lunes, 20 de noviembre de 2017

Cambiar de vida




La vida no vivida es una enfermedad de la que se puede morir.

Yo no soy lo que me sucedió, yo soy lo que elegí ser.


Podemos llegar a pensar que nos controlamos por completo. Sin embargo, un amigo puede fácilmente contarnos de nosotros algo de lo que no teníamos ni la menor idea.

(Carl Jung)


No se suele cambiar de vida sin un empujón emocional, la razón es conservadora.
(Ibrahim S. Lerak, Cuaderno de notas)



La reunión del círculo trató este mes uno de los temas típicos de final de vacaciones o fin de año: el cambio de costumbres, el deseo de un nuevo inicio, en definitiva el cambio de vida. El ponente se había reinventado varias veces y podía hablar de un cambio de vida y de la voluntad que requiere.

-- A veces es un poco difícil entendernos a nosotros mismos y más aún entender a lo demás. Queremos cambiar y no nos atrevemos. No es fácil cambiar de vida cuando no es la persona sino la vida la que se resiste a ser cambiada, cuando está anclada a la comodidad de lo conocido, a eso que ahora se llama zona de confort. Cuando no hay excusas las inventamos para no enfrentarnos a la incertidumbre que acompaña al cambio. 

No valoramos ya lo que se tiene. Seguimos persiguiendo lo que se valora y no tenemos. No nos llena esta vida pero el freno está dentro de nosotros, un cambio precisa del valor de enfrentar un desafío y ante el miedo a lo desconocido preferimos seguir sufriendo, inventar razones o disfraces que nos mimeticen con los demás. Negamos al inconformista o al desubicado que hay en nosotros y lo cubrimos con la piel de oveja para que nos engañe y así asegurar la calma y evitar ser sometido a juicios ajenos.

Estamos en una vida en la que nos conocen por lo que hacemos aunque no sepan lo que somos porque hemos levantado muros y armaduras para protegernos... de nosotros mismos. Secretamente envidiamos a quien consigue aquello en lo que hemos fracasado. Es una vida condicionada pero también dependiente, vida que hemos construido, a sabiendas o sin saberlo, solo por la fuerza de las acciones cómodas... que acaban aburriendo. Es entonces cuando piensas que ya no quieres vivir esa vida y sin embargo no te permites abandonarla, muchas veces porque no estás dispuesto a pagar el precio que supone hacerlo.

En la duda te sientes solo, pero la soledad no llega por no tener personas a tu alrededor sino por no poder comunicar las cosas que te parecen importantes o por mantener puntos de vista que otros consideran inadmisibles y ser rechazado por ello. Llega un momento en que anhelas un cambio y esperas que llegue el salvador que lo haga contigo. El problema es que no hay nadie ahí fuera que pueda cambiarte la vida sin ser tú. Básicamente porque somos nosotros quienes interpretamos las circunstancias y definimos la acción que sigue. No existe el destino, el destino somos nosotros mal que nos pese.

Creemos que no tomar una decisión no tiene un coste pero lo tiene, igual que tomar la decisión correcta o incorrecta, conveniente o inconveniente. Con la monotonía no se sufre, pero sin el riesgo no se crece. Nos atenaza el miedo que protege de lo desconocido. Sin embargo, un hombre que no ha pasado a través del infierno de sus pasiones, no las ha superado nunca y no avanza. Hacemos lo que sea, por absurdo que nos pareciera antes para evitar enfrentarnos con el alma o con la emoción porque no nos atrevemos a descubrir aquello de lo que somos capaces. Jung lo explicaba diciendo que uno no se ilumina imaginando figuras de luz sino haciendo consciente la oscuridad. Queremos cambiar y no paramos de poner excusas, achacamos a factores externos la crisis y olvidamos que la realidad es que todo depende de nosotros mismos.

Hay algunos secretos para cambiar de vida de manera efectiva. Uno es tener claro que las utopías deben buscarse aunque parezca que no puedan conseguirse, otro es liberarse de la tiranía del corto plazo; ayuda mucho rodearse de gente que ya está en el camino o al final del camino al que quieres ir, pero hay que moverse. La magia de la acción estira el tiempo. En el camino del cambio no hay que centrarse en combatir la tormenta ni la aridez del desierto, solo hay que atraversarlos. 

....Y si no se puede, que sea porque la razón vence a la emoción (sin ella no hay cambio posible) pero nunca porque el timón de la vida sea la inercia en lugar de la elección.


Se habló mucho en el debate acerca de los imponderables que, imprevisibles, impiden seguir el camino que se ha planeado. No quedó claro si los imponderables no eran más que dificultades aparecidas por la falta de previsión o de convencimiento.


4 comentarios:

  1. Cambiar lo que no nos hace felices debería ser una auto obligación...Primer escrito publicado en forma de libro y nuevo trabajo a partir del próximo enero...del pozo se sale, doy fe pero con trabajo y fuerza.
    Un abrazo
    L.

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    1. Gracias L. por el apunte, recuerda que del pozo salieron la rana sorda y el caballo limpio. Ambos con trabajo, fuerza y perseverancia, otro ingrediente fundamental.

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  2. No tengo yo claro que la razón pueda vencer a la emoción. Más bien creo que la justifica y si no hay cambio no es porque la razón sea más fuerte convincente que la emoción que nos lleva al cambio, sino que justifica el miedo (que también es una emoción) al cambio.

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    1. Gracias por el apunte Herminio:))

      Tampoco yo lo tengo claro ...

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