martes, 9 de febrero de 2016

Serie Fascículos: El dueño del destino 7







El dueño del destino


(Obra teatral en tres actos)



  


Personajes:

Hombre:  de mediana edad, profesión liberal
Muerte:    vestida de negro, altiva, mayor
Destino:   juguetón, burlón tipo bufón, joven
Mujer:     esposa del hombre, mediana edad, media melena



(Voz en off antes de comenzar)  

La muerte y el destino no son solo preguntas sin respuesta, sino también una obsesión de todos y cada uno de nosotros que nos acompañan toda la vida aunque no lo reconozcamos o no nos demos cuenta.




                                                                        ACTO I


Decorado: El escenario está dividido en dos partes, una iluminada fija: una habitación, tipo salón. Una puerta da paso a un sitio que no se ve. Una mesa con un teléfono y un tresillo. Una lámpara de pie, cuadros.... otra parte no iluminada que va variando según los actos y escenas.



Escena primera:

Hombre:
(Habla por teléfono, voz suave, triste) Gracias. (pausa) Si necesito algo te lo diré.(escucha) Si. Mañana te llamo, o quizá pasado. Deseo estar solo un tiempo (pausa, entrecortado), al menos estos días; aún debo hacerme a la idea. (escucha) Si. Gracias otra vez. Si. Descuida. Adiós (cuelga, va a la mesa pero no se sienta; da un par de vueltas al paquete de cigarrillos y enciende uno nerviosamente. Se sienta, coge una libreta que está sobre la mesa. Lee en voz alta)


Hombre:
        Me pregunto ahora
        Que pasará después de mi muerte,

(Se funde con la voz de mujer que continúa sola en off)

         ¿quién me cruzará las manos
        sobre mi pecho tranquilo?
        ¿Quién llorará mi ausencia?
        ¿Y quién por mi alma rezará?

        Me pregunto ahora
        si mi muerte habrá servido
        para un fin oculto
        para algo o alguien.
        Si mi vida de dolor dejó huella
        en el odio o en el amor
        o en alguien ilusión
        o si por el contrario
        mi sino solo fue
        pasar y no ver
        amor ni belleza,
        solo crueldad y dolor.

        Me pregunto ahora
        si vale la pena vivir,
        si al final todo ha de ser
        olvido, polvo y fin.

(se oye ahora solo la voz de él)
        Me pregunto ahora....

(se apaga su voz y se oye la de ella otra vez)
Viviré en tu recuerdo amado como compañera fiel, escondida, consejera y confidente. Pero no me hagas altares ni me recuerdes más que con la sonrisa         amplia en todo momento. Mi ausencia no debe inquietarte, al contrario, debe alegrarte pues te estaré esperando cuando vengas a verme a la casa sin puertas ni ventanas.

(para, deja el libro, fuma nerviosamente)

Hombre: 
¡No puedo seguir! (grita) ¡No puedo! ¡Maldita sea! ¿Porqué? ¿Porqué tuviste que irte? Puedo vivir solo, sí. (desgarrado) ¡pero no puedo vivir sin ti! No te lo dije nunca: yo era el hombre, el duro. No quise aparecer como débil. Te lo decía riendo como una broma, pero en serio, muy en serio. ¡Te quiero, si te quiero! ¿Pero de que sirve ahora? ...

(fin escena primera)

Escena segunda:

En la parte antes no iluminada aparece ahora una sofá. La mujer echada sobre las rodillas del hombre; él acaricia su pelo. Suena de fondo: "Our love is easy de Melodie Gardot" 
https://www.youtube.com/watch?v=SkBuxeIsXDo

Hombre:
Me gusta acariciarte el pelo, la melena es un punto flaco para los hombres. No entiendo porqué la mayoría de las mujeres al casarse se la cortan. Son las mismas que critican los velos en alguna religión. Prométeme que con 80 seguirás llevando el pelo así.

Mujer:
No seas ridículo pareceré una vieja que quiere ser joven. (riendo) Iré de negro con la cabeza tapada como las abuelas de nuestros padres. Así que sigue acariciando el pelo que me lo cortaré antes o después. (con una mueca de dolor) ¡Aj! Creo que mi cuerpo piensa como tu. Un pinchazo (pone la mano sobre el estómago) me dice que no te contradiga. (sonríe). Me tienes tan subyugada que hasta mi cuerpo quiere que sea como tu digas. Pero si soy tan perfecta para ti dejaré de ser yo.

