cuadrada) trató sobre lo predecibles que somos en nuestra irracionalidad. A cuento de los propósitos para el nuevo año --que se repiten y pocas veces se cumplen-- surgió el tema de lo irracional que es proponerse algo que ya de entrada se sabe que casi seguro no sucederá. Por ello se pidió al ponente que preparara una introducción al debate sobre lo predictible que es nuestra irracionalidad. A continuación lo recogido por el secretario y amanuense en la provocación al debate:

-- Sin llamar burro a nadie está claro que no somos seres racionales. Aquello del cogito ergo sum fue un buen inicio para conocernos, pero le faltó la otra parte, la pregunta: ¿Qué soy cuando no pienso? y la más moderna ¿puede predecirse lo que pienso? pero esta última sin apelar a los comportamientos inducidos por la sociedad.

Durante mucho tiempo se creyó que actuamos racionalmente y con una lógica, individual, pero lógica, excepto si nos embargan emociones, como miedo, odio y amor. Era prácticamente un axioma hasta que se demostró que tomamos decisiones aparentemente irracionales porque percibimos la realidad de modo distorsionado en algunos casos y por ello nuestras acciones resultan ilógicas. Se ve mejor en un par de ejemplos:

Imaginemos que hemos comprado un par de entradas muy caras para un espectáculo que nos apasiona (fútbol, música, teatro, lo que sea). Al llegar vemos que hemos perdido las entradas. No las hemos dejado en casa, las hemos perdido. ¿Compramos dos nuevas? Lo más habitual es maldecir y volver a casa. Ahora la misma situación pero ligeramente diferente. No hemos comprado aún las entradas y al llegar a la taquilla vemos que hemos perdido el dinero para pagarlas (recordemos que son caras). Como antes, no hemos olvidado el dinero y lo hemos perdido. Eso sí llevamos la tarjeta de crédito. ¿Compramos las entradas? Curiosamente lo más habitual es que sí las compremos. Misma situación y dos reacciones diferentes. La razón de la diferencia es que en el segundo caso no tenemos sensación de haber perdido el dinero y en el primero pensamos que valen el doble. Una situación, dos respuestas diferentes. Irracional. La lógica debiera ser la misma. No actuamos conforme a la lógica o a la racionalidad, actuamos en base a unos mecanismos psicológicos predeterminados (aunque además influenciables por la sociedad) con patrones determinados.

Hay mecanismos en nuestra toma de decisiones que son extraños a la lógica. Está bien que queramos evitar la pérdida y que nuestra voz interior nos avise. La aversión a perder es doblemente más fuerte que el placer de ganar. Pero la irracionalidad actúa en otros campos como saben bien los especialistas en marketing. El atractivo de un producto gratis añadido hace que cambiemos la elección del objeto a adquirir. No siempre y por supuesto está el  "a mi no me influencia"... pero es un efecto irracional de comportamiento general. Hay muchos experimentos que lo confirman.

Los valores que hemos fijado son el patrón aunque las circunstancias cambien. No deja de ser curioso que si, por ejemplo cambiamos de ciudad para residir, en general llevemos el nivel de precios marcado y prefiramos vivir en una casa de peores prestaciones por el mismo precio anterior que en una casa igual aunque algo más cara... independientemente del esfuerzo económico a realizar.

Hay reacciones que si las pensamos a posteriori no las entendemos y es que solemos tomar decisiones comparando entre dos opciones. No sabemos o no estamos habituados a pensar sobre un tema individualmente y analizarlo. Necesitamos una alternativa para movernos. Elegir es el verbo que nos mueve, no el pensar, analizar y actuar. Sin opciones no hay avance, pero la elección no está determinada solo por la experiencia sino por mecanismos que nos hacen de patrón (por antiguo que sea ya que cuesta cambiar los sesgos cognitivos), solo hemos de pensar en quienes siguen contando en pesetas en lugar de euros o en los valores éticos anteriores.

Entender que lo que nos parece natural, normal y obvio no lo es tanto es uno de los trabajos que más nos cuestan al querer progresar. No podemos estar siempre analizando todo (nosotros incluidos) pero sí es necesario parar y revisar nuestro grupo de creencias básicas periódicamente y en especial aquellas decisiones que hemos tomado y mirando hacia atrás nos parecen débiles. Ni podemos ni debemos replantearnos constantemente la vida pero si las células del cuerpo se renuevan cada 10 años (hay varias tasas de regeneración, desde 120 días a 15 años o incluso nunca, pero parece  admitirse un genérico de 10 años) lo lógico es que nos replanteemos nuestras creencias, valores y niveles de referencia también periódicamente... sin ir de puntillas sobre ello. Solo así avanzaremos sin engañarnos.

