lunes, 26 de agosto de 2013

Mimetismo y bondad


(sugerencia de D.V.S.)


Cuando institucionalizamos nuestras reuniones, convinimos en que era conveniente darles regularidad y crear la parafernalia necesaria para su realce. Debían ser reuniones que satisficieran tanto al cuerpo como a la mente. De ahí que fueran en torno a una mesa bien colmada y con el tiempo suficiente para debatir temas de interés general. Decidimos que la mesa fuera redonda (para ser todos iguales como indican los psicólogos) y que serían "las cenas del círculo", en clara alusión a la mesa más que a los tradicionales grupos de sesudos pensantes. La fatalidad quiso que la primera fuera en la frente con una mesa cuadrada en la primera reunión. Nada más sencillo pues que cambiar el nombre, serían las reuniones del círculo cuadrado por cuanto además en la mayoría de los casos lo que se intentaba era precisamente la cuadratura del círculo.

La cena del otro día tuvo como tema la justicia, un tema polémico ya de por sí y siempre actual. Jorge, como abogado que es, fue el encargado de introducir el tema y provocar la discusión. No nos extrañó que empezara hablando de Hammurabi, de la ley de Maat, del Juicio de Osiris, del Ib y del castigo de Ammyt para que hubiera justicia aunque fuera al final. Esa figura que aparece en todas las religiones, que no son más que recopilaciones de códigos éticos adaptados a la sociedad para garantizar la supervivencia y el mantenimiento del grupo. La aureola de divinidad es la columna vertebral para preservarla invariante e intocable, incluso si la sociedad muta. Los cambios drásticos son nefastos para los Dioses: los derrocarían, algo imposible por cuanto avalarían el pase de los valores tradicionales al cuarto de los trastos inútiles para luego ser desechados.


Nos sorprendió su giro al decir que se es bueno por moda.

La sociedad es mimética por naturaleza. Para protegernos todos actuamos igual o casi, con pequeñas variaciones. La campana de Gauss es totalmente aplicable al comportamiento humano. La unión hace la fuerza y por eso en los grupos la gente se envalentona, no es el anonimato quien los protege, es la fuerza de la masa. Tendemos a creer que mil no se equivocan, que siempre es la minoría la que yerra. Esto se ve en todo momento y a cualquier escala. ¿Os acordáis de la broma que hacíamos muchas veces al salir de clase? Uno o dos de nosotros nos parábamos en medio de la calle y empezábamos a mirar hacia arriba fijamente. Cuchicheábamos y seguíamos mirando hacia arriba. Al cabo de un rato éramos muchos. La gente paraba, miraba, buscaba, estaba un rato buscando algo que algunos incluso encontraban. Nos íbamos y desde fuera observábamos como la gente seguía parada y mirando. Chiquilladas de las que aprendimos que la masa sigue a quien empieza algo, aunque solo sea por curiosidad o por no ser diferentes. El temor a perderse algo o uno mismo es demasiado fuerte. No soportamos estar al margen o no soportamos estar demasiado al margen. ¿No es la moda un buen ejemplo? Todos iguales, todos de uniforme y quien no la sigue es un marginado. Claro que ahora lo que pasa es que al perderse los valores de referencia todo vale. Ha irrumpido en la sociedad el "tú eres tú" sin lo de tu circunstancia de Ortega. "Yo soy así y a quien no le guste"... ya sabéis, "que se aguante".

Aún así en general se sigue mirando mal a quien no sigue unas normas básicas que se imponen paulatinamente. El que sean cambiantes poco importa, tienden a durar lo suficiente, un par de años, para llegar a toda la sociedad. No tenemos dinero para comer, pero el móvil no nos lo quita nadie. Bebemos más de la cuenta, pero la botella la ponemos con el vidrio. Dejamos la playa y la montaña sucias, pero somos miembros de una ONG o colaboramos con ella. Así acallamos nuestra conciencia, hacemos la justicia a nuestro modo; compensamos el mal con el bien que creemos producir. La pregunta es si lo hacemos por narcisismo o por justicia, aunque la pregunta real sea otra: ¿que valor tienen nuestras buenas obras? 

Jorge siempre nos sorprende por el giro de sus argumentos y lo sabe. Nos miró a todos con la sonrisa en los ojos de quien sabe que ha dado con un tema inesperado pero válido y siguió con él.

¿Vale lo mismo ayudar a una anciana a cruzar la calle que salvar la vida de 50 personas en un autobús? Cuando nos juzguen ¿se contará el número de buenas obras o el alcance de las mismas? ¿Salvar dos vidas a la vez vale el doble que solo una? Si fuera así, ¿cuantas buenas obras redimen una mala y cual es la escala? Si redimen, se cancelan, dejan de contar, entonces ¿caducan las buenas obras? ¿O se miden por la bondad que infunden en los demás y sus buenas obras cuentan por extensión?

La justicia solo se puede establecer valorando el bien y el mal, ¿pero sabemos realmente medirlos?

Rubén, como físico y teólogo tenía la primera intervención asegurada, así que los demás anotamos mentalmente los comentarios mientras saboreábamos el postre y el debate ya iniciado. Rubén lo tenía claro, cuenta la influencia que ejercemos sobre los demás por cuanto mejora o empeora la sociedad, pero no todos estaban de acuerdo. Hubo debate, largo.







2 comentarios:

  1. Me viene a la mente el relato de los evangelios donde las dos monedas de la viuda que tuvieron más valor que todas las contribuciones de los ricos. Los motivos importan.

    ResponderEliminar
  2. Tendremos que buscar el baremo y dedicarnos a lo que tiene más puntos.... ;-)
    gracias.

    ResponderEliminar