Hombre:
¡Ya me gustaría a mí! Aunque por suerte no es así, no se si podría vivir con una esclava sin criterio propio. Es de las cosas que me enamoraron de ti. No me hagas la jugada de cambiar ... (le interrumpe ella y se acurruca en él)

Mujer:
Ni cambiaré ni te dejaré vivir tranquilo. Viviré muchos años para amargarte (ríe y le besa). Además siempre has dicho que soy tu diosa y que me adoras, así que aunque cambie te gustará. ¿O ahora que nos hemos casado ya no soy tu diosa? ¡Tiembla! que las diosas somos caprichosas. (ríe) ¿Sigues queriendo una diosa?

Hombre:
Lo serás siempre (le devuelve el beso), pero hay que hacer muchas cosas, ya sabes: tener un hijo, escribir un libro y plantar un árbol. Le diremos a nuestro hijo que nos entierre al pie de ese árbol, así seguiremos juntos hasta que se pudra en mil años. Y el libro lo escribiremos los dos, juntos, un capítulo cada uno. La visión de nuestra vida. Pero lo haremos por separado y solo cada año lo cruzaremos cuando evaluemos nuestra felicidad. 

Mujer:
No vayas tan rápido y no sueñes tanto. Tenemos mucho tiempo y aún así no creo que el árbol viva tantos años, alguien lo talará y construirán una casa o una carretera. Con que soñemos juntos me basta. (se levanta, se aleja un poco , da media vuelta y pregunta) ¿Te preparo un té?

Hombre:
Si, bien cargado, gracias. Pero deja que sueñe, es lo que me permite vivir sin agobiarme. Puede que construya mi vida sobre un sueño, pero es gracias a él que me levanto con ilusión cada día y me maravilla la vida. Convertir los sueños en realidades es lo que nos da la fuerza. Y soñar el sueño para alimentarlo cada vez más. Como si fuera una película. Sonará tonto, pero funciona: convertir una ilusión en sueño y éste en realidad. No me digas que no... (sonríe) funcionó contigo. Me ilusionaste, te soñé y eres una realidad casada conmigo. Incrédula.

(la mujer desaparece de la escena, el hombre hablando para sí pero en dirección al público)

Lo que siempre buscamos es el amor o en su defecto la amistad, que nos quieran y nos necesiten, que nos lo digan y que nos hagan sentir únicos, por eso es positivo enamorarse y por eso muere el amor cuando se instala la rutina. Pero cuando más necesitamos sentirnos amados, queridos, deseados, es cuando menos lo merecemos porque sin ello no podemos vivir ni soñar. Puede que sea de grandes pensadores observar el mundo y despreciarlo desde lo alto del pedestal de la intelectualidad; pero a mí lo que me interesa es poder amar, vivir, ser parte del mundo, sentirme parte de la vida de alguien, ser yo. Yo. Vivo. Y a la muerte ... ¡que le den! 

(se apaga la luz y vuelve al primer escenario)

(fin escena segunda)


Escena tercera:

(en el salón, el hombre apura una copa, se levanta, da un par de vueltas, se acerca al teléfono, lo coge, lo deja)

Hombre:
¡No! No voy a derrumbarme, pero no es justo. Acabábamos de empezar y nos quedaba la etapa gratificante. (grita) ¡Maldita seas muerte, maldita tu y tus veleidades! La muerte es un arma del demonio, es la manera de hacernos sufrir. El destino nos la envía. Si tuviera vida propia no sería tan cruel. Nadie quiere vivir siempre para no sufrir que se lleven a sus seres queridos. (con rabia) Seguro que no tiene los cojones de aparecer como en las historias, dar la cara y justificar la razón de sus actos. 

(aparece del fondo la muerte, vestida de largo con una túnica oscura con capucha)

Muerte: 
¡Menos gritos, menos lobos!... a ver si no puedo descansar un rato.

Hombre: 
(sorprendido y algo descolocado) Y tu, ¿quien eres? ¿Porqué estás aquí?

Muerte:
¿Que quién soy? ¿No me has llamado? (altiva) Soy la gran cazadora. (pausa) A mi me teme el débil, el desesperado como tu me llama, el valentón me provoca y solo el sensato me espera. (condescendiente) ¿Quieres más datos? Además (burlona)... me he vestido así para darte pistas ¿o quieres que venga con la guadaña?

