domingo, 31 de marzo de 2019

De los valores personales




Puedo ser lo que quiera ser, pero una vez decidido o me atengo a las consecuencias o lo cambio. Llorar por mis equivocaciones está bien si reacciono; si no es el caso, mejor enloquezco y la gente tendrá razón al decir "perdónale porque no sabe lo que se hace".
(Ibrahim S. Lerak, Cuaderno de notas)

Procura ser hombre de valores y no hombre de éxito.
(Albert Einstein)

Mantén positivos tus valores, porque tus valores se convierten en tu destino.
(Mahatma Ghandi)



Un vulgar catarro retrasó la ponencia de la reunión del círculo, pero en la vida todo llega y también el orador con su provocación enmascarada tras la aparente disertación acerca de los valores. Como ya suele ser habitual, el conferenciante empezó con un par de afirmaciones para captar la atención y luego desarrollar el tema.

à Tener éxito en la vida es menos importante que definir lo que es el éxito
à No podemos hablar de mejora personal sin hablar de valores

Que el éxito depende de lo que hayamos definido como tal es evidente y ya fue objeto de una controvertida presentación anterior, por lo que no me extenderé ahora en ello, pero hemos de tenerlo en cuenta. (Se refiere el orador a la ponencia “Medir la felicidad” del 2 de octubre del 2018)

Que no podemos hablar de crecimiento personal sin definir anteriormente los valores parece evidente, aunque para muchos no lo es. No basta con ser mejor persona si no definimos antes lo que entendemos por ello. Tenemos que saber hacia dónde vamos antes que nada. Sin meta no hay camino. Si no sabemos qué es ser mejor, mal vamos. Parece lógico y sin embargo muchos creen que lo importante es simplemente ser feliz, encontrarse bien física y mentalmente todo el tiempo, sin darse cuenta de que el modo de llegar a ello o los valores que lo sustentan pueden ser dañinos. No importa más lo que buscamos que el en que se basa lo que buscamos y el cómo llegamos a ello. Si lo que quiero es estar en el nirvana y para ello me drogo, bueno… daño mi cuerpo y mi mente aunque lo consiga. No sirve el camino ni el valor que sustenta mi meta.

Hablando de valores hay que distinguir entre lo que son y el porqué son. ¿Cuál es la razón por la que algo es importante? ¿Qué consecuencias tiene para nosotros y para los demás? ¿Se pueden cambiar? ¿Cómo? Preguntas habituales pero no fáciles o de una sola respuesta.

¿Cuáles son nuestros valores personales? La vida consiste en la constante evaluación entre dos o más opciones y una continua toma de decisiones.  En todo momento decidimos algo, incluso inconscientemente: lo que hacemos, lo que es importante, en que focalizamos la energía y la acción. Por ejemplo, ahora estamos en un debate que es más importante que atender una llamada (espero que tengáis todos el teléfono apagado J) y nos comportamos conforme a la valoración realizada. Nuestros valores se reflejan en el comportamiento que elegimos. Esto es muy importante, porque todos tenemos algo que creemos y decimos que para nosotros tiene valor pero no lo refrendamos con nuestras acciones. No es algo nuevo ya consta en la Biblia (Mateo7:16) donde reza “por sus hechos los conoceréis”. Las acciones no mienten; por mucho que digamos que nos importa el tema de los refugiados, si nuestro interés se centra en ver las noticias por la televisión está claro que solo lo queremos creer. Es lo que nos pasa, declaramos valores que no tenemos para quedar bien con nosotros mismos y no ver la realidad de lo que nos interesa, que suele ser bastante prosaico. En otras palabras, nos mentimos a nosotros mismos y la discrepancia entre los que somos y lo que decimos ser nos suele crear problemas.

Los valores son una extensión nuestra, nos definen. Cando pasa algo bueno a alguien a quien apreciamos nos sentimos bien. Al revés también, cuando pasa algo malo a quien no apreciamos también nos sentimos bien. Hace muchos años cuando murió un dictador en España hubo quien lo celebró con cava, igual que si les hubiera tocado la lotería a ellos o a un familiar. Cuando hay una desconexión entre nuestros valores –hago una cosa y digo otra- nuestras creencias e ideas no conectan con nuestras acciones y emociones. Como no somos tontos, nos damos cuenta de ello y nos crea un estado de insatisfacción personal y social difícil de solucionar en la práctica. Del mismo modo que valoramos algo lo hacemos con nosotros mismos, podemos valorarnos en positivo o al contrario despreciarnos hasta llegar a destruirnos.