La reunión duró irracionalmente mucho. Fue un largo desfile de actos irracionales que desgranados y analizados mostraron que efectivamente no somos conscientes de como solo avanzamos por opciones ... por falta de valores establecidos de referencia o miedo; pero eso se aplazó a otro debate con  su provocación incluida.





sábado, 29 de diciembre de 2018

Matar al mensajero o la vida fácil


Legatus nec cogitur nec violatus.
(Proverbio medieval)

Matar al mensajero no elimina el contenido del mensaje.
(Sentido común)

Da más gloria y menos trabajo matar al mensajero que reparar la mala noticia que nos trae.
(Ibrahim S. Lerak, Cuaderno de notas)




Una vez más me llamó S.M.,  preocupado por la gran cantidad de leyes cada vez más restrictivas que dictaba el gobierno en su nombre (puesto que las firma él). Puso entre otros los ejemplos de los accidentes -siempre más numerosos-  de la violencia -más acentuada cada año- y de como había que castigar cada vez más duramente a quien se saltara las leyes (que no son más que normas de buen entendimiento y comportamiento para asegurar una sociedad tranquila y que se establecen por un bien general). Hace muchos años que el bufón ejerce su oficio y que conoce a S.M. y por ello tiene un privilegio especial: puede interrumpir cuando quiera. Así que, antes de que acabara y siguiera con la lista de lo que va cada vez peor, le dije lo que me parece que el gobierno hace mal y S.M. permite, ambos sin darse cuenta. 

Majestad, esta sociedad del no esfuerzo, del no pensar y del no sacrificarse es una sociedad que ha incorporado una vieja tradición medieval: matar al mensajero. En cuanto aparece con malas noticias hacemos un juicio sumarísimo y le ejecutamos públicamente. Todos quedan contentos, creen que la amenaza ha sido resuelta y que si se vuelve a presentar alguien con noticias similares bastará con aumentar la pena y descuartizarlo en lugar de simplemente quitarle la vida. Si es públicamente y con gran difusión del acto, mejor. 

Veréis Majestad, las leyes deben castigar las transgresiones pero el gobierno debe hacer algo más importante que es evitar las transgresiones de la ley. Y para evitarlo no basta con decretar terribles castigos al mensajero, también hay que educar al pueblo en el bien, en el mal, en lo conveniente y en lo moralmente bueno. No hay que adoctrinar pero ¿de que sirve castigar a quien mata pichones en la calle, sin una educación previa y paralela sobre el valor de la vida? ¿De qué sirve castigar duramente a quien viola sin una educación previa y paralela sobre el respeto y la libertad? ¿De qué sirve poner condenas suaves a quien perpetra un robo o allana una morada, causa un daño si luego puede volver a realizarlo porque le sale a cuenta? ¿No es más lógico prevenir, educar, instruir, que solo actuar a posteriori? ¿No es más lógico enseñar al pueblo a no solo vivir el momento y actuar a toro pasado? Cuando no hay mañana y solo existe la felicidad instantánea, cuando nada debe ser negativo matamos al mensajero para evitar problemas que ensombrezcan el momento, pero no es lo correcto. La sociedad tiene que mirar adelante, no solo asomarse al futuro, sino escribirlo y eso exige compromiso, decisión, previsión y educación. No es matando al mensajero, al efecto de la noticia, como se para la tormenta. Hay que actuar sobre la causa y en el 90% de los casos las causas están en proporción directa con la falta de educación, de consideración, de respeto... esos valores que la sociedad actual ha aniquilado con la imposición del todo lo vale para ser diferente. 

Hoy en día vuestros súbditos han cambiado; hace unos años podían intuir cuál iba a ser su vida, su lugar de residencia, su oficio, su posición social y sabían que el sacrificio personal daría sus frutos bien para ellos o para sus hijos. Hoy en día nada de esto es válido. La mayoría de los jóvenes, los que conforman y conformarán la sociedad del futuro, los que serán quienes den valor al reino no saben que harán para vivir, ni lo que pasará si mueren, ni si mantendrán la residencia en el reino. El mañana no existe para ellos. Todo se estructura para vivir el momento, para disfrutar el ahora.  Ni la educación tiene sentido ni es aceptada en estas condiciones. Pero el mal existe, el externo y el producido por la desconsideración, por los codazos, los pisotones y la liberación de la terrible frustración interna retenida hasta que explota. ¿Que hace el gobierno? Ataca al síntoma, lo reprime pero ignora la enfermedad. ¿Os extraña que todo sean decretos urgentes y populistas? No debiera. Legislar para el hoy exige medidas rápidas y del agrado de todos, legislar para el mañana para erradicar el mal exige un tratamiento, tiempo y ... luchar contra el descontento y eso es impopular y va en detrimento del pensar, del analizar y del prever. 