Hombre: 
Está claro que sueño o deliro, no puedes ser la muerte, esto no pasa en la vida real.

Muerte:
(con un deje irónico) No, en la vida real no, pero tu y yo estamos en un escenario y si, la vida es teatro, pero esto es el teatro de la vida lo que hacemos aquí. Así, que, hechas las presentaciones, tu hombre yo muerte, con tu permiso me quito el sayo y me pongo cómoda. Repito, soy real. En tu mundo nada es cierto excepto la corrupción, los impuestos y yo. Y hablando de realidades ¿tienes algo de beber, que no sea agua?

Hombre: 
(tarda en reaccionar) Si, claro: ¿un vaso de vino te va bien?

Muerte: 
(mirando al público) Hasta con la muerte es rácano el hombre. (al hombre) Tu pon una botella y que sea de buen cava, que no todos los días tienes visitas como la mía. Quédate tu con el vino si quieres, pero luego formula las preguntas con agua.

(El hombre busca una botella pequeña de cava, la abre y le sirve a la muerte)

Hombre:
(muy irónico) Perdona que no te acompañe, pero no sé si lo has notado (conteniendo la ira) no eres bienvenida aquí.

Muerte: 
La muerte nunca es bien recibida salvo en algún caso terminal pero tu vives y estás sano, tu me has llamado (se levanta) y si no soy bienvenida, temo que quedarás sin las respuestas que pides y sin resolver las dudas que tienes. (apura la copa y hace el amago de irse) Además, (burlona) te recuerdo que al fin y al cabo soy yo quien libra al hombre de todos los males y juntamente con los bienes os quito los deseos …. y las ansias. ¡Todas!

Hombre: 
(fatigado) No, perdona, quédate y hablemos; pero no esperes palabras agradables. Con los ladrones no me llevo bien.

Muerte: 
Tú mismo. (irónica) Decide. ¿Me quedo o me voy? Si es por el cava me voy, que no es muy bueno y si es por tener un rato de charla me quedo que hace tiempo que no tengo un contrincante que parece preparado. Pero tengo que verlo, me enseñaron a a juzgar por las preguntas no por las respuestas ni los desdenes.

Hombre: 
(fuerte, con ira) ¡Ya te he dicho que te quedes!

Muerte: 
Bien, (toma asiento) tu dirás: me llamabas.

Hombre: 
(va calmándose) Si, (se sienta, se levanta, se sienta de nuevo) Eres una hija de puta… por decirlo suavemente.

Muerte:
(le interrumpe) Si vas a faltarme al respeto me voy. Pase que no sea bienvenida, pero no que me insulten. No es culpa mía que los hombres no entendáis nada. Y lo que es peor, no queréis entender. ¿Cómo vivís?  Os preocupa el placer y el dolor. Lo feo, lo que incomoda los evitáis desesperadamente. Os molesta que en las noticias hablen de sufrimiento y muestren escenas de agonía. ¡Hipócritas! Estáis vivos, si, pero desperdiciáis la vida y no os preocupáis de mí hasta el final cuando ya no queda más remedio. (sube el tono de voz) Si te doy miedo te aguantas y si soy cabrona también. Soy yo quien te pone los límites no tu a mi (más suave) y hecha la aclaración continuemos. (burlona) ¿La pregunta es porqué existo?

Hombre:
Entre otras cosas, si. (fuma) El porqué de la última hora, el criterio de quien, el cuándo….

Muerte: 
Si, vamos, lo de siempre, ya lo veo. Pensé que serías un interlocutor más duro a tenor de los gritos que dabas. Siempre me olvido que perro ladrador, poco mordedor. (aburrida) Empecemos por eso que os habéis empeñado en llamar (burlona otra vez, con retintín) "La última hora". Aprende. Yo te diré cuál es la última hora. ¡Toda la vida! Porque nunca sabrás cuando vendré a buscarte. Por eso todas las horas son la última hora. Basáis  la vida en lo provisional. Sin planes de futuro, "ya lo haré" decís sin daros cuenta que nada es más resistente que lo provisional y que "más tarde" es una forma simple de nunca.

Hombre: 
Si, tienes razón. Es algo a lo que no nos acostumbramos. Una vida con este pensamiento de final en cualquier momento no es vida es puro temor y anti social. Incita al placer extremo, al egoísmo, al suicidio y no ayuda nada a hacer planes a largo plazo. 

Muerte: 
A evitar eso se le llamaba antes temor de Dios.

