miércoles, 25 de noviembre de 2015

Perdonad que siga viviendo




El pecado de ser hijo lo pagas siendo padre. El pecado de ser padre lo pagas cuidando del abuelo.
(Diccionario social moderno)

Teme a la vejez porque nunca viene sola.
(Platón)


Queridos hijos,

Si, ya sé que no sois todos hijos, pero a mi edad ya no me queda nadie que no seáis vosotros. A la tía Felisa y al tío Fermín se los llevó la Parca durante la guerra; las tías Benita y Rufina y el tío Juan se reunieron con ellos hace ya tiempo, aunque la verdad es que no lo recuerdo bien ¿15 años ya? No lo sé, vivir 104 años tiene sus problemas. Por eso os grabo esta cinta. No escribo porque ni la emoción ni el temblor de la mano me permitirían una escritura mínimamente legible; por otra parte no sé dónde guardar una carta sin que la encontréis. No quiero que sepáis que no siempre estoy ida.  La enfermedad tiene una característica curiosa: hay ratos de lucidez y en esos ratos se sufre todo lo que no se siente el resto del tiempo aunque de modo diferente. Incluso durante la etapa de mente ofuscada se oyen las palabras y se les da un valor, pero se asocian con imágenes que no existen o se confunden.

Quiero aprovechar este momento de saber lo que digo, aunque sea con voz trémula y entrecortada. Puedo hablar y escucharme, oír, corregir y seguir siendo yo. Algo que cada vez pasa más espaciadamente y menos tiempo. Los periodos de lucidez se alejan cada vez más y no sé cuándo vendrá el próximo ni tan solo si seré capaz entonces de hacer algo más que babear. Hijos, 104 son muchos años. Demasiados.

Parece que la muerte se olvidó de mi o quizá es que no tenga yo ningún valor para ella. ¿O ha sido Dios que me pone a prueba una vez más? Quizá como a Job, quiere ver si aguanto paciente los cambios en un siglo y me castiga por mi curiosidad de querer saber como será el futuro. Y el futuro es envejecer lamentando no haber hecho más de lo que hicimos y en ocasiones ser un estorbo para los cercanos.

Si, hijos, si. Es cierto que en la fase oscura mezclo todo. Mis neuronas son lentas yerran y conectan terminales equivocadas. Las imágenes no se corresponden con las palabras, las situaciones no coinciden con la realidad y se nubla la mente y a veces los ojos; porque siempre queda un parte, escondida pero real, de comprensión de la realidad y nos entristece. Yo se la carga que soy para vosotros, que mis esfínteres no aguantan como antes, que no estoy donde creo estar. Mi cuerpo no se descompone pero se altera y si no tengo ya fuerza en las manos, ¡cómo voy a tenerla para más cosas! Pero creedme, aún en mi lejanía mental lo intento.

No entiendo todo o me cuesta y cuando lo entiendo me pueden la vergüenza y la tristeza. Creí que tendríamos un invitado alemán y sonreía  cada vez que hablabais de él. Pensé que con suerte en algún momento entendería si hablaba alemán. También yo estuve allí trabajando cuando aquí no había nada más que miseria. Alguno de vosotros nacisteis allí Y siempre guardé un buen recuerdo de aquella etapa de mi vida. Hoy…, hoy los he perdido casi todos, solo sé que fue duro pero que valió la pena y que fue positivo. Si, al principio creí que era un invitado que vendría a verme, una visita de alguien de allí. Me llamabais demente cuando al oír que vendría y se quedaría estallaba en risas, pero hijos míos, los recuerdos felices, aunque sean imprecisos, nos alientan en los momentos duros y nos dan la esperanza para seguir. Vivir requiere un norte y no ilusionarse nunca es haber muerto en vida, algo que siempre evité aunque fueran falsas o vanas ilusiones. Solo mucho más tarde en uno de esos breves momentos de mente clara entendí que Alzheimer no era alguien que venía a verme aunque se quedara conmigo.