Hay dolores que dan placer, sin ser sádico ni masoquista. Por ejemplo una herida que pica. Rascamos  y nos da placer. Lo hacemos a sabiendas de que retrasa la cura de la herida y de que la puede hacer mayor o más grave y, aun así,  lo hacemos. Ocurre lo mismo con la insatisfacción personal, hay un oscuro punto de placer en autodestruirnos. Es como el castigo que nos merecemos por ser inferiores y que nos lleva a través de las drogas o de la violencia a redimirnos acabando en la autodestrucción. Solo que en realidad no somos plenamente conscientes de ello y acusamos a la sociedad más que a nosotros mismos. Esto se da en quienes se desprecian a sí mismos, aunque no todos lo hacen. Otros se quieren quizás porque se dan cuenta de los motivos del problema o simplemente porque quieren ser como los demás. Quererse está bien, pero no es suficiente, si lo fuera solo nos miraríamos inmersos en un narcisismo que haría invisibles a los demás y a todo lo demás. Cierto es que necesitamos valorarnos, pero también necesitamos algo “por encima de nosotros” (sea un Dios, la naturaleza, la ciencia, un tótem) para darle sentido a la vida. Porque si somos lo que más valemos la vida carecería de sentido y sería imposible ser feliz.

Cuando nos damos cuenta de que no somos lo que decimos y estamos hartos de ello, cuando la rutina se nos come porque no haya que nos incite a seguir, nada que valga la pena, es cuando llega el tiempo de los cambios. Tomamos un tiempo sabático para pensar y hacer un viaje al monasterio de…, visitar a los lamas, ir a un lugar remoto… y en definitiva redefinirnos y encontrar nuevos valores. Nuestra identidad (eso que entendemos como el “yo”) es la suma de todo lo que valoramos y de lo que depreciamos. Estar solos es un modo de escapar para revisar valores. No todos nos damos cuenta, los que no somos conscientes continuamos en el bando de los despotricadores de la sociedad y convencidos de ser el objeto de todas las injusticias del mundo. Darse cuenta de la presión exterior que nos lleva por un camino que no nos gusta o ser consciente del divorcio entre nuestras palabras y hechos y escapar del día a día nos permite ver en perspectiva y decidir si queremos continuar o no en la dirección trazada. Al ser los valores que tomamos los cuestionamos y priorizamos. Es como los deseos de cada fin de año para el siguiente, pero de verdad. Decidimos un cambio que luego implementamos, si es que tenemos la fuerza y la convicción para ello y volvemos con nuevos valores.

Los valores nos definen y por ello definen nuestras prioridades que se traducen en nuestros actos, palabras y decisiones. La pregunta que se plantea entonces es ¿hay valores mejores que otros y que nos convierten en mejores personas? De eso se trata ¿no?, de ser mejores y definir lo que es mejor.

Hay valores positivos / sanos y valores negativos / perniciosos, que son los contrapuestos. Los positivos son controlables, constructivos y basados en la evidencia, sus contrarios, los negativos son incontrolables, destructivos y basados en las emociones.

Si valoramos lo que está fuera de nuestro control lo que haremos es tirar la toalla y dejarnos llevar. Un buen ejemplo es el dinero. Podemos controlar una parte, pero no el ciclo económico que depende de la tecnología y de poderes fuera del acceso a nosotros los mortales. Por ejemplo, si lo que valoramos es tener dinero y hay una crisis mundial o una serie de accidentes  o enfermedades que nos llevan al hospital largo tiempo perderemos el sentido de la vida y estaremos abocados a considerar la autodestrucción tal como lo hemos visto antes. Lo que no podemos controlar es negativo, frente a una creatividad o una ética que son positivos precisamente porque podemos dominarlos y actuar en consecuencia con un plan de vida. Necesitamos valores controlables, no que nos controlen a nosotros o dejaremos de ser personas para ser marionetas o eternos insatisfechos.  Entonces, ¿qué tipo de valores son positivos? Lo son aquellos que incluyen la honestidad, creatividad, fraternidad, respeto, curiosidad, caridad, humildad… todo lo que implique a los demás y una autovaloración moderada. Análogamente serían negativos valores basados en la desconsideración frente a los demás, dominar por placer y no por liderazgo, ser centro de atención constante, provocar por provocar sin nada detrás.