Hombre: 
(más tranquilo, casi reflexivo) Entiendo que tengas que existir y ser una tirana, pero me niego a que escojas por capricho a los inocentes, a los jóvenes, a los niños; que juegues con nosotros para tu diversión. ¿Qué pasa, vuelcas en nosotros la desgracia de tu inmortalidad? ¿O te enseñoreas de nuestra debilidad para mostrar tu poder? (con rabia al final)

Muerte:
Tanta preparación, tanta academia y no has aprendido nada. La existencia humana, la tuya, la de todos está constituida por pruebas iniciáticas. Os formáis con ellas, tanto si sois como si no sois conscientes. Como a todo le habéis dado un nombre ya solo veis rótulos, nombres, no la esencia. Muchos jóvenes con "nada" caen antes que los viejos con dolencias graves. La razón está en la fuerza de las almas y en las ganas de vivir. Es cierto que a veces el Destino quiere jorobar y cambia el rumbo previsto, pero nunca lo hace por capricho. Tiene sus razones. Pero tú no te preocupes ¿Cuántas veces has dicho tu mismo que el tiempo todo lo cura? Todo pasa y el dolor se atenúa tanto que casi se olvida si no insistes en recordarlo cada día y a toda hora.


Hombre:
Vamos, que tu eres inocente del todo y el tiempo me curará. ¿Es eso? Mira, es cierto, muchas veces he dicho que el tiempo pasa y atenúa el dolor. Existe algo que nos lleva a añorar a los seres queridos que nos abandonan por un motivo u otro. Recordamos los momentos buenos, los que lo fueron e incluso los que pudieron ser. En ambos casos el tiempo lo difumina todo, lo ensombrece o lo borra como el dibujo en la playa que queda desfigurado cuando el agua pasa sobre la arena. Lo malo queda borroso, lo bueno más destacado y resalta. Sí, pero la verdad es que al final solo hay --por eso mismo-- pesar y dolor; porque lo bueno truncado, no realizado, crea el dolor de la impotencia de no lograr más sueños. Recordar lo bueno, solo lo bueno es una maldición que nos lleva a padecer más. Si al menos recordáramos lo malo estaríamos satisfechos de que se hubiera acabado.

Muerte:
No te quejes. Todo lo que vale en la vida es porque existo yo. Si no hubiera nacido nada tendría valor y nada tendría ni tan solo emoción.

Hombre:
(sorprendido) ¿Nacer? ¿No eres como Dios, inmortal y existes desde siempre?

Muerte:
Solo Dios es eterno. ¿Te olvidas de la creación? Si, nací yo también. El mismo día que Dios creó la vida. A veces pienso que nací un día que Dios estaba enfermo como diría un mal escritor de novela barata. Todos saben de mi pero nadie me conoce ni conoce mi desempeño. Hay un vacío en mi acción que nadie conoce, un pacto de silencio negro, solemne. En mi soledad lo veo todo y lo sobrellevo todo. Sola siempre y con mucho tiempo para pensar. Tanto que a veces pienso que Dios está de verdad enfermo y que no controla todo como antes. (irónica) ¡Cada vez más trabajo! Debería hacer como los maestros y pedir la baja laboral por stress.

(bebe un sorbo de cava) Oye, ¿No tienes nada para acompañar el cava? (burlona) Ya que no es excelente al menos que entre con algo, no hay amor más sincero que el sentido por la comida.

Hombre:
(sobreactuando) Si, claro ¿su majestad desea algo más, unas zapatillas cómodas? (va a buscar algo para acompañar el cava y vuelve con un plato y un trozo de pastel) Mira... es del aniversario, yo lo tiraré, cómetelo tu, es lo mismo que dárselo a los cerdos.

Muerte:
(mientras muerde el pastel) Tstststs, sin faltar. Ya te lo he dicho antes, si vas a insultarme me voy, que trabajo tengo mucho y tu parece que tienes una rabia de boquilla. Me llamas y no haces más que insultar. ¿De verdad quieres que hablemos?

Hombre:
(conciliador) Perdona, es que no me acostumbro. De todos modos eres peor que los hombres. Los hombres no se alimentan solo de cosas materiales. Necesitamos más que nada el amor. Con tal de sentirnos amados, necesitados, reconocidos somos capaces de todo, incluso de vivir.