Si no dotamos a la sociedad de unos valores claros, generales, aunque sean impopulares al inicio, el reino tendrá problemas ahora y más adelante. Hay que pensar en el futuro, destronar al ahora y dejarlo como camino al mañana. No hay que decir que no se debe gozar del momento, pero si solo es ése el objeto del mensaje social a los súbditos, no deberá extrañaros que ante cada pequeña convulsión del sistema  se mate más cruelmente al mensajero y que acabemos todos en manos de lo que conscientemente hemos evitado ver y que nuestro futuro no es que sea negro, es que simplemente no existirá. 

S.M. asentía a mis palabras, no sé que me dio más miedo si pensar que se resignaba o que no sabía como cambiar la situación. Cuando me dio venia para retirarme temblaba yo más que él. Si quien tiene el poder no sabe como aplicarlo o carece del coraje para hacerlo tendrá razón el albardán y el futuro simplemente no existirá.



lunes, 10 de diciembre de 2018

Autoridad asesinada

Original: Gerhard Haderer


Cuando una multitud ejerce la autoridad, es más cruel que los tiranos.
(Platón)

El menosprecio de la autoridad es el principio de la revolución.
(Antonio Aparisi y Guijarro)

Es a través de la desobediencia y la rebelión que se ha hecho el progreso.
(Óscar Wilde)

Demasiada autoridad acaba en odio, demasiada tolerancia en desorden.
(Ibrahim S. Lrerak, Cuaderno de notas)

El club de los narizones celebró hace unos días una reunión a la antigua: con una cena abundante como manda la tradición en estas fiestas. Realmente fue un banquete y como no había protocolo a observar, la sobremesa se alargó igual que la lengua cuando la liberan el vino y otras bebidas espirituosas. El tema de esta tertulia vino provocado por las últimas manifestaciones callejeras con alborotos importantes y la falta de autoridad de quienes debían si no impedirlo al menos contenerlas. No fue una ponencia sobre el tema pero sí un intercambio de puntos de vista (bastante coincidentes) de los que el escriba secretario del club tomó nota y reproduce aquí aunque no en su totalidad por ser arte y parte del debate.

Los actuales desórdenes que emergen en nuestro país tienen su base en la destrucción del concepto de autoridad. En general, de todo tipo. Desde la autoridad de los profesores (quizás la primera que se nota y la más importante) hasta la autoridad de los padres y de las instituciones. Cuando se empodera a las masas en exceso el resultado es el desastre porque la masa no piensa, solo ataca movida por el impulso y la voz dominante. Es cierto que un exceso de severidad produce irritación y odio, pero un exceso de tolerancia debilita y hace de la autoridad solo una figura a combatir. Degradando la autoridad la convertimos en inferior y como el resentimiento de que nos domine un inferior es más fuerte cada vez, más explosiva es la respuesta. Automáticamente tenemos más derecho a imponer lo que nos parezca, siguiendo el soplo del viento social, independientemente de que cambie de hoy para mañana. 

La pregunta es ¿cómo se ha llegado al asesinato de la autoridad? ¿Cómo lo hemos permitido y cómo lo hemos alentado? Podemos mirar atrás y ver como hemos preparado lentamente el asesinato, aunque la pregunta de verdad es si es un asesinato premeditado o simplemente alguien ha usado la oportunidad de una autoridad débil para darle la puntilla y rematarla. 

Todos los pueblos tienen una tendencia al regodeo en chismes sobre los demás. Nos reímos de las desgracias ajenas, criticamos al prójimo, especialmente si son gente relevante en la sociedad, sin intentar saber la razón de sus actos; solo fotografiamos el instante y no nos preguntamos dónde está límite ni nos importa si lo sobrepasamos. Todo el mundo tiene derecho a saber todo de todo el mundo. Es la desaparición de la vida privada que se convierte en un espectáculo público al que todos estamos invitados. Alguno es divertido y anecdótico: que a Google (el espía de datos por excelencia) se le ofrezca como sede en Berlin la ex sede de la STASI (policía política de la RDA) es para sonreír; que en EE.UU. se gastaran cientos de millones de dólares para averiguar los detalles sobre la felación que una becaria le hizo a un presidente, que el mundo retuviera el aliento durante meses para saber si quedaban o no manchas en el vestido de Mónica Lewinsky es socialmente empobrecedor, pero una muestra de que rebajando la autoridad de alguien podemos juzgar a nuestra conveniencia y actuar en consecuencia como nos parezca. Nos tomamos la justicia por nuestra mano sin detenernos a pensar, ni antes ni después. Lo mismo pasó en el Reino Unido, arquetipo de de los ciudadanos reservados, cuando en 1992 el mundo consideró de vital interés saber la envidia que sentía el príncipe Carlos de Inglaterra por los támpax de su amante. Todo ello en aras de la democracia y la libertad de expresión. Lo importante no es si hay delito o pecado, lo importante en el fondo es el poder mostrar que gente relevante ha sido cazada, engañada, espiada y que nosotros, la plebe, podemos invadir su privacidad, airear su intimidad ... en el fondo tan parecida a la nuestra.