Parece un axioma decir que los valores positivos son constructivos, es lógico que valoremos lo que no nos daña ni a nosotros ni a los demás, pero ¿nos acordamos del placer de rascar la herida? Mucho gimnasio daña por mucho que nos guste tener un cuerpo escultural; tomar éxtasis nos hace ser más emocionales, pero si lo tomamos cada día arruina la psique. Tener relaciones esporádicas puede revitalizar el ego, pero puede ser un modo de evitar la intimidad o la madurez emocional. No hablamos de cantidad o frecuencia, sino de valor centrado en ello. Querer ser un Casanova como valor es negativo. Pudiera verse como el reverso de la medalla y difuminarse el valor en sí mismo; por ello es menos importante el valor per se que el por qué lo valoramos. Valorar las artes marciales para defenderse uno mismo y a los demás es positivo; si es para atacar a los demás es negativo. Los valores cuentan solo en función de su intencionalidad.

Basarnos en nuestras emociones puede considerarse muy natural, muy auténtico pero no deja de ser algo altamente dependiente del momento y de la circunstancia y pude llegar a ser muy dañino por cuanto nos expone a una realidad que no queremos o no podemos ver cuando manda la emoción ya solo algo más de lo habitual. Parece demostrado que las decisiones las tomamos a bote pronto basadas en la emoción más que en la información y racionalidad. Uno de los problemas asociados es que la emoción lleva al placer / solución / bienestar inmediato más que al medio / largo plazo con lo que al final acabamos mal. Quien vive basado en la emoción acaba encontrándose en una rueda sin fin en la que cada vez se necesita más y más. La única manera de parar es decidir que hay algo más valioso que  nuestros sentimientos, sea objetivo, causa, persona, objeto por lo que valga la pena sufrir ocasionalmente.

Esa causa / objetivo es lo que puede resumirse en el sentido de la vida y encontrarlo es una de las tareas más difíciles que hay. Conocido, nuestra salud y bienestar aumentarán y por tanto la felicidad. Pero esta meta, este valor definitivo no puede ni debe escogerse en base a sentimientos solo. Necesita imperativamente de la razón y la ponderación, hay que encontrar las evidencias que lo soportan y basarse en ellas. De lo contrario nos pasaremos la vida en busca de un espejismo y seremos unos desgraciados que maldicen a la sociedad mientras se rascan la herida.


Quedaba una parte de la ponencia aún (“Cómo reinventarse a si mismo”) pero la audiencia quería intervenir y se decidió dejarlo para una segunda parte de la presentación. Fueros valiosas las aportaciones individuales y ver el abanico de valores individuales que siempre irisados de matices se basan en unos pocos derivados de la sociedad a la que pertenecemos, o que la crean y por eso coinciden; pero eso es tema de otro debate.





4 comentarios:

  1. Creo que te has liado :)) pero me quedo con dos frases:
    "Es menos importante el valor per se que el por qué lo valoramos" y "Sin meta no hay camino"

    y no seas perezoso y sigue escribiendo.. :))

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    1. Gracias por el apunte Herminio:))
      No es pereza es falta de tiempo y falta de visita de la musa; no tengo la suerte de que venga "todos los días a las 9 de la mañana"
      Por lo demás... coincido contigo :))

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  2. Es difícil encontrar el equilibrio entre la parte de las emociones, deseos, impulsos con el sentido del deber, incluso podríamos hablar de la disponibilidad generosa más allá del deber, ya que fácilmente puede caerse en el abandono e inhibición de los propios des deseos y pulsiones. La anteposición de las necesidades de los demás a las propias puede derivar a un estado de frustración, como un terreno seco, que han explotado sin descanso...y no porque no se preocupen por él, sinó porque no ha sabido encontrar ese equilibrio y se ha olvidado de sí mismo...
    ¿Cuántas veces hemos oído aquello de "he estado tantos años dándolo todo a los demás, que ya no sé lo que deseo"...

    " No todo depende de los deseos, pero aun así, he decidido intentar llevar a cabo mis deseos"
    Sigmund Freud


    Wdu dich am Ganzen erquicken,
    So musst du das Ganze im Kleinsten erblicken.
    Goethe

    "Las emociones inexpresadas nunca mueren. Son enterradas vivas y salen más tarde de peores formas"
    Sigmund Freud

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    1. "Willst du dich am Ganzen erquicken", si, tenía razón Goethe...
      Las emociones han de salir o ser combatidas por la razón y por tanto desarmadas. Además son generalmente puntuales, si no lo son es algo más que emoción.
      Darse y olvidarse de uno mismo es hermoso, pero no es efectivo ni para con los demás ni para con uno mismo. Y el deber es con uno mismo ante todo.
      Gracias por el apunte Sombra :))

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