Muerte:
Amor.... esa paparrucha que lo justifica todo. Morís de amor. Por amor. Cuando la verdad es que vivís como mendigos. Siempre pidiendo algo de atención.

Hombre:
Quizá somos mendigos de dicha y no potentados de gozo pero ¿qué mendigo tira las monedas al pozo? Mírate tu, acabas de hablar de tu soledad. ¿No es eso una manera de pedir atención? ¿No es la peor de las maldiciones? Tanto que hasta Dios la encontró insoportable. La soledad es tan terrible que tuvo que tener un pueblo escogido para que le hicieran caso y no estar solo. ¿No estás tu peor que yo? Al menos mi sufrimiento acabará, tu .... eres inmortal.

Muerte:
(Bebiendo) Vaya, estás gracioso hoy, no, la verdad es que algo de razón tienes al ver mi puno de vista. Sospecho que el pesimismo es el precio de la lucidez. Y hoy estás pesimista.

(se da media vuelta como si hubiera ganado un round y mira al público) La soledad, sí, es algo terrible. Nada peor que el ostracismo, pena máxima entre los griegos. Pero no es cierto: la soledad no existe para siempre. He vivido lo suficiente como para saber que no hay nada, absolutamente nada que sea seguro o dure eternamente. Ni la felicidad ni la riqueza ni la soledad. No existe, siempre nos acompañan nuestros pensamientos que se hacen obsesivos berbiquíes del alma. Nunca aparecen conciliadores y se adueñan de todo. Tampoco son buenos, los hay mejores y peores pero solo vemos la parte negativa del todo. Tanto nos atormentan que por huir de ellos creamos fantasmas, adornamos recuerdos o pactamos, cedemos y volvemos a la sociedad derrotados, pero reconocidos. Ser inmortal es no tener amigos ni entorno social duradero. Es la máxima infelicidad. La peor maldición.

Hombre:
¡No será para tanto! Los egipcios inventaron la inmortalidad para huir de ti. Antes solo se volvía a la tierra. "Polvus est et in polvus reverteris". Fin. Nada. Lo inconcebible. El miedo a la muerte creó la inmortalidad y la religión.

Muerte:
No es así. La religión nació para poder convivir, construir ... y huir. Especialmente los débiles de carácter.

Hombre:
Ante la justicia ya sé que no somos todos iguales pero a los ojos de Dios creía que si, que seguir su mandato nos libera del padecimiento.

Muerte:
Siempre hay y habrá desigualdad. Algunos son tan ingenuos como para creer que la liberación que ansían y que les hará felices y que les dará la seguridad solo puede ser externa. La verdadera liberación siempre empieza en el interior de cada uno y el exterior es algo secundario que si carece de lo esencial se queda en nada, falta algo aunque sea el acicate. 

Hombre:
¿Me estás diciendo que en el más allá hay desigualdad también?

Muerte:
No me está permitido hablarte del mas allá. (con retintín el más allá) De como es la vida conmigo o "sinmigo" una vez te he llevado a la casa

Hombre: (interrumpe)
... sin puertas ni ventanas, tu reino lúgubre.

Muerte:
Exacto, aunque lo de lúgubre es tu calificación. No tienes ni idea de como es.

Hombre:
Así lo califica todo el mundo y, la verdad, no me imagino un reino de mucha alegría más bien de desesperanza si es que hay algo. 

Muerte: 
Que mucha gente sostenga una opinión no la hace más válida. No es una razón que baste para la certeza.

Hombre:
Desde el inicio la humanidad ha imaginado la vida del más allá

Muerte: (interrumpe al hombre)
Tienes razón y habéis descuidado la vida del más acá. (retintín en más acá)

Hombre: (no hace caso y sigue hablando)
Hemos vivido, vivimos, solo por la fe o por la creencia de que tu eres una necesidad para renacer a una vida plena. Esa fe es la razón por la que el Neandertal pintó las tibias rojas, la razón de los cráneos orientados al este y

Muerte: (irónica, interrumpe otra vez)
Si, la fe mueve montañas  y a la humanidad entera. Es muy poderosa la fe pero no es más que una declaración de debilidad. La aceptación de que no sois lo bastante fuertes para estar solos, de que tenéis que apoyaros, por cierto, algo que no hacéis. Esa fe es la expresión de la esperanza de que exista algún poder que os ayude y guíe. Eso incluye a los científicos que dicen eso tan absurdo de "mi ciencia no requiere un Dios". Como si la ciencia no fuera una profesión de fe ciega.