Sabía que no estaba bien, creí que era la edad esa aparente demencia de los viejos, que en realidad es un poco diferente. Si es cierto que nos falla la cabeza, pero también que vivimos muy dentro de nosotros porque ni nos quedan amigos, ni nos escucháis con atención. Solo nos decís lo que os interesa y asentís cuando no nos entendéis. La palabra no nos falla, nos falla la articulación y entonces nos dais la razón como a los tontos. Me duele porque me quedo conmigo misma una vez más y entonces corro otra vez a la oscuridad y antes de llegar a ella quiero que sea una oscuridad definitiva. Cuando ya no hay comunicación, cuando solo queda nuestro mundo interior el exterior se apaga y se pierden las ganas de vivir. Necesitamos saber que de verdad estamos y somos algo para alguien.

Ser un estorbo no es agradable y por eso me amarga vivir. Pero no se como hacerlo para dejar de vivir. “Que no tenga ninguna medicina ni nada cortante al alcance de la mano”, eso lo entendí y si tuviera tentaciones de acabar yo conmigo misma … no podría. Me enseñaron que solo Dios es dueño de nuestras vidas y seré tonta pero sigo creyendo en Él. Nuestra generación necesitaba creer en algo para sobrevivir, no como ahora que con creer en uno mismo basta.

Hace tiempo que no debería estar aquí, el cuidado de los ancianos es una esclavitud. Perdonad a una pobre vieja que quiere acabar con el sufrimiento de saberse un grave problema, estar enferma por haber guardado tantos secretos y no saber como acabar. Pero creedme, lo peor es darse cuenta de la realidad de golpe y no poder hacer nada en contra.

Cuando llegue el momento encontraréis la grabación, perdonadme entonces, hijos, por ser una vieja que sigue viviendo y no sabe como morir. Ahora... vuelvo a la oscuridad. Quiera Dios que sea la última.  





5 comentarios:

  1. It touches the very depths of the soul...Thank you

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    1. Thank you.
      Unfortunately is only a piece of reality in many cases.

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  2. Solamente una vez la tristeza tocó a mi puerta. La dejé entrar y ya nunca más se fue convirtiéndose en mi amante y compañera hasta el día en que venga la muerte. Pedro García Cabrera, El Verso que Salta

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  3. Cuidado con la tristeza. Es un vicio.
    (Gustave Flaubert )

    No puedes evitar que el pájaro de la tristeza vuele sobre tu cabeza, pero sí puedes evitar que anide en tu cabellera.
    (Proverbio chino)

    Antídoto contra la picadura de la tristeza es la confianza en uno mismo. Es el más eficaz, pero cuesta de encontrar.
    (Del Cuaderno de Notas de Ibrahim S. Lerak)

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  4. La piel no sufre de Alzheimer, siempre recuerda una caricia o una cicatriz.

    Existe falsa creencia generalizada: las personas con Alzheimer o con otros tipos de demencia tienden a desconectarse del mundo externo. Esto no es cierto, pero al pensar que la persona con Alzheimer ya no es la persona que debía ser, esta pierde su identidad frente a la sociedad y sus sentimientos pierden validez casi de la manera automática. Si nos ponemos en el lugar de la persona con demencia, nos daremos cuenta de que lo normal es que se tenga miedo ante la insistencia de los demás, que no se sepa expresar lo que se necesita o siente, que puede que no entienda lo que se le dice, que no reconozca a las personas que se acercan cada día, que no comprenda qué se espera de ella en cada momento.

    Pocas veces nos ponemos en la piel de las personas con Alzheimer. Sin embargo, si lo hacemos, nos daremos cuenta de lo aterrador y desconcertante que puede resultar el día a día. Entonces comprenderemos que la angustia u otras reacciones emocionales que vemos desproporcionadas desde nuestra “sana” visión del mundo.
    Hay que cambiar la visión de “Persona con DEMENCIA frente a PERSONA con demencia” como escribió Thomas Marris Kitwood.

    El hecho de que se pierda la capacidad de expresar verbalmente no es sinónimo de no sentir la necesidad. Por ello es esencial adecuarnos a las necesidades de las personas afectadas, conectar con su estado de ánimo y fundirse en un mismo sentir. Cuando te sientes ignorado o te deprimes más o te conviertes en tigre.

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