¿Cómo empezó esta deriva? Posiblemente en la televisión con programas recorte de momentos en los que la gente de a pie revelaba intimidades graciosas. Se autorizaba así el entrar en la vida de los demás. Siguió en los comercios y en las calles con las cámaras de seguridad y posteriormente al mundo digital. La ciudadanía aceptó la intrusión en la vida privada y colaboró con ella a través de las redes sociales. Se dió permiso a los periodistas a rebuscar en la basura de los famosos, a espiarles en su vida privada y cuanto más sensacionalista pudiera ser la noticia más valor tenía. Se crearon programas de tele-realidad en las que las 24 horas se espía a un grupo y a partir de ahí se crea el espectáculo de la polémica. Empezó la aceptación de que todos pueden (deben) saber todo de todos y que la libertad de expresión permite invadir la privacidad en cualquier momento. Lo fundamental no es la norma legal sino los ojos vigilantes de la masa sobre cada uno de los objetivos que podemos ser todos. El derecho a la privacidad choca con el derecho a la información y sale perdiendo. El honor es algo antiguo, inexistente, aunque se repare en los tribunales cada vez más raramente. El poder de la opinión de la masa (que no se sabe dirigida y manipulada) lincha moralmente, descuartiza con rabia y la sociedad se convierte en una sociedad más (banalmente) informada y más vulgar con el daño asociado de que (des)información y bajeza se parecen cada vez más y van de la mano. Cuando la tecnología aúna la opinión de las masas y la devaluación de la privacidad, el respeto al otro, a la autoridad, a lo que sea desaparece.

En un caldo de cultivo en el que la igualdad lo es por decreto, en el que uno se arroga el derecho a opinar sin saber de que se habla, se exterioriza la disconformidad con la propia vida y se alienta la necesidad de vivir el momento sin pensar en el futuro, todos se creen con derecho a discutir cualquier cosa y a imponer la emoción sobre la reflexión. Cuando con esto se ataca a un gobierno que se presenta como tolerante y cercano al pueblo el mejor modo de neutralizar la rebelión es simple: ponerse de parte de las masas. Hacer dejación de autoridad, decir que si a todo, parchear el momento sin mirar que consecuencias puede tener es un modo fácil de generar conformidad y contento. Si además no se alienta el trabajo serio en ninguno de los niveles sociales y se actúa sin criterio a medio ni largo plazo, está claro que cualquiera puede conculcar el principio de autoridad, puesto que basta un movimiento de las masas para dejar en mal lugar a cualquier estamento social. Basta con que un tabloide airee una noticia y sugiera una actuación para que se exija la inmediata anulación o cambio desde una ley hasta una costumbre por muy fundamentada que ésta esté. 

La guinda la ponen las instituciones de gobierno cuando sus resoluciones no sirven para casi nada (caso de la ONU) o se rectifican al poco o cuando se falta a las comisiones del parlamento y solo se asiste al circo de los plenarios y los chanchullos y comisiones están a la orden del día. ¿Quién puede creer en una autoridad que ni sabe imponerse ni tiene derecho a ser ejercida por quienes deben ser ejemplo moral? 

Tampoco hay que olvidar el daño que causa el pensamiento actual que empuja hacia la individualidad. "Tu lo vales" "No seas como los demás" "Sigue tu camino, no dejes que los otros influyan en ti" "Sé auténtico" ... todos esos consejos que sirven solo para consumir más, pensar menos y colaborar en nada. Si se impulsa el deseo de ser heterodoxo y anti-convencional ¿cómo se puede esperar que se acate una autoridad? Si alentamos la inconformidad alentamos también el desacato. Cuando el desacato lo hace quien debe dar ejemplo, la autoridad cae fulminantemente asesinada.