Hombre:
¡La vida tiene que ser algo más que la que estamos viviendo a cada momento!

Muerte:
Lo es. Eso si puedo decírtelo, pero reflexiona. Reflexiona no sobre lo que ves y si sobre por qué lo ves así; (De cara al público:) éso se lo decía Merlín a Arturo. ¿No sois el Homo Sapiens? Por cierto ¿quién fue el chistoso que os llamó Sapiens?

Hombre:
Somos nosotros quienes nos hemos bautizado Sapiens. Ya lo sabes tu. Pero eso no nos libra de las emociones. Por mucho que me digas que tenemos que morir para entender, tenemos emociones. Las emociones no son estáticas ni duras como una piedra. Sienten y reaccionan. Son inmediatas. Modifican la razón y muchas veces no vemos las tonterías que hacemos, nos cegamos.

Muerte: (al público)
Por eso el amor es ciego, no tuerto.

Hombre:
Tropezamos dos veces con la misma piedra porque la mente nos lleva a repetir los hechos una y otra vez cuando está alterada por la emoción.

Muerte:
¡Tonterías! Habla menos y escucha más. Pero no a mí. A ti mismo. Escucha a tu yo interno, ése que no es la emoción que te embarga, ni la razón. Ése que eres tu aunque no lo sepas. Ése que siempre habla bajo, que te enseña, guía y aconseja. El que te da la paz cuando le escuchas.

Los hombres tenéis una imagen de vosotros mismos que tenéis que cambiar. Ni grandes héroes ni humildes vegetales, ni conquistadores, ni sometidos. Eternos insatisfechos individualistas que os protegéis en la masa para pasar desapercibidos. Ocultos en el grupo. Individualistas con miedo a estar solos.

Hombre:
¡Porque se muere solo!

Muerte:
Por lo que sea. Individualistas miedosos. Basta de querer aprender todo para dominar. Aprended no como funcionan las cosas sino el porqué; aprended a transformar y no a catalogar. Dejad de dar nombres, crear listas, agrupar; buscad la esencia, la noción. No hay que perder el tiempo. Ni la vida es ilimitada ni es más larga si se saben más nombres. Todas las vidas se agotan igual. Te lo digo yo y se de lo que hablo.


(se apaga la luz y se ilumina lentamente el escenario de al lado)

(fin escena tercera)


Escena cuarta

En el segundo escenario. Una cama y una butaca al lado. Ella en la cama, él sentado. Suena durante un rato de fondo de Leonard Cohen: "Dance me to the end of love."  https://www.youtube.com/watch?v=IEVow6kr5nI

Mujer:







                                                                        ACTO II


Decorado: Como antes, el escenario sigue dividido en dos partes. La segunda varía según la escena. El primer espacio se mantiene como en el acto anterior. En la primera escena solo se ve el salón.


Escena primera:

(Entra el Destino, como si estuviera de paso para visitar a un amigo. Desenfadado y algo engreído.)

Destino:
¿Qué un ratito de placer y asueto? ¿Una conversación de las tuyas con el hombre? ¿No te parece feo darles esperanzas de conocimiento y luego cortarles la cabeza?

Muerte:
¡Mi dueño, mi amo, mi señor! (irónica, hace una reverencia con aspavientos) Si no fuera porque ambos somos viejos como el mundo te odiaría. La verdad es que lo hice, te odié Destino, te odié por enviarme a cortar cabezas como tu dices; pero los milenios mitigan la intensidad del sentimiento. Ya sabes, el tiempo todo lo cura. Ya casi hasta te veo como un compañero de infortunio. Por cierto, por si no lo sabes ya no corto cabezas, ahora ellos mismos lo hacen por mi y con métodos muy sofisticados. En lugar de acompañarles ciegamente deberías abrir los ojos.

Destino:
Yo no les acompaño, les guío por el camino.

Muerte: (interrumpiendo)
por el camino de la amargura, claro. Porque placeres les das pocos. Les cuentas que son iguales, que pueden todos hacer lo mismo y luego les desesperas.

Destino: 
¿Iguales? ¡Tonterías! Ellos se lo quieren creer para justificar la desigualdad de éxito. Quien no triunfa en algo es un paria, masa, nada. Pero en algo tienes razón. No les digo la verdad. Mentira por omisión. Los hombres no son iguales, no pueden serlo ya que son diferentes por su capacidad, entorno y posibilidades.¿A santo de qué han de ser iguales? Pero si se lo digo... solo lucharán con más ahínco entre ellos, acabarán con la sociedad y con las comodidades que tengan sin que nadie sea culpable. Y bien mirado eres tú quien los hace iguales a tus puertas empiezan la igualdad y la justicia.

Muerte:
Tienes razón. Caín mató a Abel y si Dios no lo impidió ¿porqué no acusarle a Él? Los agresores siempre tienen justificación para sus actos y enfrentados a su responsabilidad la derivan a otro llegando a culpar a Dios. Es más fácil para la conciencia. Algunos se vuelven tan creyentes en ti que llegan a repetir como un mantra sagrado: "está escrito", "es la voluntad del Señor", sea cual sea el nombre del libro o del Señor.

Destino:
Si, la gente culpa al destino de sus propias tonterías o limitaciones. Son lo que son solo por necesidad; porque han de mover el culo y el culpable soy yo. ¡YO!, ¡Qué absurdo! No saben el poder de lo que tienen y de lo que crean. No creen en ellos mismos, se detestan y aíslan y con el tiempo buscan la espiritualidad, la religión.

Muerte:
No te confundas. La religión es creencia, la espiritualidad es experiencia. Son religiosos si son necesitados, espirituales si son viejos.

Destino: (con un cierto aire de enfado)
¿Me vas a dar lecciones tu a mi? La edad se te sube a la cabeza y la debilita. Recuerda que soy yo quien te da el trabajo. No hay duda de que las casas grandes tienen lacayos soberbios.

Muerte:
No, no te voy a dar lecciones. Ya tienes bastante trabajo para adaptarte al hombre; tanto que a veces pienso que eres un vago cómodamente instalado en tu puesto y a veces pienso que eres un genio que ralentiza el desarrollo del hombre porque ves que cambia más lentamente que su poder. Transforma la materia pero ignora el ánima. Construye moléculas nuevas y crea vida, pero es incapaz de  edificar una sociedad estable, sostenible y viable. Produce bienes muy raros, crea comodidades nunca antes imaginadas y cuando llego a visitarle yace junto a su riqueza sin ser capaz de haberla distribuido en beneficio de todos a pesar de tener todos los medios para ello.

Destino:
¿Te extraña? No son buenos para repartir, la civilización tiende más a refinar el vicio que la virtud. Te aseguro que lo intento, intento abrirle los ojos, me esfuerzo en ayudarle. Y no, no se deja, no ve las cosas. Los ojos no sirven para nada cuando el cerebro es ciego. Les doy tiempo para saber, para conocer y conocerse, pero no lo usan. Abonan los campos aunque sean fértiles y sin embargo no educan las mentes ¿cómo ha de aprender su espíritu?  Siempre viven el presente. Intensamente. Pero el presente. Cuando son jóvenes porque no hay pasado y el futuro está lejos; luego porque el pasado es quien marca la vida y el futuro es previsible

Muerte: (interrumpe)
y al final porque el pasado se olvida y el futuro no existe. No le ofrezcas el conocimiento para avanzar. Ofrece sexo y poder. ESO es lo que les mueve. En él reinan las pasiones no la ciencia ni el conocimiento. Y camaradería la justa para sobrevivir, casi como tú y yo que somos colegas, compañeros odiados quizás (sonríe)
pero no somos nadie el uno sin el otro.

Destino:
No somos colegas tu y yo. Tú eres mi servidora.  

Muerte:
Tu servidora, sí y tu excusa.  Éste es mi pesar, supe adaptarme demasiado bien y te diré algo: en cierto modo soy como el preso que siempre que sueña lo hace con una llave, pero mi llave existe y la tiene el hombre.

(en preparación... disculpen las molestias, cosas de la musa y del tiempo disponible);





2 comentarios:

  1. Es interesante, pero un poco tedioso tener que leer todo para ver donde has modificado / añadido algo. ¿No hay un modo de señalar lo nuevo? Gracias

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  2. Gracias Herminio. Quizá tienes razón, pero es una obra viva y releyéndola aquí veo los cambios o como sigue. Lamento el inconveniente de tener que leerlo todo. Las modificaciones son frecuentes y no creo que mostrarlas ayude pues se leerían fuera de contexto. Lo más aconsejable sería leer solo de vez en cuando, pero no te preocupes será una obra corta ... o no la acabaré nunca.

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